Autora: Martha Araceli Hernández Córdoba
Residencia: Saltillo, Coahuila, México
A don Antonio Aguilar
la Parca lo anda buscando,
que se lo quiere llevar
a cantar al campo santo.
Flor Silvestre está enojada,
le ha gritado a la Catrina,
si necesita cantantes,
búsquelos en la cantina.
Cálmese, mi Florecita,
con usted no quiero nada;
de don Antonio Aguilar
estoy muy enamorada.
Asustado, dice Antonio,
por favor, busca otro amor,
ya que yo ya estoy casado
con mi linda esposa Flor.
Te voy a llevar conmigo,
tu voz me hace estremecer,
ya que yo no soy celosa,
y al cabo mi gusto es.
Por el amor a mi madre
yo te canto lo que quieras,
pero aquí me quedaré,
aunque tú de amor te mueras.
La Flaca es muy insistente,
le ha cantado albur de amor,
lo ha tomado de la mano,
separándolo de Flor.
Eres alta y delgadita,
y eso a mí me importa poco;
no me voy a ir contigo,
ni que estuviera tan loco.
Ya viene amaneciendo,
no me hagas más esperar.
Te vas a venir conmigo
al campo santo a cantar.
Ahí va Antonio ya muy triste,
la Parca se lo llevó,
y a su esposa le dejó
tan sólo un puño de tierra.