Ya no hay duda de dos cosas: que ocurre un cambio climático y que lo hace por causas atribuidas a la acción del hombre. Las predicciones desde 1895, en el sentido de que el alto consumo de combustibles fósiles generarían bióxido de carbono suficiente para calentar de más la atmósfera, reforzado por la deforestación (en 1950) y el crecimiento económico de todas las naciones industriales basado en el petróleo y el gas (1992). Ya quedó establecida la recurrencia de eventos extremos, entre los que están eventos atípicos como la nevada que acabamos de padecer muy cerca del inicio de la primavera. Pero donde igualmente podemos sufrir sequias o inundaciones sorpresivas. Hay dos esquemas básicos para enfrentar el fenómeno del cambio del clima: la mitigación y la adaptación, y ambas implican la decidida intervención de los gobiernos con políticas públicas producto de la investigación y la ilustración de la clase política. Es decir, requerimos verdaderos estadistas para enfrentar los efectos del cambio climático y superar con urgencia la actual situación de una clase política devastada por la descomposición.
Estamos por iniciar campañas electorales, y será vital observar si los candidatos proponen formatos de ordenamiento urbano que mejoren los sistemas de trasporte y bajen con ello las emisiones de carbono a la atmósfera. También la gestión de una economía no basada en actividades extractivas y, por el contrario, el compromiso con la transición energética (subir los porcentajes de energías limpias) y un sistema alimentario agroecológico. Esto último es muy sensible porque la dependencia alimentaria, por un lado, y las formas de producción de alimentos de cuasi-monocultivos resultan muy dañinos para los suelos y el equilibrio ambiental (la zona frijolera es productora de suelos desertificados). En este mismo contexto, es muy importante el cuidado del agua: recargas, disposición y vigilancia de la calidad del líquido. Además de que sea para el uso de la población y las actividades agrícolas debidamente modificadas, y no para una o dos grandes empresas transnacionales.
En suma, al medirse los efectos necesarios y sorpresivos del cambio climático, requerimos políticas para proteger a las capas de población más vulnerables. Sin embargo, hasta el momento observamos que ni los partidos políticos ni los candidatos visibles hagan propuestas sobre estos tópicos con cierta relevancia. La Ley del Cambio Climático que aprobaron en Zacatecas hace unos meses es de mala calidad por ser imperfecta (no contempla sanciones o medidas obligatorias). Así las cosas, es una ley que parece una lista de deseos genéricos. Estaremos atentos a las propuestas y a las medidas de garantía con la que son emitidas en torno a los procesos de mitigación o adaptación de los efectos de la modificación del clima. Recordemos que las medidas desde lo local son lo más efectivo.
