Autor: Fabricio Ramírez Rangel (FABRO)
Residencia: Estado de México, México
Ya llegó el Pachuco de Oro,
llegó sonriendo, llegó cantando.
En aquella vieja y humilde cantina,
ya lo estaban esperando.
La Catrina, sentada al final de la barra,
bien oculta entre las sombras.
El Pachuco entró sin preámbulos:
“Ya llegó su papucho, golfas”.
Catrina traía un mensaje,
debía llevarse al rey del barrio,
pero sabía que él no lo merecía,
a pesar de todo, era un buen ciudadano.
Le dijo: “¿Tons qué?,
cómo nos arreglamos, Flaca.
Más respeto—respondió Catrina,
aunque seas El rey del barrio, te voy a llevar.
“Rey del barrio pa’ los cuates, mano,
para ti ni muy muy ni tan tan, soy tin tan.
Catrina cayó en sus encantos, su peculiaridad,
Cantando y bailando, se fueron rumbo al más allá.
Se llevaron al más grande de todos los tiempos,
se lo llevaron, y en el primer intento;
es que en el inframundo morían de aburrimiento,
que requerían de su carisma y su gran talento.