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jueves, 28 marzo, 2024
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Sobre transparencia y rendición de cuentas (1)

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Por: Carlos E. Torres Muñoz •

El entonces Instituto Federal de Acceso a la Información y Protección de Datos, IFAI, editó la serie “Cuadernos de transparencia”, cuyo contenido deriva de este tema, la rendición de cuentas y su relación con otros tópicos de interés público, como democracia, partidos políticos, sindicatos, seguridad pública, etcétera.

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Cómo se sabe,  Zacatecas se enfrenta a la decisión de elegir a quiénes habrán de representarnos y administrar los bienes públicos en el próximo período gubernamental o legislativo. La intención a la vez de esta serie de participaciones que hemos titulado “Sobre transparencia y rendición de cuentas”, será exponer algunos conceptos derivados de estos documentos, con la finalidad de aportar ideas en torno a este tema que cada día cobra más importancia y que sin duda, debe ser un asunto central de la próxima campaña electoral.

Estarán numeradas sólo para llevar un orden, aunque éste no obedece al de los cuadernos citados, pues la intención es elegir aquéllos que subjetivamente consideramos de mayor trascendencia y potencial interés para el objetivo antes planteado.

Pues bien, arrancaremos con el Cuaderno número diez: Transparencia y democracia: claves para un concierto, del prestigiado académico José Antonio Aguilar Rivera, disponible en: inicio.ifai.org.mx/Publicaciones/cuadernillo10.pdf

Ha sido una actitud común en los servidores públicos formados en otra realidad, la de que la información es poder que se diluye si más personas tienen dichos datos, por lo que la protección de éstos se vuelve un asunto de fortaleza institucional y capacidad de maniobra para el control de los temas que tienen que ver con el ejercicio de alguna función pública. Derivado también de la conducta sectaria de la confrontación interna, la información ha adquirido un nivel de interés mayúsculo, por la costumbre aún presente de hacer uso de ella para beneficio político en una lucha por el poder.

Sin embargo se obvia, la mayor de las veces, que nos encontramos en una realidad diametralmente diferente a la de hace apenas unos años, con la revolución social y cultural que ha traído consigo el uso de las redes sociales y el desarrollo de las tecnologías de la información, lo que a su vez, permite la comunicación inmediata.

Por lo anterior, resultado interesante exponer algunos argumentos que ponen a la secrecía (opacidad) contra la publicidad (transparencia), en términos del padre del utilitarismo, citado por Aguilar Rivera:  Jeremy Bentham, dice este último: “Cuanto más expuesto está el ejercicio del poder político a un sin número de tentaciones, tanto más poderosos motivos conviene dar a los que están revestidos con él para desecharlas. Pero la vigilancia del público es el más constante y universal de todos ellos. El cuerpo del público forma un tribunal, u uno que vale más que todos los otros juntos”.

Lo anterior pareciera lógico, entendido y aceptado. Sin embargo la negación a la posibilidad de transparentar toda acción muchas veces tiene que ver con ése escaso margen que da a equivocarse, el que todos nuestros actos como servidores públicos, estén a la vista de la ciudadanía sin cortapisas. Se ha pretendido formar la idea de Gobiernos perfectos más que perfectibles, e infalibles, más que instituciones funcionales.

No se pueden hacer distinciones partidistas en estas características. Curiosamente aún no se entiende lo que Aguilar Rivera nos demuestra que Bentham, entendió desde los siglos XVII y XIX en Inglaterra: “Preparado para las tinieblas el mejor proyecto, causará mayor espanto en ciertas circunstancias que el peor bajo los auspicios de la publicidad. Pero ¡qué confianza y seguridad, no digo para el pueblo, sino para los mismos que gobiernan en una política abierta y franca! Póngase el gobierno en la imposibilidad de no hacer nada sin saberlo la nación; pruébele que él no puede engañarla ni sorprenderla, y se quitan al descontento de cuantas armas le hubiera sido posible dirigir contra el gobierno. El público devuelve duplicada a éste la confianza que él le manifiesta; pierde la calumnia su fuerza (…)”.

En otras participaciones hemos sostenido que la franqueza en la política, sin arribar al cinismo, ayudará a recuperar la confianza de la ciudadanía en la, cada día más golpeada, clase política por la sospecha que levanta la intención de muchos de vestirse de pureza moral absoluta.

No es el secretismo la vía para abatir los alarmantes números de decepción política, es la información a partir de una comunicación eficaz, sólida y creíble, la que permitirá que los niveles de gobernabilidad no sean obstáculo para alcanzar gobernanza. Ni siquiera sería políticamente redituable en estos términos confrontar a un gobierno que con eficacia informa de sus aciertos y con humildad asume sus errores. El costo de la franqueza, a la larga, es mucho menor, que el de la opacidad y la hipocresía.

Volviendo a la cita de Aguilar Rivera del filósofo inglés ya aludido: “no intento negar que una política secreta aleja de sí a veces algunos inconvenientes; pero no dudo de que ella a la larga los forma en mayor número que los impide; y que de dos gobiernos que caminan, el uno por las sendas del misterio y el otro por las de la publicidad; el último tienen una fuerza, valentía, y reputación que le harán superior a todas las disimulaciones del otro”.

Para todos los candidatos: sabemos que son seres humanos, no esperamos ni santos ni superhéroes, queremos ciudadanos que sean más como nosotros y nuestra realidad y menos como los personajes de los cómics y libros de historia de primaria. ■

 

@CarlosETorres_

 

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