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viernes, 19 abril, 2024
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Las paradojas exquisitas de Paula Markovitch 

■ [Primera parte]

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Por: INELA SELIMOVIC •

La Gualdra 541 / Libros / Cine

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En su libro más reciente, Cacerías imaginarias (2022), Paula Markovitch plantea una aproximación estético-teórica multidimensional al cine y a la escritura desde una intimidad inimitable. El libro, ante todo, alberga la potente conexión entre palabras e imágenes al invitarnos a contemplar nuestro mundo y a sumergirnos dentro de ciertos procesos creativos de la cineasta-escritora. Las imágenes, según Markovitch, principalmente brotan de las palabras e inclusive de aquellas que están “cargadas de una misteriosa energía: al parecer podían derribar y sepultar, ahogar, separar. Incluso matar” (22). El acto de escribir, reitera Markovitch en una entrevista, genera la oportunidad para que prestemos atención al “texto que nace como un poema o un apunte literario, [que] puede propiciar una puesta en escena. Considero que los cuentos que escribo, son además, y al mismo tiempo, piezas para cine”. El cine y la literatura simplemente existen en una relación simbiótica e inquebrantable para Markovitch. 

Aparte de dialogar con Ingmar Bergman, Jim Jarmusch, Mike Leigh y Jean-Paul Sartre, entre otros, Cacerías imaginarias además reflexiona sobre las películas más allá del mundo latinoamericano que alertaron su arte, particularmente Happy Together (1997) de Wong Kar-wai, Stranger than Paradise (1984) de Jarmusch, Happy-Go-Lucky (2008) de Leigh, y Disgrace (2008) de Steve Jacobs, así como sobre algunos de sus propios largometrajes, especialmente El premio (2011), Cuadros en la oscuridad (2018) y El actor principal (2019). De esta manera, el libro abarca inquietantemente sus procesos de escribir, teoriza la importancia de sus no-guiones y expone algunos de sus poemas. En el poema “Dos abrazos” (2007), la cineasta postula la siguiente pregunta: “Si no hubiéramos nacido, ¿quién nos echaría de menos?” (98). Estos versos, más que nada, parecen reafirmar el hilo conductor de casi toda su obra, particularmente de la obra cinematográfica, producto a su vez de las paradojas apasionantes y el impulso poético. 

Lo poético, para los que ya conocen la obra fílmica de Markovitch, sostiene la complejidad estructural de sus películas. Según la cineasta, “elegí la carrera de cine justamente porque me daba la ocasión de escribir” (énfasis original, 25). Esta cita y los versos de “Dos abrazos” nos lanzan no solo hacia la profundidad de los mundos fílmicos de la cineasta-escritora sino también hacia las palabras de Andrei Tarkovsky (1932-1986) para quien la poesía, al filmar, significaba respirar y así ubicarse en el mundo de manera resistente para poder crear. En Esculpir en el tiempo: Reflexiones sobre el arte, la estética y la poética del cine (1996) [1984], el director ruso afirma que “[a]l hablar de poesía no estoy pensando en ningún género determinado. La poesía es para mí un modo de ver el mundo, una forma especial de relación con la realidad” (39). Esta sensibilidad de Tarkovsky, es decir, la manera de acercarse a la complejidad de nuestras realidades por el lente poético, se nota en la aproximación artística de Markovitch de maneras sustanciales. Los mundos singulares de Ceci en El premio, de Marcos en Cuadros en la oscuridad, y los de Azra y Luis en El actor principal se hallan perfumados de toques poéticos de manera sorprendente. Dichos mundos nos conmueven al revelar ciertas fuentes autobiográficas que los inspiraron sin ocultar sus temas universales. Las páginas de Cacerías imaginarias esclarecen que lo poético funciona principalmente para sugerir y, a menudo, alimentar las paradojas intersticiales en su obra. 

[Continúa la siguiente semana]

https://issuu.com/lajornadazacatecas.com.mx/docs/la_gualdra_541

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