Por: David Granados
Dime qué olvidas y te diré quien eres, nos advierte el antropólogo francés, Marc Augé. También nos dice que olvidar y recordar es similar a la función de un jardinero; ya que su labor implica una selección y cuidado. Siempre hay algo que podar y algo que regar con mayor empeño. Y creo que este ejemplo que utiliza el también etnólogo encuentra también su símil en el oficio del poeta, porque la poesía también vive entre esa tensión inevitable y ese diálogo necesario que hay entre lo que se olvida y lo que se recuerda.
Nos dice Antonio Gamoneda: El recuerdo habita en el olvido y el olvido perfecciona el recuerdo.
Hay una tensión y un diálogo entre lo que ya no está, pero sigue en nuestra memoria. Y para mí eso es Tristera, el poemario que nos atañe el día de hoy con el cual, su autor, Fernando Trejo, nos convoca a participar en esa conversación que tiene el autor con la ausencia, con la pérdida de su padre.
El poeta español, Luis García Montero, termina unos de sus poemas de la siguiente manera:
el poema
no nace del esfuerzo de hablar solo,
es la necesidad de estarle hablando
a una silla vacía.
Y esta silla vacía, en la Tristera de Fernando, bien puede ser una hamaca, un televisor que se encendió solo a medianoche, una butaca en una cancha de fútbol siete, un cuarto frío de hospital, una canción, un poema de Nicolás Guillén o el nítido recuerdo de aquel pequeño mundo que fue construido en el patio de la casa de la infancia.
Y es que dialogar con las ausencias parece nacer de la íntima necesidad de reconstrucción. Algo se ha derrumbado en nosotros y en nuestro entorno cuando hay una despedida. Lo que ya no es, el “nunca más” de José Emilio Pacheco, nos mueve a (re)edificar sobre los cimientos de la memoria, nos urge a recorrer aquellas rutas que ya nunca serán las mismas. Y Fernando nos invita a esa reconstrucción, en donde la poesía y la candidez de su lenguaje encuentran su sitio en esa tensión y complementariedad que hay entre los recuerdos y aquello que amenaza con ser olvidado.
El poeta se despierta cada día con una deuda nueva bajo el brazo, y Fernando Trejo de alguna manera (y seguramente de manera parcial), parece saldar esta deuda poética por la ausencia de su padre. Claro, estos versos serán tan solo un punto de partida porque después de la pérdida sólo nos queda aprender, y cito: Entonces mi padre es también aprendizaje, nos dice Fernando en el poema que abre su libro, Aprendimos sin él a comportarnos.
Y es así, desde el inicio hasta el emotivo poema final, en que nosotros, sus lectores, aprendemos también con el autor a comportarnos frente a la imagen del padre que ya no está, de aquel padre que halagaba tosco y mimaba áspero.
Mi padre murió en el 2006, a la edad de 54 años. El oncólogo y el cirujano le dijeron que tenían que ser muy claros con él respecto a su cirugía. Le advirtieron que había un 80% de probabilidades de que su cuerpo no iba a poder con la operación. Mi padre tomó el riesgo y las estadísticas hicieron lo suyo.
Y es por esto que, para mí, Tristera es también una convocatoria a la hermandad de todos aquéllos que nos quedamos atrás. Los poemas que conforman este libro nos hablan de aquellos años a los que uno puede volver, como quien saca sus recuerdos de una caja de zapatos que uno esconde bajo la cama. Nos habla de un presente que siempre parece incompleto, de la orfandad que se vive en nuestra propia paternidad, que ahora se (re)fortalece a través del abuelo que aún a pesar de su partida no nos deja caminar solos por esta ruta en donde la ausencia también se vuelve una fuerza creadora y creativa para afrontar los días que han de venir.
Creo recordar que, en una entrevista, Fernando Trejo respondió que este libro de alguna manera no debería de existir, pero sirva esta poética de la ausencia y estos versos tan íntimos como un recurso para todos aquéllos que seguimos aprendiendo a vivir con otro modo, como si alguien nos enchuecara la sonrisa, aún cuando vamos caminando con mucha tristera en los ojos.
David Granados, Monterrey, Nuevo León. Editor y poeta. En el año 2017 fue publicado en dos ocasiones por la Editorial Canto del Libro. Sus poemas y cuentos han sido publicados en diversos sitios online, como Carruaje de pájaros y Bitácora de vuelos. Algunos de sus poemas fueron traducidos al catalán por la Revista Poémame. En junio del 2022 ganó el primer lugar en la primera edición del Concurso Estatal de Poesía Arturo Mariño, organizado por el poeta y maestro Eligio Coronado. En el 2020 lanzó su librería online llamada Funámbulo, la cual está especializada en promover los títulos de las mejores editoriales emergentes de México. En el 2022 Funámbulo se convierte en Editorial, la cual lleva hasta la fecha 7 títulos publicados.