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jueves, 18 abril, 2024

Muros de arena encierran al mundo

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Por: Carlos Martínez Assad •

¿De verdad hay que continuar deteniendo el paso a los migrantes? O aceptar que ya no vivimos el siglo de las migraciones, sino el de los intercambios permanentes debido a las necesidades del mundo actual.

En 2015, el año de la mayor crisis migratoria de nuestro tiempo, millones de migrantes que no habían muerto ahogados en el Mediterráneo en su trayecto de Turquía hacia Europa llegaron a la isla de Lesbos, encontraron otros obstáculos. Encontraron en la ruta a los Balcanes murallas metálicas, alambradas con púas hirientes para impedirles el paso, que estaban cerrándoles los caminos. En Hungría se anunció la construcción, en la frontera con Serbia, de una valla de 175 kilómetros de largo por cuatro metros de alto. Y en Endomeni se estableció el mayor campo de refugiados en Grecia, financiado por la política migratoria de la Unión Europea para impedir el paso a sirios, afganos, iraquíes, pakistanos…

Se tomaba el modelo de la antigua Roma, cuando se elevaron las murallas aurelianas a lo largo de 19 kilómetros para protegerse de las invasiones bárbaras. En las ciudades se construyeron fortalezas inexpugnables con torres para vigilantes. Una de esas portentosas barreras subsiste hasta nuestros días, es la Muralla china, con más de 21 mil kilómetros, para impedir el paso a los manchús y a otros pueblos de esa extensa región.

Constantinopla fue una ciudad inexpugnable por sus murallas y fosos hasta que el Gran Turco puso fin al Imperio Cristiano de Oriente. Jerusalén fue rodeada de altos muros en el fragor de las cruzadas, al igual que otras ciudades, como Alepo y Trípoli. Y en la región, apenas hace unos años Cisjordania fue circundada por una barda de 800 kilómetros. Es curioso que mida casi lo mismo que la que se ha construido entre la frontera entre México y Estados Unidos, aunque se ha vislumbrado la idea de que ésta cubra los más de 3 mil kilómetros que separan a los dos países.

Impensable que en la época moderna esas intenciones prevalezcan, y en junio de 2018 el presidente Trump propuso a través de Josep Borrel en su visita al Parlamento Europeo construir un muro a lo largo del Sahara para salvar a Europa de los migrantes. Ignoraba que ese muro ya existe. Va desde el norte de Marruecos hasta el Sahara Occidental y es de 2 mil 500 kilómetros.

Y ahora el muro más largo rodea la periferia de Argelia para contener a los migrantes que pasan por Mauritania, Malí, Nigeria, Túnez y Libia. Tiene 6 mil 700 kilómetros de longitud y entre dos y cinco metros de altura.

Debe ser fuerte la impresión para quien se ha aventurado a dejar sus tierras sorpresivamente, después de viajar días enteros bajo los ardientes rayos del sol, cuando el vehículo se topa con muros que surgen como las dunas, pero imposibles de franquear y no hay forma de hacerlo a pie. Ese es el obstáculo para quienes salen del África subsahariana y buscan pasar la frontera de Argelia. Por lo demás, ni los argelinos saben que un muro rodea completamente a su país.

Los muros no dejan de aumentar su largura. Así, Túnez y Egipto tratan de bloquear las incursiones armadas de Libia y han aumentado 200 kilómetros el muro en la frontera cerca del puesto fronterizo de Dehiba.

Un muro de hormigón a lo largo de la frontera turco-iraní pretende frenar la llegada masiva de migrantes que escapan de las cada vez más difíciles condiciones de vida en Afganistán. Y por las escarpadas montañas de la cordillera de Zagros miles de afganos quieren llegar a Europa a través de Turquía.

Quienes huyen buscan eludir los sitios peligrosos donde las autoridades tienen presencia, por lo que están dispuestos a pagar a traficantes que les cobran hasta mil 500 dólares para conducirlos a sitios supuestamente más seguros, donde sufren las temperaturas más bajas. Según Turquía en estas últimas semanas han llegado 46 mil afganos para sumarse a los 170 mil que ya tiene registrados. Por eso, en la provincia de Van, a los 15 kilómetros de muros construidos pretenden añadir otros hasta sumar 64, de tres metros de altura y 2.80 de ancho, antes de finalizar el año.

Y la Unión Europea contribuye a la eficacia de esos muros al financiar la construcción de 103 torres de control con sistemas de radar y cámaras a lo largo de esa frontera, logrando evitar el paso a 91 mil migrantes. De nuevo hace tratos con Turquía como tercer país seguro y para frenar la migración hacia Europa le ofrece 3 mil millones de euros, apenas 50% de lo que pagó con el mismo propósito en 2016.

Los muros que aparecen por todas partes han permitido ciertamente disminuir el flujo de los migrantes, pero también han dificultado o de plano impedido los intercambios comerciales, particularmente entre Argelia, Nigeria y Malí, haciendo más miserables a los árabes y tuaregs de la región. El problema es constantemente denunciado entre Marruecos y España, que aún con los muros de Ceuta –que miden ocho kilómetros, con 10 metros de altura del lado español y los dos del lado marroquí– algunas actividades comerciales se realizan. Siempre se le relaciona con la valla de Melilla, que con seis metros de altura recorre 12 kilómetros. Aunque sin duda contienen el flujo migratorio, no logran detener a hombres y mujeres ni impide que la policía los enfrente en refriegas que han dejado varios muertos y heridos.

Contra los muros de arena adosados con alambradas de púas, cuchillas y auxiliados en varias ocasiones con perros entrenados, los migrantes están impedidos de pasar y, en ejercicio de su libertad, buscar una vida mejor.

Para los europeos el Muro de Berlín –construido en 1961, en el contexto de la Guerra Fría, y que se mantuvo hasta 1989– se elevó con entre 3.5 y cuatro metros de altura y llegó a medir 43 kilómetros. Constituyó un atentado contra los derechos humanos de los alemanes, húngaros, checos, que no podían pasar a Occidente y contra su voluntad deberían permanecer en el Oriente bajo la órbita de la Unión Soviética.

¿Por qué en nuestros días no se genera un amplio rechazo a los muros que surgen por todas partes? ¿Por qué los derechos humanos dejaron de ser la prioridad y se impiden las entradas, sin observar la libertad de tránsito? El cierre de países se observa con naturalidad para protección y evitar que los otros, los bárbaros como les llamaron en la época de Roma, aspiren a una vida mejor.

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