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jueves, 25 abril, 2024
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Todas íbamos a ser reinas

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Por: JÁNEA ESTRADA LAZARÍN •

Editorial Gualdreño 505

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Todas íbamos a ser reinas, es el nombre del documental estrenado el 25 de noviembre a través de la Red de Radiodifusoras y Televisoras Educativas y Culturales de México. La dirección, la fotografía y el montaje son de Yain Joel Rodríguez Alvarado; la producción y el guion estuvieron a cargo de Aurelio Carrillo; la fotografía aérea fue realizada por Emilio Reynoso; y el sonido directo, por César Rodríguez. Se trata de una producción independiente hecha en Zacatecas y muy bien hecha, además.

“Una mujer es asesinada cada dos horas en América Latina por el hecho de ser mujer”, así inicia el documental producido por Astronauta Films; la entrada nos avisa de lo que tratará esta historia de 30 minutos en los que se concentran años de concebir a la mujer como “un ser humano de segunda”, como bien lo dice una de sus protagonistas. La siguiente escena es nocturna: una bandera de México ondea mientras una voz en off recuerda el caso de Claudia, de 25 años, un feminicidio paradigmático por la saña con la que se llevó a cabo: tenía 8 meses de embarazo cuando murió a manos de su propio hermano; los detalles son escabrosos, incomprensibles.

¿Recuerda el corrido de “La Martina”? Un hombre “ofendido” lleva a la hija de regreso a casa de sus padres: “Suegros, aquí está Martina, que una traición me jugó”. El padre contesta: “Llévatela tú, mi yerno, la Iglesia te la entregó, y si ella te ha traicionado, la culpa no tengo yo”. El yerno la mata ante la mirada de sus padres. Esta normalización de la violencia es parte de una “educación sentimental” generalizada, y el corrido lo seguimos cantando. Asumir implícitamente que los hombres tienen el poder absoluto sobre las mujeres, como fenómeno cultural sigue dándose, y no solo por este tipo de canciones sino por otro tipos de prácticas cotidianas.

En el documental se cuentan historias como la de una mujer que narra cómo murieron su madre y su hermano a manos de la pareja de su madre; también el de otra mujer que habla de su relación con un hombre maltratador, ella afirma que establecer una relación con él fue “consecuencia de toda esa educación que había tenido durante años… de lo que yo veía con las mujeres de mi familia… era común que todas dijeran que el amor era aguantar, era sufrir, para todas era muy normal padecer una relación con un hombre”. 

El testimonio de una mujer integrante de la comunidad wirrárika es también demoledor, ella recuerda cómo a los 12 años estaba a cargo de sus hermanos, cuando el maíz para alimentarlos terminó y salió a buscarlo en el camino la encontró un hombre que ofreció llevarla a donde iba, pero la llevó a otro sitio “Yo tenía 12, él tenía 40… él abre la puerta… empieza a platicar que había fallecido su esposa, que si no quería ser su esposa, yo le digo que no, empecé a llorar”. No supo que lo que pasó había sido una violación, porque ni siquiera le quitó la ropa, ella pensó que “era normal”; los detalles de su entorno familiar, devastadores, hacen que imaginemos el por qué en ese momento ella pensara que lo que le pasaba era el pago “por ser mujer”. A esta historia le siguen más, igual de dolorosas.

La ciudad como personaje cubre estos testimonios de terror sobre hechos que continúan diariamente y que estas mujeres nos comparten con valentía, aún y cuando el dolor, la tristeza y el coraje hacen que paren por momentos “Siempre quiero creer que ya no duele”, dice una de ellas casi para finalizar, mientras enjuga sus lágrimas. “Para hacer un cambio hay que hacernos notar”, dice alguien más, mientras escenas de las marchas recientes en contra de la violencia contra las mujeres aparecen de fondo, porque esto “Sigue ocurriendo, y cada vez con más saña”.

Todas íbamos a ser reinas es un trabajo pertinente y bien realizado y más allá del buen recibimiento que en festivales auguro tendrá, se convierte desde ya en un referente de la memoria. Hay que seguir visibilizando lo que sucede, para prevenir las violencias, para combatirlas. Comparto con ustedes la letra de la canción final, autoría de Frida Rodríguez -cuyo máster fue hecho por Eugenio Enciso-: “Tendrá que llegar el día que dejen de culpar a aquellas que se atrevieron a soñar: la que sale a bailar, la que sale a luchar, todas las que salieron a trabajar. Nuestras voces uniremos, esto no lo merecemos, con la gente indiferente terminemos. Las que no están aquí, las que estamos buscando, a ustedes, a todas las seguimos nombrando, en el viento, en los libros, en los cantos y versos, y en todos nuestros logros por cumplir, y por sus sueños robados haremos sonar su ausencia, y a las que siguen aquí: yo sí les creo”. Yo también.

Que disfrute su lectura.

Jánea Estrada Lazarín

[email protected]

https://issuu.com/lajornadazacatecas.com.mx/docs/la-gualdra-505

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