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jueves, 25 abril, 2024
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Apología del joven al político

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Por: MANUEL ESPARTACO GÓMEZ GARCÍA •

La degradación de la clase política en México y en sus entidades federativas no es una casualidad, no es un asunto tan sencillo. Tal vez el origen pueda ser el culto que se le rinde al político, que aunque mal calificado y apestado, todas y todos (o por lo menos la mayoría) con los ojos cerrados se pondrían en los zapatos de él, para gozar de los privilegios que tiene esta casta dorada.

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La apología al político es un mal arraigado, complejo y contradictorio en nuestra sociedad, porque devalúa el concepto de raíces etimológicas griegas y desvirtúa el deber ser del ente.  Existe una gran confusión: una cosa es servidor público y otra, político. Claro, el político es un estado permanente del individuo. No se deja de ser político aunque no haya cargo de elección popular, pero cuando hay cargo de elección popular se es, evidentemente, servidor público también, pero en la faceta de “representante popular”, la diferencia entonces es, la vocación. El que no vive para servir, no sirve para vivir. Este último concepto es el ideal pero se ha viciado tanto el proceso y el sistema, que pareciera lo menos importante, ya no digamos el perfil, la trayectoria y el historial de buenas acciones hacia la comunidad, lo que hoy importa es colgarse de un padrino político y nadar las, a veces turbulentas, pero gratificantes aguas del servicio público sin vocación ni preparación. Lo que importa es llegar a ser regidor, de inicio, porque quién sabe, puede ser el comienzo de una larga y muy redituable carrera política… que la preparación y la capacidad esperen, ahora me toca a mí y no habré de de dejar pasar la oportunidad, pensarán muchos jóvenes y no tan jóvenes interesados en mejorar su bolsillo, de inflar su ego, de manejar un ladrillito de poder y marearse y no querer bajarse del volantín político, no importa que el primer acto de corrupción sea el aceptar un encargo público para el que no se esté preparado.

El párrafo anterior contextualiza el pensar de millones de jóvenes que, en el país, buscan una mejor y más rápida oportunidad de salir adelante. ¿Valido? Desde luego. Pero al corto o mediano plazo, los platos rotos los pagamos todos porque los malos resultados que habrá de brindar ese joven que idealiza a los políticos y a la política, los habremos de padecer todos.

Hay escuelas tan adelantadas y tan consientes de este fenómeno, que ya imparten carreras exprés para titular a los jóvenes como “asesores políticos” –válgame la chingada y disculpe la expresión-, como si la vocación de servir y los conocimientos se dieran por telepatía. Otra vez, lo de menos es la preparación.

Mientras redacto estas líneas viene a mi mente la similitud, guardando las debidas proporciones, del otro camino fácil, donde existen los mismos factores que en éste que estoy describiendo: El crimen organizado y la apología del delito, que ponen a los narcos como grandes hombres que surgieron de la nada, crecieron por su valentía y son grandes benefactores de sus comunidades… así de extrema la comparación que sí cabe al lugar. Tenemos generaciones de jóvenes desesperados que lo quieren todo y rápido porque son parte de un sistema que les enseña que el dinero es poder y el dinero con poder al costo que sea, puede financiar sus necesidades más primitivas y fisiológicas.

La materia, lo material es lo que se busca. Vivimos en un país en crisis permanente, aunque no se quiera reconocer, donde la brecha de desigualdad es cada vez más pronunciada, donde la repartición de la riqueza sigue haciendo a los ricos más ricos y a los pobres más pobres y tiende a desaparecer a la clase media, por eso en esta vorágine de sobrevivencia. La materia, el dinero, es lo único que puede salvarnos de una vida que tal vez estamos condenados a vivir bajo la condición de pobreza, por eso hay jóvenes que se resisten a morir con ese destino y harán todo por cambiarlo al precio que sea, obviamente tomando el camino más corto, sea cual sea. Porque además aquí hay algo fundamental, la carencia afectiva y económica con la que ha vivido el joven, se cubre con dinero y con poder, aunque sea ficticio porque hay huecos en el alma que no se pueden llenar ni con todo el dinero del mundo. Por esto, es urgente reestablecer el tejido social, porque estamos creando generaciones de mexicanos sistematizados para conseguir sus sueños a pesar de todo y de todos, y esto es sumamente peligroso.

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