La Gualdra 509 / Río de palabras
Anduvo buscando algo en qué creer, al principio recurrió a la tradición de la familia: rezos y sacramentos llegaron a llenar por un par de décadas de su vida ese vacío de creencias. Pero los libros, la universidad, la ciencia lo hicieron dudar; volvió a dejar de creer y buscar otra cosa. Entonces la ciencia le llenó el vacío, caminó con la certeza de la ley de la gravedad, con el conocimiento del movimiento de los astros, con la certeza de las fórmulas matemáticas. Pero su camino se vio interrumpido por la voracidad de las pasiones humanas, por lo impredecible del comportamiento de los seres humanos, lo desesperó esa capacidad que muestran para autodestruirse. Entonces recurrió al arte, esa otra forma de creencia. Pintó cuadros, hizo danzas, realizó cuentos y representó comedias. Al parecer esa era la forma de calmar su desesperanza, la obsolescencia que a veces por las noches venía a turbarle el sueño, a quitarle la paciencia, a sumergirlo en la tristeza; pero por más obras que hiciera volvía al vacío. Ya casi al final de su existencia volvió a cuestionarse sus creencias, algo en qué creer, pedía, entonces pensó, no es necesario creer, se dijo, la verdad está en la vida…
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