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domingo, 13 octubre, 2024
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■ Chiveados, AMLO y su esposa se besan en la mejilla

Amor con amor se paga… en la mañanera

■ Debe estar donde se sienta feliz... se merece todo, señala en la mañanera sobre retiro del mandatario a Chiapas

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Por: La Jornada •

Siempre alejada del rol tradicional de primera dama que la parafernalia del sistema confería a las esposas de los mandatarios, en la recta final del gobierno del presidente Andrés Manuel López Obrador, ayer apareció en el salón Tesorería de Palacio Nacional su esposa, Beatriz Gutiérrez Müller.

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En breves palabras, la escritora anotó sus razones para rechazar ese título: nadie votó por su familia, ni por sus hijos, ni por su esposa. La familia debe ser una compañera de esta ruta, la esposa igual.

Entre la confianza que le dan la vida conyugal y el protocolo para tratar al jefe del Ejecutivo, explicó el motivo por el que acudió a una de las últimas mañaneras: mi presencia aquí obedece a una invitación de mi Presidente, porque generó alguna curiosidad saber de nosotros, de este andar, no sólo en este sexenio, sino a lo largo de ya casi dos décadas juntos en la lucha por la transformación de México, relató la doctora en literatura.

Varias manos se alzaron. Primera pregunta: la vida familiar tras el retiro del mandatario. ¿Cómo vamos a quedar después del primero de octubre? –se preguntó a sí misma.

De inmediato afirmó que son una pareja felizmente casada, que ha pasado crisis buenas, malas, regulares, de todo, ¡eh!

En ese momento volteó a ver al Presidente, quien ante el comentario, y haciendo gala de sus tablas en la improvisación y de sus campechanas formas, atajó con un puchero.

En unos días, López Obrador se irá a Palenque, y ella lo apoya. “Debe estar donde se sienta muy feliz, en paz (…) Se merece todo”.

El acuerdo es no acompañarlo a Chiapas. Ella se quedará a cargo de su gran misión en la vida: orientar y cuidar a su hijo, Jesús Ernesto. Vamos a estar cerca de su papá, pero la carga, y la recibo con mucho gusto, la carga principal va a ser para mí.

Uno de los propósitos que se planteó, dijo, fue no ser una persona pública, aunque pidió a los reporteros dar un recado a los dueños de los medios: “ustedes hacen como que no existo, y yo también (…) jugamos el mismo juego, ustedes no existen, yo tampoco”.

No lograr la repatriación del penacho de Moctezuma le dejó un amargo sabor de boca, pero también una sospecha: el gobierno de Austria algo esconde; no sé si está roto o remplazado, algo hay; eso que lo respondan ellos.

Inédito episodio conyugal: el diálogo que empezó Gutiérrez Müller al recordar que cuando su madre conoció a López Obrador lo tachó de suertudo, porque se llevaría a su hija.

El mandatario reviró que a esa afirmación se han unido incluso sus adversarios. “Dicen: ‘¿pero, cómo? ¡Qué barbaridad! ¡Ella tan delicada, tan exquisita, estudiosa, doctora!’”

–Doctora en ciencias ocultas, ¿o qué? –bromeó su esposa.

–No, (en) literatura. O sea, para un mazorral de Tepetitán, Macuspana, Tabasco, indio patarrajada –observó el presidente.

–Está guapo el indio patarrajada, ¡eh! –cerró ella mirándolo tiernamente.

Ya pasadas varias horas, el mandatario se disponía a dar por concluida la mañanera: vámonos a desayunar, pero se tomó un poco más de tiempo para hablar de un par de temas y poner una canción de la Banda MS.

Vámonos ya, insistía ella mientras lo jalaba del brazo. No, espérate, no. Imagínense cómo está la tolerancia en la casa, jugó él.

Al final, parte del auditorio pidió: ¡beso, beso! Entre cierta confusión y tropiezos, chiveados, se besaron en la mejilla.

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