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martes, 30 abril, 2024
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Más que reforma tributaria, hay que replantear la autonomía del banco central

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Por: ARTURO HUERTA GONZÁLEZ •

Las calificadoras y los economistas convencionales piden que el próximo gobierno “implemente una consolidación fiscal”, ante el déficit fiscal que deja el presente gobierno de 5.9% del PIB en el 2024. De ahí que muchos señalan que no se puede postergar una reforma tributaria para incrementar los ingresos del gobierno y reducir el déficit fiscal.

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Esa concepción de que el gobierno requiere de impuestos para gastar y ajustar sus finanzas, descansa en el principio neoliberal que pone al gobierno al mismo nivel que una familia, o a una empresa, las cuales requieren de ingreso o de deuda para gastar e invertir. Un gobierno soberano que controla la moneda no requiere de impuestos ni de deuda para gastar. Simplemente gasta y al hacerlo a favor de la producción y del empleo nacional, incrementa el ingreso nacional y con ello la recaudación tributaria, por lo que recupera lo que gasta y se ajustan las finanzas públicas. Se podría decir que dada la autonomía del banco central el gobierno no controla la moneda. Efectivamente, los neoliberales en el gobierno de Salinas de Gortari aprobaron las reformas a la Ley Orgánica de Banxico, donde le dieron autonomía a dicha Institución, y le quitaron el poder al gobierno de financiarse con la moneda nacional y le prohibieron al banco central comprar deuda pública en forma directa al gobierno, para obligar a éste a financiarse con impuestos y con deuda pública, y quede en la misma situación que las empresas y familias, a fin de reducir su tamaño y participación en la actividad económica. Sin embargo, a pesar de la autonomía del banco central, el gobierno federal si controla el gasto y al gastar impulsa la demanda y los depósitos bancarios y por lo tanto las reservas bancarias y para que ello no baje la tasa de interés objetivo determinado por el banco central, éste emite deuda para regular las reservas bancarias y la liquidez y evitar que baje la tasa de interés objetivo. Interactúan permanentemente Hacienda y Banxico, justo para regular las reservas bancarias y la liquidez de la economía, a pesar de la autonomía de la Institución monetaria. Los impuestos y la deuda pública son para regular la liquidez de la economía, no para financiar el gasto público. Los impuestos deben tener un carácter redistributivo, los cuales deben gravar al sector bancario-financiero que es el que ha ganado más, así como al gran capital, para reducir su capacidad de gasto e inversión en la economía, para así disminuir su tamaño y participación en ésta, lo que contribuye a reducir la desigualdad de la riqueza en el país, y que el gobierno pase a invertir donde ese gran capital deja de hacerlo. El gobierno no requiere de esos impuestos para gastar e invertir. Su capacidad del gasto está determinada por la cantidad de recursos reales con los cuales cuenta la economía, y no puede gastar más de ello, pues estaría generando inflación, crecimiento de importaciones y déficit de comercio exterior. El gobierno no enfrenta restricción financiera, sino son los recursos reales con los que cuenta la economía, lo que determina su capacidad de gasto. Por lo tanto, más que discutir una reforma tributaria, hay que replantear la autonomía del banco central, la cual ha actuado a favor del sector financiero y del gran capital y ha reducido la capacidad de gasto e inversión del gobierno y su papel y tamaño en la economía y lo ha sobreendeudado. Ello ha frenado el crecimiento económico y ha acentuado la desigualdad del ingreso y de la riqueza.

En un contexto de desaceleración de la actividad económica no se puede establecer impuestos al sector productivo, pues se afecta su capacidad de acumulación y de inversión, por lo que hay que establecer impuestos diferenciados a fin de no afectar a dicho sector y si en cambio hay que poner impuestos a las empresas que han especulado y se han enriquecido con alzas de precios. 

Entre los cambios a introducir a la Ley Orgánica del banco central, es que debe comprar deuda directa al gobierno a baja tasa de interés para impulsar la inversión productiva en sectores estratégicos ahorradores y generadores de divisas, que tengan alto efecto multiplicador interno sobre la economía nacional y el empleo, así como para impulsar política industrial y agrícola para sustituir importaciones e incrementar el valor agregado nacional de las exportaciones. Ello no sería inflacionario y no generaría presiones negativas sobre el sector externo, ni sobre el tipo de cambio. Banxico tiene como único objetivo bajar la inflación. Se debe agregar el objetivo de alto empleo y crecimiento económico, tal como está establecido en la Reserva Federal de Estados Unidos.

Por último, las finanzas públicas no deben consolidarse y estar en equilibrio cuando la economía enfrenta déficit de comercio exterior y no está creciendo el consumo e inversión privada, pues tal equilibrio fiscal estaría frenando más la actividad económica. En tal situación, el gobierno tiene que trabajar con déficit fiscal para contrarrestar el efecto negativo que sobre la economía origina el déficit de comercio exterior y la caída del consumo e inversión privada.

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