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sábado, 20 abril, 2024
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¿Cómo funciona el genoma criminal del neoliberalismo?

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Por: BENJAMÍN MOCTEZUMA LONGORIA •

La búsqueda de una explicación profunda del fenómeno de la inseguridad me ha llevado a recorrer muchos caminos que van desde la familia, como célula básica de la sociedad, y hasta el patrón neoliberal de crecimiento económico que nació en los países altamente desarrollados, y para resolver sus propios problemas con cargo a las naciones en subdesarrollo en las que, con la complicidad de gobiernos sumisos y antinacionalistas, han venido trasplantando en una renovada, pero oculta, forma de colonialismo. Quizá los mejores ejemplos los tenemos en América Latina.

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A partir de ello, empecé a utilizar el concepto de “El Genoma Criminal del Neoliberalismo” que, como me observó el doctor Francisco Roa Cuevas, en un sentido muy estricto del término, es un pleonasmo porque el neoliberalismo es, de por sí, un modelo social criminal que sólo vela por el interés de la ganancia por encima de cualquier obstáculo socialmente humano. 

En sentido específico, en este concepto, trato de identificar y recoger las relaciones sociales del capitalismo actual, a partir de las cuales se estructura la economía de la criminalidad, de la que son componentes básicos el narcotráfico, la trata de blancas, el tráfico de órganos, y pudiéramos adjuntar la evasión fiscal monopólica y la corrupción institucional.

El resultado puede resumirse en que, en la fase actual, el capitalismo acentuó la economía de las actividades ilícitas como componente poderoso de su proceso de crecimiento, acumulación y concentración de capitales e hizo de las drogas naturales, que históricamente surgieron como medios “recreativos”, una mercancía. 

No conforme con ello, el gran capital aprovechó el desarrollo científico y tecnológico para crear drogas industriales, como las del tipo de las anfetaminas, y últimamente, el fentanilo. Ya desde mucho antes, las actividades no lícitas existían como formas no capitalistas, aunque subordinadas a la lógica del Capital, igual que lo está el llamado comercio informal, las artesanías, el trabajo doméstico, la mayor parte de las labores campesinas, etc. 

Desde esta perspectiva, el narcotráfico es una actividad económica que se crea y desenvuelve mediante mecanismos ilegales. Que atente contra la salud y la vida de millones de seres humanos en nada cambia las cosas. Igual como sucede con la economía armamentista. Por su condición de ilegalidad y de trastocar principios, valores, leyes y orden, tiende abrirse paso por mecanismos detestables como el soborno, la corrupción, el tráfico de influencias, impunidad, deshonestidad y con la violencia.

Por eso, los delincuentes de cuello blanco son hermanos de quienes son catalogados como miembros del crimen organizado, los hermana las relaciones sociales que sostiene la economía de las actividades ilícitas. De ello debiera entenderse que la corrupción, en la diversidad de sus expresiones, son condiciones necesarias para el florecimiento de esa economía criminal.

Sobornos como los que recibió el panista Ricardo Anaya (por cierto, prófugo de la justicia mexicana), son métodos del gran capital para garantizar su acumulación.

Por otro lado, hechos trascendentes como el juicio contra Genaro García Luna, hablan del involucramiento de los gobiernos anteriores (principalmente Fox, Calderón y Peña Nieto) con la economía de la criminalidad, que son causas del baño de sangre y motivo del clima de inseguridad.

Puede verse con nitidez que los gobiernos neoliberales no se conformaron en hacer de México una renovada colonia, la cual saqueaban los extranjeros, y aún lo hacen en materia minera, por la vía de la privatización de la mayor parte de la planta productiva pública y, de igual manera, por los medios que resultan de usufructuar una economía subdesarrollada que, en otro momento, habré de explicar.

Resulta, más que obvio, que los grandes monopolios que se benefician de las actividades económicas ilícitas han contado con el apoyo de sus gobiernos imperiales, concretamente de Estados Unidos, quienes conocen de la importancia que asiste a su economía de hacerse llegar fondos frescos provenientes del narcotráfico y otras actividades ilícitas como los paraísos fiscales.

Si se tiene cuidado en darle seguimiento al juicio de García Luna, no resultará nada difícil poder corroborar que él sólo es un tornillo de todo un enorme engranaje que involucra no sólo a políticos mexicanos, sino también políticos y grandes empresarios norteamericanos a quienes no osan mover el tapete.

La pregunta sería: Si García Luna, como muchos narcotraficantes trabajan para acrecentar las riquezas de determinados monopolios económicos del vecino país, ¿por qué lo sacrifican? ¿Por qué hacen lo mismo con El Chapo Guzmán y muchos otros? Aún más: ¿Por qué los monopolios económicos norteamericanos que se benefician permanecen intocables y ni siquiera se les puede mencionar? Bueno, eso es para explicarlo en otra ocasión.

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