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jueves, 28 marzo, 2024
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Per aspera ad astra

[Comentario al libro Clarice Lispector. Rostros, voces y gestos literarios]

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Por: JAVIER ACOSTA •

La Gualdra 505 / Libros

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“Escribir es una maldición de salva”, dice Clarice Lispector. No solo el deseo de escribir, también el de leer: la maldición que salva. El misterio consiste en que quien no lee o quien no escribe, quien no abriga ese deseo, no percibe el ambivalente halo de maldición y salvación que envuelve a la literatura. Quien haya leído obras como la de Lispector lo sabe; quien haya sentido el enigma de su escritura lo constata. Se trata de una escritura que fascina por su rotundidad y precisión en la misma manera que exige al lector internarse en alturas y profundidades insospechadas. 

Per aspera ad astra, decían los antiguos. Las alturas son escarpadas. Esta expresión nos avisa de los muchos rigores de la belleza, de las inclementes leyes que rigen la experiencia literaria, cuando nos es dado encontrarla. Dura lex, sed lex, “la ley es dura, pero es la ley”, aprendí en los pizarrones de la facultad de Derecho. La belleza es dura, pero es la belleza, se puede aprender de ciertos libros y de ciertos renglones, también de aquello que Lispector llama, con sencillez y nervio, la entrelínea de la escritura.    

Clarice Lispector. Rostros, voces y gestos literarios, volumen coordinado por Elsa Leticia García Argüelles, aborda a una figura estelar de la literatura brasileña del siglo XX, cuya presencia crece tanto entre el común de sus lectores, como entre la crítica. Se trata de un astro en fase creciente, que se desplaza hacia el centro del canon de la literatura latinoamericana. Como señala su coordinadora, el libro surge con motivo de la celebración del coloquio internacional “Clarice Lispector. Autoría, representaciones y recepción de su obra (archivos de la fundación Casa de Rui Barbosa)”, organizado a iniciativa de la misma doctora Argüelles en el año de 2018, bajo los auspicios de la UAZ y el IZC. El volumen reúne trece ensayos sobre la obra de la escritora brasileña desde distintas perspectivas críticas; pero desde una misma pasión por sus letras. De ahí que no sea un libro al uso de los estudios académicos o academicistas, sino que podemos encontrar una perspectiva celebratoria, que acompaña bien la interpretación, el análisis y la crítica de los colaboradores.  

El libro se divide en cuatro secciones, la primera destinada a la crítica genética en Brasil, concretamente a los archivos de la casa de Rui Barbosa; el segundo a la recepción y a la crítica en México a partir de los manuscritos de Lispector; otro a la representación femenina y al cuerpo en la narrativa lispectoriana; por último, una sección que ofrece aproximaciones a “otros rostros” de la autora. Mención especial merece la afilada elegancia del prefacio, escrito por Claire Varin. Va un fragmento: (Clarice Lispector) “participaba principalmente del misterio que nos atraviesa a todos, que en el existir toma la forma de los objetos más simples —una mesa—; más evidentes —un huevo—; de los animales más descuidados —las gallinas, que de pequeña sabía imitar—; los más odiados —las cucarachas”. (p. 15)  

Dentro de sus variadas perspectivas, una parte sustancial de la contribución del libro —sus dos primeras secciones— tienen que ver con la crítica genética, es decir, con el cuidado y el estudio de los archivos personales la escritora. En su ensayo sobre el manuscrito de Agua viva, la doctora García Argüelles establece el objeto y sentido de los estudios genéticos: “La crítica genética surge como una rama de la crítica literaria y los estudios de la recepción, línea de investigación que tiene como fuente de trabajo los manuscritos ‘privados’ del escritor, mientras que el libro pertenece al ámbito de lo público en términos editoriales y de recepción”. (p. 138)

