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jueves, 25 abril, 2024
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Donde habita el olvido

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Por: Jorge Humberto De Haro Duarte •

Antes que nada, se debe aclarar que esta entrega no tiene nada que ver con la inmortal poesía del mismo nombre del gran poeta español, Luis Cernuda ni con la excelente pieza musical compuesta e interpretada por su autor, el cantautor español Joaquín Sabina; hoy habrá que mencionar un pasaje aparentemente insignificante de la vida de esta canterina ciudad y uno de sus suburbios, donde hay un lugarcito que poca gente conoce, pero que, quienes hacen de él parte de su vida, suele calar hondo o gratificar con alegría, según el estado físico en que se encuentre el lugar. Y aquí va la historia de esta trama citadina que afortuna, no causó, según parece, drama alguno.

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Sucede que este escrito estaba diseñado originalmente para hacer un reclamo a la autoridad municipal anterior y a la Junta Intermunicipal de Agua Potable y Alcantarillado de Zacatecas (JIAPAZ), porque, sucede que por allá en el mes de mayo o junio hubo un desperfecto en la tubería de aguas residuales en la esquina de la calle Julián Adame y la avenida Constitución, en la colonia Lomas de la Soledad. Por razones inexplicables la reparación se prolongó por mucho tiempo causando bastantes inconvenientes para los transeúntes y sobre todo para el tráfico que estuvo obstruido o limitado durante mucho tiempo. Después vino aquella temporada de lluvias que, como nunca, estuvo bendiciendo a esta entidad y a la capital del estado.

Una de tantas avenidas torrenciales obligó a que, en un callejón que da continuidad a la calle Julián Adame, comunicando a la Av. Constitución y la Av. Quebradilla con sus cincuenta y cuatro escalones, fue llenado de costales de arena. No sabemos si esta acción logró el cometido para el que fue diseñado, pero sí dejó, como consecuencia, un callejón intransitable lleno de basura de todo tipo que dejaron las riadas de la temporada de lluvias y, luego, algunas personas lo tomaron como basurero clandestino y otros, como excusado público, haciendo del callejón Homobono Guzmán, un tramo intransitable. Si alguien deseaba cruzar entre dichas avenidas, debía dar vuelta hasta la glorieta de Quebradilla o hasta el final de la cuadra donde comienza una rama de la Constitución.

En días pasados, indagando sobre la instancia a donde dirigir una queja, unas hormiguitas guindas del servicio público municipal, comentaron que todo el escombro, basura y suciedad había sido retirado del callejón y sorpresivamente, esto es cierto. Quedó muy limpio. Va un cebollazo de buena intención a la administración del gobierno municipal, a los Servicios Municipales y a la JIAPAZ por haber vuelto a dignificar el espacio. Enhorabuena.

Ya encarrerados, y después de la felicitación, va una solicitud de buena fe a las autoridades correspondientes: ¿por què no iluminar bien el espacio en toda so longitud, pintar bien las paredes o encargarles a los artistas urbanos que se inspiren con algunos murales artísticos, sembrar plantas, pasto y algunas figuras que desalienten a los infaltables cochinones a no arrojar ahí su basura, o mejor todavía, que la recojan cuando haya y la coloquen en espacios destinados para tal efecto. Siempre será grato detenerse ahí un momento a tomar un respiro, a que los jóvenes amorosos tengan un espacio para echar romance, a que sea un lugar agradable donde la gente que lo transite se sienta gratificado y no intimidado por atravesar un lugar tan lóbrego. Si se llevaran a cabo este tipo de acciones complementarias, se aumentarían los espacios de relax y sensación de confort en esta ciudad, donde, no todo es el Centro Histórico. Hay lugares como el mencionado, donde habita el olvido, que hay que regresar a la memoria social.

Ya para terminar y siguiendo el sentimiento poético que a este tecleador invade, va el poema que inspiró a este escrito: el poema de Luis Cernuda.

Donde habite el olvido

(Luis Cernuda)

En los vastos jardines sin aurora;
Donde yo sólo sea
Memoria de una piedra sepultada entre ortigas
Sobre la cual el viento escapa a sus insomnios.

Donde mi nombre deje
Al cuerpo que designa en brazos de los siglos,
Donde el deseo no exista.

En esa gran región donde el amor, ángel terrible,
No esconda como acero
En mi pecho su ala,
Sonriendo lleno de gracia aérea mientras crece el tormento.

Allí donde termine este afán que exige un dueño a imagen suya,
Sometiendo a otra vida su vida,
Sin más horizonte que otros ojos frente a frente.

Donde penas y dichas no sean más que nombres,
Cielo y tierra nativos en torno de un recuerdo;
Donde al fin quede libre sin saberlo yo mismo,
Disuelto en niebla, ausencia,
Ausencia leve como carne de niño.

Allá, allá lejos;
Donde habite el olvido.

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