17.7 C
Zacatecas
martes, 23 abril, 2024
spot_img

■ Alba de Papel

De sufrimiento y pandemia, ¿y la esperanza?

Más Leídas

- Publicidad -

Por: ALMA RITA DIAZ CONTRERAS •

La cultura está relacionada con la vida y con la muerte, en ese paréntesis excepcional de pensamiento, modos de vivir, creencias, lengua, fiestas y convivencia de un grupo social determinado, reside la energía vital de su continuidad, hoy amenazada por los flagelos de la enfermedad, la soledad, la angustia y el miedo que silenciosamente corrompen nuestra humanidad.

- Publicidad -

Sin importar la raza, credo, ni geografía, en diciembre de 2019 fue detectada una rara “enfermedad” que combinaba neumonía con insuficiencia respiratoria para ser llamada Covid-19, que, ante su rápida expansión, el 11 de marzo de 2020 fue declarada por la OMS como pandemia, qué a la luz de los hechos, ha desvelado no sólo la debilidad de los sistemas de salud en el mundo, sino también, ha mostrado la fragilidad de la naturaleza humana a niveles inconcebibles.

En tiempo récord se establecieron vacunas, que aún cuando no tienen la cualidad de inmunización, han servido de protección para evitar la agresividad mortal del virus, que dicho sea de paso, han generado cantidades millonarias para las farmacéuticas que las patentaron, así como un caudal de información en los distintos medios de comunicación, que han dado origen a una funesta polémica sobre su eficacia, y a una polarización de criterio, que lamentablemente, nos enfrenta y nos divide.

Desde su brote (también cargado de sospecha e intriga), pocos países asumieron la temeridad de su peligro y los cuidados preventivos que como autoridad debieron dar con el ejemplo, dando pie a un encono mayor por las restricciones establecidas y la afectación sin precedente, a sus economías, al turismo, a la educación, en suma, a la mórbida modificación que nos llevó al confinamiento, uno que fue llevado con parcialidad, porque los ricos incrementaron su riqueza, y los pobres, redujeron sus posibilidades elementales de vida y prosperidad.

Injusticia y desigualdad se han revelado con mayor ahínco en este tiempo triste de pandemia, como principios de sobrevivencia selectiva, para hacer más evidente lo que cotidianamente vivimos, respecto a la marginación y la pobreza de más del 70 por ciento de la población mundial, evidentemente muy regresionada.

A donde se pose la mirada y la escucha, a granel se vislumbra el desbordamiento a estados precarios de la infancia, que acentúan el tono de demanda y satisfacción a rajatabla, por encima de la razón, condicionado al odio y a la venganza, por lo que hoy se aprecia en el horizonte, a una humanidad flagelante, necesitada de humanidad y penitencia, cualquiera que sea su idea de Dios, o de servicio ético orientado a las buenas causas.

El sistema familiar y la violencia que se vive fuera de él, son quizá el pulso de la desolación que nos circunda y la miseria que se proyecta; pocos padres de familia asumen que tienen prohibido cansarse en el cuidado de sus hijos, y que a pesar de las adversidades, no sólo deben fomentar el amor y la ética, el respeto por la vida y la colaboración comunitaria, sino también enseñar que la frustración forma parte de su desarrollo, que la paciencia y la contemplación interior, son elementos fundamentales para formar  su carácter aunado a  la esperanza, para lograr una vida con propósito, a pesar del dolor y de la pérdida.

A diario los medios informativos, nos fulminan con cifras alarmantes de contagiados y de fallecimientos, así como de asesinatos y de violencia, simplificando la vida humana, a un número o a una cédula de identificación, cuando es infinitamente mucho más, es una historia con significados, una cronología de datos y lugares, una sensibilidad o lo contrario a ella, que obtusamente se perdió para siempre.

El confinamiento nos ha puesto a prueba y pareciera que estamos perdiendo de vista, la importancia de nuestro potencial para reafirmar nuestra identidad familiar y relacional en comunidad, para crecer a través de los demás y cultivar la confianza de que, en algún momento, esta oscuridad que nos invalida, irá disminuyendo para dar paso a la luz que  necesitamos para seguir luchando, y que igual nos apremiará para entender las carencias de nuestro ser para afrontar los conflictos que son parte de la vida diaria.

Por lo que hemos vivido, de marzo 2020 al mismo mes de 2022, hay una estela de sufrimiento y de miedo: una gran mayoría, hemos perdido a seres muy queridos, hemos perdido el trabajo o adquirido una enfermedad, o ya tuvimos Covid; asimismo, no sabemos qué pasará hoy dentro de nuestros hogares, ni que sucederá cuando salgamos al exterior, por lo que vacilamos constantemente.

La incertidumbre nos corroe, no obstante, lo que pareciera que sí podemos hacer, es reflexionar sobre el dolor y el miedo que sentimos, los transformemos en posibilidad de cambio para fortalecer nuestro espíritu de lucha y razón de estar en el mundo, siendo más de lo que somos como personas y sujetos sociales.

Trabajar en la idea de que el sufrimiento no germine como resentimiento y amargura para marchitar nuestras vidas y con ello, aniquilar las de los niños y jóvenes y de quienes nos rodean; cierto es, que la pandemia nos ha lastimado mucho, pero más que nunca, necesitamos asideros construidos en la fe, en el autocuidado, el amor, el trabajo honrado y la resiliencia.

Hablemos de nuestro dolor, pugnemos porque más que dar un paso adelante, fustigados por él, en una rabia incontenible, demos un paso atrás, largo y tendido para reencontrarnos y humanizarnos.

Buen ánimo y fortaleza en todo.

- Publicidad -

Noticias Recomendadas

Últimas Noticias

- Publicidad -
- Publicidad -