La incontenible devaluación del peso frente al dólar, los góberes preciosos y su listado interminable de memorables hazañas, la estrategia irresistible de los ratones verdes, las austeras andanzas de la primera dama y algunos otros asuntos de trepidante actualidad hubieron de pasar a un segundo plano debido al Chapo, primero, y los heroicos juanes inmediatamente después; uno por su traslado subterráneo a la mitología y otros por sus cotidianas epopeyas en defensa de los mexicanos (Cienfuegos dixit), con el infaltable saldo de supuestos criminales abatidos, probablemente entre ellos algún párvulo de muy alta peligrosidad; proezas consumadas por los gallardos defensores de la soberanía nacional con riesgo de su vida, y no precisamente de su vida terrestre y pasajera, ya que suelen abatir a los presuntos culpables a mansalva, sino de su vida paradisíaca y eterna, lo que de ser posible sería aun más meritorio.
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Y hablando de gestas heroicas, a propósito de los civiles inocentes abatidos por el ejército en Calera se encuentran las opiniones divididas: aseguran unos que detenidos y procesados los criminales de uniforme una vez, como aseguran las autoridades militares que sucede, y tomando cuenta no eran los muertos parientes o amigos de la familia, y aun de haberlo sido el gobernador y la procuradora se darán por satisfechos; ya que eso de la justicia se sitúa, para que es más que la verdad, entre lo que no es lo suyo y lo que francamente no se les da; y estamos por otro lado quienes creemos cuando el ciudadano Alonso protestó cumplir y hacer cumplir la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos hablaba en serio, y no creía que su deber se agotaría en la coronación de las reinas de fiestas patronales; y confiamos por lo tanto no teniéndose en menos que el michoacano Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano en su momento, el Señor Gobernador Miguel Alonso se inconformará públicamente por la violación de la soberanía de su estado, y la criminal privación de la vida de sus gobernados, e instruirá a la procuradora para conforme la ley ponga a disposición de un juez de lo penal a los asesinos intelectuales y materiales.
Poco habremos de vivir si no sabemos de qué lado está la razón.■
