Recientemente se manifestaron algunas mujeres zacatecanas para dar a conocer, mediante una estrategia innovadora, a los padres de niños y niñas que irresponsablemente no han cumplido, o cumplen a medias, con la responsabilidad consagrada en la paternidad, es decir, la obligación legal de proveer alimentos a sus menores hijos. Cuando me refiero a “alimentos”, los abogados me entenderán, me refiero al cúmulo de conceptos como alimentación, vestido y calzado y salud, entre otros.
Los malogrados padres, ahora deudores alimenticios exhibidos en el tendedero de la plazuela de la caja en semanas pasadas, no son otra cosa que el reflejo de uno de los principales problemas que aquejan a nuestra sociedad, porque es así y justo ahí, en el no reconocimiento de la paternidad o en el no cumplimiento de las obligaciones, donde comienza el resquebrajamiento del tejido social. Concepto que hemos abordado en distintas ocasiones en esta columna porque soy un firme convencido de que solo con la reestructuración y revalorización de la familia, como célula primordial de la sociedad, se le puede abonar a tal recomposición que sentará las bases de una trasformación tan profunda, que nos ayude a acabar con el lastre de la inseguridad que tanto daño nos ha hecho como país. Es decir, estaríamos atacando de raíz el problema… y sin una sola bala. Sin embargo, este es un proceso que se estima gradual y lento, como lo son los cambios profundos sociales, por eso debemos comenzar cuanto antes para que la voracidad del problema no se coma otra u otras generaciones de mexicanos.
Pero, además, después de lacerar a la sociedad completa, directa o indirectamente, esta actitud deshonesta lastima profundamente a la mujer, la hace vulnerable, la estereotipa, la victimiza, le trunca su desarrollo y se crea una condición muy desfavorable e injusta para ella. Después de una relación sexual consensuada, si como fruto de ella se fecundara una vida, es responsabilidad completamente compartida durante el embarazo y después del parto, independientemente del vínculo que la pareja decida tener, independientemente de que la nueva vida haya sido producto de una noche de pasión, no hay acto sin consecuencia.
Es tal el malestar en la vida de la mujer que este acontecimiento genera, que se vuelve urgente la creación de un Padrón de Deudores Alimenticios Zacatecanos. Porque ha de ser por medio de la presión social, sin dañar sin fundamento la imagen de los hombres, que se hará justicia mientras la justicia misma duerme el sueño de los justos. Parecería que haber tipificado el delito en el código penal no ha sido suficiente, no hay la coerción necesaria o el debido proceso para castigar, que muy por el contrario, en lugar de bajar el índice de deudores, se escala el número exponencialmente. Resulta engorroso para las autoridades, atiborradas de trabajo con delitos de alto impacto, que buscar a los deudores se les hace ocioso, pero lo que en realidad sucede es que mientras se siga repitiendo como virus, la dinámica de procrear de manera irresponsable, es muy probable que los productos , es decir los menores, crezcan en un ambiente hostil y de carencias, y desde luego sin la imagen paterna, por lo que será un apetecible ingrediente para el caldo de cultivo delictivo que presenta nuestra sociedad para el crimen organizado. No quisiera generalizar, pero este es un ingrediente fundamental en el rompimiento del tejido social: las familias disfuncionales.
Soy de la idea de que, si una autoridad te tiene que recordar tus obligaciones como padre, luego entonces tu valor como persona se denigra. No podemos andar por la vida de manera irresponsable saciando nuestros instintos sin que haya consecuencias. Modesta y respetuosamente convoco a las y los Diputados a que generen la iniciativa del Padrón de Deudores Alimentarios de una vez por todas. Es por las mujeres… es en realidad por todos.
