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lunes, 18 marzo, 2024
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Antimodernidad

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Por: ALBERTO VÉLEZ RODRÍGUEZ • ROLANDO ALVARADO FLORES •

En el número de Nexos correspondiente a octubre de 2022 aparece un artículo de Jesús Silva-Herzog Márquez titulado: “El totalitarismo perfecto”. Presenta una breve reseña de un libro publicado en español en 2012 titulado, al parecer, “El demonio de la democracia”. El mismo libro es reeditado en 2020 con el nombre “Los demonios de la democracia” por Ediciones Encuentro. Su autor es Ryszard Legutko, político polaco, ministro de educación en Polonia en 2007, eurodiputado por el partido “Ley y justicia” en 2009. Véase “Ryszard Legutko: el mundo no necesita católicos en la línea de Joe Biden, sino en la línea de Juan Pablo II” entrevista de Juan Pablo Serra en “El Debate” 13/11/2021. Silva-Herzog menciona la similitud trazada por Legutko en el libro citado entre la dictadura comunista y la democracia liberal. Según parece, ambos sistemas son “totalitarios” en el sentido que Hanna Arendt dio al término (aunque Legutko no la cita) porque intervienen en todos los aspectos de la vida, cancelan la libertad de pensamiento e imponen la uniformidad absoluta entre las personas. También identifican y repudian a los mismos enemigos: la familia, la comunidad, la religión. Para el autor de la reseña en Nexos Legutko se puede clasificar como “antiliberal” y su libro como “una de las formulaciones más provocadoras del antiliberalismo contemporáneo”. Tal denominación es insuficiente porque Legutko no sólo se opone al liberalismo, sino también al socialismo. Quizá una caracterización más completa sea la de “anti-moderno” porque repudia los programas salvíficos de la modernidad. Si se recuerda a Immanuel Wallerstein (“Después del liberalismo”, Siglo XXI (1998), México) a los antimodernos se les denominó “conservadores”, en tanto que a quienes procuraban el cambio y progreso sociales se les agrupó bajo los epítetos de “liberales” y “socialistas”, divididos a su vez en multitud de sectas, grupos, subgrupos. Legutko es antimoderno a la manera del “conservadurismo”, cuya pretensión es reestablecer el “viejo régimen”. Este consiste en la alianza entre la monarquía y la Iglesia. No es el primero ni será el último. Contrario a lo que pudiera parecer, como si estas clasificaciones remitiesen a un sujeto inmutable e idéntico a sí mismo todo el tiempo, las “ideologías” suelen ser cambiantes y oportunistas. Pueden ser construidas sociedades totalitarias en nombre del pueblo, o del líder supremo, e incluso del mercado como regulador perfecto del orden social. También el pensamiento conservador puede ser fuente de ideas progresistas si se le matiza sutilmente. Un ejemplo es Carl Schmitt, jurista alemán autor de un libro muy influyente titulado “El concepto de lo político” en el que desarrolla la definición de la política como antagonismo entre “modos de vida”, lo que la torna una cuestión “existencial” de los seres humanos. Esta formulación llegó hasta el concepto de “populismo” de Ernesto Laclau, para quien “en la medida en que haya política (y, si nuestro argumento es correcto, su derivado el populismo) va a haber división social” (“Populismo: ¿qué nos dice el nombre?” en “El populismo como espejo de la democracia”, FCE (2009), Argentina). Es decir: dondequiera exista confrontación, habrá populismo, porque sólo desde la construcción de un sujeto social podrá existir oposición a una política social, a una ineficiencia administrativa o a una forma de vida promovida desde el Estado. Schmitt es muy claro respecto de sus fuentes. Sus ideas están inspiradas en un pensador español casi olvidado: Juan Donoso Cortés, Marqués de Valdegamas. La obra fundamental del Marqués es “Ensayo sobre el catolicismo, el liberalismo y el socialismo”, donde dedica capítulos enteros a la refutación de las ideas de Joseph Proudhon e incluso comienza con una cita de éste, tomada de “Confesiones de un revolucionario”, que reza: “Es cosa que admira el ver de qué manera en todas nuestras cuestiones políticas tropezamos siempre con la teología”. Schmitt, en el capítulo tercero de su “Teología política. Cuatro capítulos sobre la doctrina de la soberanía” comienza con las palabras: “todos los conceptos de la teoría moderna del Estado son conceptos teológicos secularizados”. Donoso dijo que lo admirable era la sorpresa de Proudhon, y Schmitt le daría la razón por motivos distintos. De acuerdo con el español, y en concordancia con la doctrina de Santo Tomás, la política ha de toparse con la teología porque esta es la ciencia que todo lo abarca. Por su parte, el miembro de número de partido nazi razonó, o fingió razonar, que la negación de la teología es una premisa del periodo moderno, y adoptarla sin más es síntoma de una autocrítica defectuosa. Donoso intentó demostrar, mediante la refutación de las premisas socialistas, que no hay más salida que volver al viejo régimen. Schmitt ya sabía que tal cosa era imposible. Si el camino hacia atrás está vedado, queda la huida hacia adelante. Dado que los resultados de la modernidad no parecen estar a la altura de las fantasías de las diversas ideologías, se propone rechazarla. Porque contamina y mata el planeta, porque no provee riqueza para todos, porque discrimina a las diversas razas, porque no asume el papel de las mujeres. Así, el progresismo reniega de sí porque no pudo hacer el mundo a la imagen de sus sueños. Y en ese camino se encuentra con extraños compañeros de cama.

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