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jueves, 28 marzo, 2024
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El eco sonoro y cantarino de la plata

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Por: LEONEL CONTRERAS BETANCOURT •

Cuando comenzó a edificarse el Real de Minas de Nuestra Señora de los Zacatecas, la necesidad de mano de obra para el trabajo en las minas obligó a los españoles a traer indios de las tierras del sur. El poblamiento comenzó con moradores que no eran originarios del lugar, ésta al lado de una población flotante, característica de los reales de minas durante todo el periodo virreinal, sería otras de las peculiaridades de la muy Noble y Leal Ciudad de Zacatecas. Los naturales mexicanos, tlaxcaltecas y tarascos, formarían los barrios o pueblos de indios dentro de la ciudad, de Mexicapan, San José de la Montaña, Tlacuitapa, Tonala Chepinque y el Barrio del Niño.

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Además de los indios que eran los que entraban a los tiros de las minas a extraer de las entrañas de la tierra la plata, había en la ciudad españoles que eran la clase propietaria, negros y mulatos que por lo general eran esclavos. Estos últimos trabajaban en las haciendas de beneficio lavando, desazogando y planchando la plata. Sobre ellos se decía: “malo tenerlos, pero mucho peor no tenerlos”.

Los indios ya fuesen libres o “naboríos”, generalmente trabajaban por un jornal, integrados en cuadrillas. También se beneficiaban con la pepena, piedras concentradas de metal que los dueños de las minas les regalaban al terminar la jornada y que les servía para pagar el impuesto del “quinto real”, de la misma forma que los mineros pagaban el diezmo.

Por el año de 1781, entra las minas más ricas tomando como base al número de operarios que empleaban eran la San Acasio con 781 trabajadores, siendo 771 españoles; Quebradilla en la que trabajaban 551 obreros en su mayoría correspondientes a las castas y la de San José de la Cantera con 210 operarios, también en su mayoría indios, mestizos y mulatos. Sus dueños respectivos eran los acaudalados mineros y hacendados Manuel de la Borda, Ventura de Arteaga y Vicente de Ansa, (Fuente: Censo económico de 1781. AHZ. Fondo Ayuntamiento. Serie Reales cédulas y provisiones. Fojas 89-118. Año 1781).

Las 45 minas de la nómina del Censo levantado en el año referido, registra la existencia de 45 minas, que existían solamente en la ciudad de Zacatecas y su distrito aledaño. Cifra que no dan una idea de la importancia que tenía la minería en esta época. En ellas trabajaban 2 723 gentes, entre españoles y los pertenecientes a las castas. La mayor parte de los obreros formaban parte de este último grupo. Los puestos o cargos que desempeñaban los españoles (829) eran los de administradores, mayordomos o capataces, si bien no debieron faltar los obreros de pico y pala en la mina de San Acasio, en la que llama la atención el alto número de blancos que en ella se empleaban. Los de “piel quebrada”, por su parte, dentro de la especialización a que dio lugar la división del trabajo en las minas, trabajaban siendo asalariados libres, como barreteros, tenateros, barrenadores o faeneros. En lo que era el proceso de beneficio de los metales en las haciendas respectivas, se dividían en malacateros, sogueros y revoltureros.

Por este tiempo, resulta obvio que el minero más acaudalado era Manuel de la Borda, muy probablemente pariente de don José, uno de los principales magnates mineros al lado de los Fagoaga de Sombrerete, en la última década del siglo XVIII.1 Otros barones de la minería eran Ventura Arteaga, José Vicente de Ansa, dueño de varias minas; José Arizmendi y Rafael de la Piedras entre los más sobresalientes. Al parecer los mejores días de notables como el Conde San Mateo, ya habían pasado. Algunos miembros de la aristocracia minera formaron parte de la clase política con cargos en el cabildo y la caja real, además de combinar su principal actividad con el comercio, la agricultura y la ganadería. Un ejemplo de los mineros empresarios fue el ya mencionado Fagoaga.2

El Barón de Humboldt, en su ya célebre Ensayo político sobre el Reino de la Nueva España (Ed. Porrúa, Quinta edición, 1991) menciona que entre 1785 y 1789, las minas de Zacatecas, Fresnillo y Sierra de Pinos; alcanzaron una producción de 1 205 000 marcos de plata. Tal era la riqueza con la que la naturaleza dotó a las tierras coloradas zacatecanas, cobijadas bajo un cielo cruel escaso en lluvias (según el bardo jerezano). Además de estos centros mineros que lo mismo vivieron periodos de auge que de crisis, encontramos a Sombrerete que llegó a alternarse en importancia con Zacatecas en algunos periodos; Mazapil, los Asientos de Ibarra, Sierra de Pinos y Nieves. La riqueza minera del hoy ensangrentado por la violencia, del cosmopolita Fresnillo, despuntara en el siglo 19 con la famosa e inagotable veta argentífera del Cerro de Proaño.

Referencias:
1 Frederique, Langue, “Trabajadores y formas de trabajo en las minas zacatecanas del siglo XVIII”, en Historia mexicana, El Colegio de México, México, enero-marzo, 1991, N° 159, pp. 463-606.

2 Sobre los acaudalados Fagoaga puede verse el documento del ARHZ, “Cuaderno copiador de las cartas escritas al Sr. Dn. José María Fagoaga y su Señora Da. Josefa Ma. Por José Ignacio García Yllueca”. ARHZ, 76 fojas, 1816-1820. ■

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