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lunes, 13 mayo, 2024
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Editorial Gualdreño: 9 años: Nos siguen faltando 43

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Por: JÁNEA ESTRADA LAZARÍN •

Aquel 26 de septiembre era viernes, corría el año de 2014. En Zacatecas la feria acababa de terminar y yo escribía un editorial sobre Los Tigres del Norte y Los Ángeles Azules en el que analizaba los procesos de hibridación cultural, de las relaciones de fuerza y sentido abordadas por Bourdieu para explicar la estructuración de las sociedades; quería explicarme por qué ese tipo de grupos tenía tanta aceptación en un público conformado mayoritariamente por jóvenes en este país involucrado desde aquel entonces en una “constante vorágine de malas noticias relacionadas con la violencia, la pobreza y la desigualdad”; no imaginaba que en ese momento un grupo de jóvenes normalistas estaba a punto de protagonizar una de las más lamentables tragedias de las que tengamos memoria en México.

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Ese fin de semana comenzaron a circular las noticias relacionadas con la desaparición de 43 estudiantes de la Normal Isidro Burgos de Ayotzinapa, Guerrero, pero los detalles no eran del todo claros; incluso se especulaba que “tal vez los habrían detenido las fuerzas policiales”. Las noticias no corrían con la misma rapidez que ahora, no había transmisiones en vivo, el uso de hashtags para etiquetar no era tan común, y/o algo ocurría diferente a lo que pasa ahora porque de alguna manera parecía que, si bien los estudiantes habían tenido un enfrentamiento o algún problema con la autoridad, no pasaría a mayores. No hubo declaraciones oficiales en esos primeros momentos, pero conforme fueron pasando las horas la preocupación empezó a acrecentarse, no se sabía del paradero de los 43, pero habían encontrado a un normalista que los acompañaba: el cuerpo de Julio César Mondragón fue hallado con signos de tortura y le habían arrancado la piel del rostro. El verdadero horror comenzó ahí para quienes nos encontrábamos lejos y a cuentagotas empezamos a enterarnos de más jóvenes heridos y algunos otros más asesinados.

El 2 de octubre siguiente, acá los estudiantes salieron a las calles como cada año, hicieron pintas y gritaron consignas relacionadas con el acontecimiento de 1968, pero no acabábamos de dimensionar en ese momento lo que había ocurrido en Iguala, Guerrero. Como una especie de mecanismo de defensa nos resistimos a creer que fuera cierto que eso estuviera pasando en nuestro país, pero la cadena de dolor se iba haciendo más grande y más pesada. Los primeros videos en donde los estudiantes velaban el cuerpo de su compañero, otros con los testimonios de los sobrevivientes y con las peticiones de auxilio de las madres y padres desesperados porque no encontraban a sus hijos fueron la llamada más fuerte de atención las primeras semanas, porque la mayoría de los medios de comunicación no proporcionaba información clara, porque el presidente EPN no hacía declaraciones todavía -tardó mucho, por cierto- y porque los 43 estudiantes, jóvenes todos, continuaban sin aparecer. No aparecen todavía.

Dolorosamente recordamos ahora, a 9 años de distancia, los contingentes de familiares y normalistas que recorrieron todo el país para informar sobre lo sucedido, las movilizaciones de estudiantes y todo tipo de ciudadanos para exigir justicia… y también las frases de “Ya me cansé”, “la verdad histórica”, etc.  También recordamos la participación de especialistas argentinos y de la Comisión Internacional de Derechos Humanos para tratar de desentrañar lo ocurrido y acabar con la versión de esa “verdad” construida, pero, sobre todo, siguen en nuestra memoria los familiares de quienes no han dejado de buscar a sus hijos y continúan esperando certezas que les permitan descansar. ¿Dónde están los normalistas? El presidente ha dicho que compartirá con los familiares los expedientes completos del caso, con la información detallada de lo que ocurrió ese 26 de septiembre de 2014 y los días posteriores, y que esa información será dada a conocer sin ningún tipo de filtro ni censura. 

9 años han pasado y los consumos culturales han cambiado también. Si en 2014 se reunían en masa los jóvenes para escuchar a Los Ángeles Azules, ahora los grupos de moda interpretan sin ningún tapujo letras de corridos tumbados, o aquéllas que enarbolan la vida de lujos momentáneos obtenidos de actividades ilícitas y sus conciertos siguen reuniendo multitudes. La violencia sigue siendo la constante en la vida real y en ese tipo de contenidos musicales; había que actualizar el análisis de los procesos de significación involucrados para que este tipo de consumos tengan tanto éxito comercial en momentos como los que vivimos. 

Ojalá que algún día podamos conocer qué fue realmente lo que sucedió y que las familias de estos 43 estudiantes conozcan su paradero.

[email protected]

https://issuu.com/lajornadazacatecas.com.mx/docs/la_gualdra_591

 

 

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