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miércoles, 1 mayo, 2024
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El sentido de la Cruz; el triunfo de la vida sobre la muerte

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Por: GERARDO ROMO •

En la Cruz Jesús clama: “Dios mío, Dios mío ¿por qué me has abandonado?” (Mateo 27:46).

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“En ese grito desde la experiencia de profunda soledad, Jesús no sólo se solidariza y se hace uno con todas y todos los olvidados del mundo, acompaña su dolor y lo elige, no para eternizarlo, sino para suprimirlo con la fuerza potente del amor” (Leonardo Boff).

El que sufre y el crucificado, por causa de la justicia de este mundo, es testigo de Dios, afirma Boff. Rompe el sistema cerrado que se considera justo, fraterno y bueno. Es mártir por la justicia, como Jesús y como todos los que lo siguen.

Descubre el futuro, dejan abierta la historia para que ella crezca y produzca más justicia que la que existe, más amor que el que está vigente en la sociedad.

El sistema quiere cerrar y encubrir el futuro. Es fatalista, juzga que no necesita de reforma y modificación. Quien soporta la cruz y sufre en la lucha contra ese fatalismo intra sistémico, carga la cruz y sufre con Jesús y como Jesús. Sufrir así es digno. Morir así es valor.

El mismo Boff diría: cambian los clavos, otros son los verdugos; la víctima sigue siendo la misma. “Cristo que es el crucificado que agoniza en los pobres, oprimidos y pequeños”.

El amor en Jesús y su muerte de cruz, es más fuerte que la muerte frente a la que el poder sucumbe. Por eso ha triunfado la cruz-fidelidad y la cruz-amor. A eso lo llamamos resurrección.

El teólogo brasileño propone no sólo preguntarse: ¿cómo murió Jesús?, sino, antes bien profundizar en el ¿cómo vivió?, ¿cómo asumió los conflictos de la vida?, ¿cómo acogió su caminar “hasta terminar de morir”.

“Jesucristo asumió la muerte, asumiendo todo lo que trae la vida: alegrías y tristezas, conflictos y enfrentamientos, por causa de su mensaje y de su vida”, afirma Boff. Jesús vivió en la congruencia del amor profundo.

Regresando la vista a los ciegos, comiendo con pecadores y publicanos, reivindicando el valor de la mujer, rescatándolas de las manos asesinas de las “buenas conciencias” que buscaban apedrearlas como medida de escarmiento de aquella sociedad machista.

Jesús curó a los leprosos, devolvió la vida a quienes estaban muertos, (como lo hizo con Lázaro), como lo sigue haciendo hoy.

Escogió a sus compañeros de camino entre pescadores que, para la sociedad de su tiempo, carecían de valor y reconocimiento, haciéndolos pescadores de hombres y constructores predilectos del Reino.  

Jesús desafió a las autoridades de su tiempo desde la sabiduría y la firmeza de quien habla y enseña “como quien tiene autoridad” (Marcos 1:22). La autoridad de la congruencia misericorde.

Jesús confrontó a los “doctores de la ley y sumos sacerdotes” que cargaban al pueblo de pesados deberes de la mano de la hipocresía y la “moral” cimentada en la mentira y la opresión para conservar privilegios terrenales.

Jesús es quien muestra al mundo la existencia de un Padre Bueno y de una madre que acepta la misión de Dios en medio de la adversidad con una fe y amor infinitos. “He aquí la esclava del Señor, hágase en mí según tu palabra” (Lc 1, 26-38).

Jesús experimenta la traición de sus discípulos e incluso la negación de Pedro, quien más decía amarlo y quien en el camino de Cristo al Gólgota, lo niega en tres ocasiones. Anunciar la cruz hoy, dice Boff, es empeñarse para que haya un mundo donde sea menos difícil el amor, la paz, la fraternidad, la apertura y la entrega a Dios, denunciando situaciones que engendran odio y división.

Implica hacer vida la solidaridad, la justicia en la familia, en las escuelas, en el sistema económico en las relaciones políticas, apoyar y participar en la gestación de las infraestructuras económicas, sociales, ideológicas, psicológicas y religiosas que hacen posible la justicia y la fraternidad.

La cruz de Jesús y su muerte fueron consecuencia de su compromiso por los desheredados de este mundo y que se nos invita a seguir, insiste el teólogo.

Predicar la cruz, advierte Boff, puede significar una invitación a un acto extremo de amor y de confianza y de total descentramiento de sí mismo.

Boff insiste:

  • Muchas veces tenemos que asistir al drama humano, silenciosos e impotentes, porque cada palabra de consuelo podría parecer charlatanería, y cada gesto de solidaridad, resignación inoperante. La garganta ahoga la palabra y la perplejidad seca las lágrimas en su fuente. Especialmente cuando el dolor y la muerte son resultado de la injusticia que dilacera el corazón, o cuando el drama es fatal, sin ninguna salida posible. Aun así, tiene sentido, contra todo cinismo, resignación y desesperación, el hablar de la cruz. 

La insurrección por causa de Dios y del otro, es resurrección. La muerte puede parecer sin sentido. Pero ella es la que tiene futuro y guarda el sentido de la historia.

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