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jueves, 18 abril, 2024
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Odisea y viacrucis

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Por: LEONEL CONTRERAS BETANCOURT •

El éxodo que emprenden los migrantes centroamericanos, sudamericanos y caribeños, al atravesar nuestro país para llegar a la frontera estadounidense, representa una odisea o un viacrucis. Según les vaya en el trayecto. Odisea, si logran llegar y pasar la línea limítrofe fronteriza y quedarse; viacrucis, si son extorsionados, asaltados y despojados de sus pertenencias, violados en su integridad física, defraudados o terminan muertos. Y en última instancia, si son deportados.

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Los calcinados en el retén migrante de Ciudad Juárez, que más bien los tuvieron confinados en una bodega que terminó siendo una prisión, tuvieron por destino un trágico viacrucis. Los llevaron a un supuesto albergue, que más bien era una cárcel y terminó siendo un crematorio.

Las raíces y ramificaciones del fenómeno migratorio, que se ha convertido en un verdadero dolor de cabeza para el gobierno mexicano, son múltiples y diversas. A las que habría que agregar la política migrante e incapacidad técnica y financiera para atender el problema por parte del gobierno mexicano. Cuando tomó posesión del cargo, Obrador abrió los brazos y puertas a los migrantes. Pero cuando invadieron como sargazo al país y llegaron al Bravo y al Chamizal y su amigo Trump, previo chantaje y amenaza de aplicarnos aranceles, nuestro presidente “dobló las manitas” y acabó poniendo los muros fronterizos de contención con policías y la Guardia Nacional para contener la avalancha migrante.   

En algunos casos, como Honduras y El Salvador, el origen está en las guerras internas mezcladas con la intervención del ejército norteamericano. Guerras e intervenciones, más que terminar con los problemas, los agudizaron. La cadena perversa se inicia en las crisis económicas y políticas de esos países que, víctimas de invasiones o del intervencionismo yanqui, sufren de desempleo, corrupción de la clase política, inflación y delincuencia, en donde los cárteles y mafias de la delincuencia organizada hacen de las suyas aprovechando el vacío de poder y la ausencia de Estado de Derecho. A esto le siguen las caravanas migrantes y familias que ponen su mira en la potencia del Norte. Ya en el camino, al llegar a nuestro país, se encuentran con el infierno dantesco en donde, lo mismo policías que empleados del INM, los extorsionan para dejarlos proseguir su camino. No termina ahí su sufrimiento, los antiguos polleros han sido sustituidos por los sicarios de los cárteles del narcotráfico que también trafican con seres humanos. Quienes se libran de no ser violentados y despojados, al llegar a las ciudades fronterizas mexicanas, se encuentran con el rechazo de algunos de sus habitantes y autoridades que los ven con desconfianza y desprecio. La expectativa de entrevista para obtener la visa norteamericana es parte de una espera indefinida que termina en desesperanza la mayoría de las veces.

En la muerte que encontraron en la bodega acondicionada como retén de migrantes en Ciudad Juárez también tiene injerencia el gobierno estadounidense, que ha hecho de nuestro país en ellos hechos un tercer país (in)seguro no reconocido oficialmente como tal. Las presiones y chantajes, junto a los acuerdos, nos han llevado a la situación que vivimos. De ahí que: “La indignante reclusión de migrantes en celdas en esa ciudad de Chihuahua no es tan diferente a la de quienes fueron detenidos más adelante y acabaron tras unas rejas que, como bien dice Trump, levantaron los demócratas y usufructuaron los republicanos” (véase a Alfredo Villela, “Rejas juarenses y texanas”, en Milenio, 01/04/ 2023).

La última penosa tragedia que trascendió nuestras fronteras resultó ser un verdadero viacrucis para 40 migrantes: guatemaltecos, salvadoreños, venezolanos y una colombiana. Como bien lo apuntó el autor de Diablo Guardián: “No, no eran mexicanos ni vendían huachicol ni fueron obligados por cobardes siniestros a secuestrar camiones en nombre de utopías prostituidas. Eran todos valientes, sin embargo, tanto que se lanzaron a recorrer “de cabo a rabo” un país extremadamente peligroso, sembrado de bandidos y matones (donde ni los locales solemos atrevernos a viajar de noche) sin más papeles que unos pocos ahorros ni otros conocimientos que los básicos ni mejor arma que su puro arrojo. En un mundo plagado de gente conformista y pusilánime, los héroes de esta historia viajaron varios miles de kilómetros, a saber en qué hostiles circunstancias, en busca de una vida preferible a aquella a la que estaban condenados. Eran la mejor gente, murieron en el peor de los lugares. (en Xaxier Velasco, “El infierno nacional”, Milenio, 01/04/ 2024).

Lo que sigue es hacer justicia castigando a los culpables y responsables sin mediar el rango y nivel de las personas involucradas en la tragedia de Ciudad Juárez. No basta sólo actuar con el eslabón más débil y último de tan desgraciado suceso: los carceleros que no abrieron el candado de las rejas para que salieran quienes estaban encerrados. Eso hablaría muy mal de México y de nuestro gobierno.

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