Los manuscritos de Lispector se encuentran resguardados por la ya mencionada Casa de Rui Barbosa, institución brasileña ejemplar, cuya misión conservación y estudio es llevada a cabo por una de sus instancias, el Archivo-Museo de Literatura Brasileña fundado en 1972, según nos informa ampliamente Luis Felipe Dias Trotta en el ensayo que aborda la “trayectoria, prácticas y desafíos” de dicha institución. Los colaboradores de este libro que cultivan la crítica genética incluyen varias imágenes de los manuscritos de Lispector, que analizan con perspectiva crítica y hermenéutica. El estudio incluye también la correspondencia (como es el caso del estudio de Cesar Lima “Las cartas errantes de Clarice Lispector”), mostrando el camino íntimo y social de la escritora, ante la recepción crítica de su obra, así como el trato con las editoriales, comentado por la misma escritora en conversación con sus colegas. Por otro lado, el estudio del archivo personal de la autora permite tomar en cuenta la serie de posibilidades y las decisiones que debió tomar, lo que arroja una visión ampliada sobre la persona y la obra. Me detengo un momento en el ensayo de Eliane Vasconcellos que subraya la importancia del archivo del libro, es decir, de la suma de posibilidades que, como una nube de virtualidades, lo envuelve y le sigue dando vida al libro que, por ser publicado, de alguna manera está muerto. Tomo una cita de la autora. Le paso el traductor de Google, por aquello de los falsos amigos: “Para Clarice, el libro publicado es un libro muerto (Lispector, 1991). Y la misma autora, en 1975, declara: ‘Ahora he aprendido a no romper nada. Mi empleada, por ejemplo, tiene la orden de dejar cualquier pedacito de papel con alguna cosa escrita así como está’ y completa ‘Ay, Dios mío, rompí tanto’”. (P. 35) Eliane aclara, de manera breve y puntual, el valor del estudio del archivo de Lispector: “Así, por la ausencia de cierto tipo de material o por la presencia de otro, se puede establecer el programa de escritura de Clarice Lispector, su inquietud, conciencia reflexiva”.   

En su aproximación a los manuscritos de la autora, Elsa Leticia García deja ver que la atención al archivo personal es un asunto particularmente interesante en el caso de Lispector, ya que la escritora documenta las numerosas opciones que consideró en la preparación de sus obras, por ejemplo para decidir el título de sus libros, también en la selección de los epígrafes para el patrocinio comprensivo de su obra y del proceso creativo en su conjunto. La consideración es pertinente, ya que Lispector es, entre otras cosas, una concentrada pensadora de la escritura y de la subjetividad autorial: inquietante y profunda pensadora de la escritura, de esa maldición y salvación que entraña. Cito un concentrado pasaje de Leticia García sobre el carácter clarividente y desgarrado de Lispector (156): “Su inteligencia acompaña su soledad; su escritura se ciñe al silencio. Sus formas para convertir la ‘fealdad’ o el ‘error’ en algo creativo y bello, y su estética se solidarizan con palabras como misterio, extrañamiento, transfiguración, transmutación, soplo, pulsación, y contemplación de la palabra que se transforma en luz en medio de la sombra”. No puedo sino acudir a las viejas soldaduras de la memoria, que trae para mí los versos seminales del Anthem de L. Cohen, otro escritor judío y visionario: “there is a crack, a crack in everything/ that’s how the light gets in”.  ¿Qué se debe rajar, en el caso de Lispector? Leemos en La pasión según G.H.: “Lo indivisible solo me podrá ser dado a través del fracaso de mi lenguaje”. 

Los ensayos que se recogen en este libro se ocupan del doble significado de la entrelínea lispectoriana. El primero es el misterio de la escritura, es decir su posibilidad de remitir a lo “no-palabra”. El segundo significado es el régimen de la multiplicidad potencial, la virtualidad de sentidos que implica el proceso creativo.

 * * *

García Argüelles, Elsa Leticia, Clarice Lispector. Rostros, voces y gestos literarios. Universidad Autónoma de Zacatecas / Embajada de Brasil. México, 2021.   

https://issuu.com/lajornadazacatecas.com.mx/docs/la-gualdra-505

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