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jueves, 28 marzo, 2024
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‘Del Holocausto y más…’ Ángel de la Muerte, el de la solución final. [Primera de dos partes]

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Por: Mauricio Flores •

La Gualdra 359 / Libros / Op. Cit

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¿Qué hay en las historias del Holocausto que siguen generando las más diversas recreaciones?
¿Alguien podría cuantificar el número de libros de ficción o no ficción publicados a la fecha, en diferentes idiomas y tradiciones, acerca de la experiencia?
Jean Améry, “escritor insólito pero considerable” lo llamó Jorge Semprún, escribió: “El que se ve inmerso en el dolor de la tortura siente su cuerpo como nunca antes. Su carne se realiza totalmente en su autonegación…”.
Nacido en Viena en 1912, de formación filosófica, Améry emigra a Bélgica en 1938, en los tiempos del Ansczhluss, la anexión de Austria por parte de Hitler.
Ya ahí será detenido por la Gestapo (por actos de resistencia) y torturado en la tristemente célebre fortaleza de Breendok, y deportado a Auschwitz “por judío”.
Autor de un gran número de textos, éstos no adoptarán “una forma narrativa, sino de reflexión filosófica, lúcida, austera, desprovista de engreimiento”, anota el mismo Semprún.
Tal vez de ahí, leer la sinceridad, la respuesta que como lectores seguimos teniendo a textos como los referidos.
Dos novelas recientemente aparecidas hablan de estos temas. La desaparición de Josef Mengele, de Olivier Guez, y El orden del día, de Éric Vuillard. Aquí algunas impresiones de la lectura de la primera, y de la segunda la próxima semana.

La “desaparición” de Mengele
La memoria será siempre nuestra tabla de salvación.
Abrazarnos a ella nos coloca en el camino para recobrar no sólo la libertad sino algo mayor: eso que llaman dignidad, dixit Semprún.
Así han sobrevivido millones de seres humanos a los peores espantos de la historia. Así escapó la humanidad del laberinto de horror al que la empujó el nazismo, y así también pudo llevarse a cuentas a varios de sus responsables.
Célebre fue el juicio en contra de Adolf Eichmann, iniciados los años 60, encontrado en Argentina por el Mossad israelí.
No sucedió los mismo con Josef Mengele, adscrito por Hitler a Auschwitz y donde llevaría a cabo inimaginables experimentos médicos con los ahí recluidos y uno de los principales ejecutores de la solución final, quien logró “salvar el pellejo”, en la misma para entonces colaboradora Argentina, al menos para aquellos temibles criminales de guerra. Una supervivencia que nos recuerda desde la novela Olivier Guez (Estrasburgo, 1974), en la premiada con el Ranaudot francés, La desaparición de Josef Mengele.
Fueron tres décadas las que vivió Mengele, el Ángel de la Muerte, como uno de los prófugos más buscados de la historia. Miembro de una acaudalada familia de Günzburg, desde muy joven se acercó a las SS, en su calidad de médico. Tras la derrota del fascismo, logra esconderse durante tres años en la campiña alemana, cosechando papas, para ser trasladado después a la Argentina de “provincianos, ambiciosos y revanchistas” del general Perón. Algo que pudo darse mediante la ayuda económica de su familia, la que continuó proporcionándole encubiertos pero suficientes peculios hasta su muerte, a finales de los 70.
Tras su arribo a Buenos Aires, cuenta de manera convincente la novela de Oliver Guez, Mengele se vinculó a actividades también ilícitas, aunque pronto entendió que lo mejor era llevar una vida discreta y aislada, tan sólo molestada por sus remordimientos más internos. Pronto una “criatura mítica”, Mengele va de Argentina a Paraguay y Brasil “aclimatándose” a su condición, e incluso se atreve a volver en un rápido viaje a Alemania, donde poco faltó para ser descubierto,
Serán la soledad del personaje, la carga de su pasado y las condiciones en las que se posibilitan sus jornadas diarias las que se estampen en La desaparición de Josef Mengele, una novela que retrata a un hombre que “duerme poco y mal”.
Y cómo no si en él perviven “las llamas de un horno crematorio, bebés agonizantes cuyos ojos están prendidos como mariposas en las paredes de su laboratorio, Eichmann en su jaula de en Jerusalén, un rabino de largos bucles rojizos que le disloca los huesos y lo arroja a la grasa humana hirviente”.
Ya identificado por las justicias alemana y mundial, revelados los tamaños de sus crímenes, Mengele entrará en una espiral de terror solitario, pero nunca de arrepentimiento. Su fascinación por el Führer sobrevivirá. Esa “misión embriagadora y titánica” consistente en “sanar al pueblo, purificar la raza, construir un orden social acorde con la naturaleza, extender el espacio vital, perfeccionar la especie humana”.
Demencias que todavía nos espantan: advertencia memoriosa que en gran tono novelístico nos regala Olivier Guez en La desaparición de Josef Mengele.

***
Olivier Guez, La desaparición de Josef Mengele, Tusquets, México, 2018, 250 pp.
* @mauflos

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