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domingo, 16 junio, 2024
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La mentira “estratégica” PRIANRDista como propaganda electoral

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Por: BENJAMÍN MOCTEZUMA LONGORIA •

El derecho a saber con veracidad (artículo 6 constitucional) y la libertad de expresarse respetando los derechos de los demás (artículo 7) son garantías individuales y sociales que quedan borrados de un plumazo cuando, desde la esfera de algún ente público, se elaboran y aplican estrategias enfocadas a engañar, manipular y someter. Esa práctica, por sus implicaciones, constituyen comportamientos conservadores y antidemocráticos porque intenta que se vote por el método del engaño, atentan contra derechos y libertades. Organismos de derechos humanos y políticos de avanzada no han presentado iniciativas cautelares y sancionadoras a esa práctica que sobaja la inteligencia y el bienestar humano.

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Desde esa premisa, resulta repudiable que la alianza derechista, representada por el PRI-PAN-PRD, haya usado como estrategia central de su campaña la difamación, la calumnia, la mentira y el engaño. Esa concepción y praxis de la política va contra toda ética, moral y las buenas costumbres en una sociedad de nuestro tiempo. Es, además, una afrenta contra la dignidad ciudadana, toda vez que concibe que podemos, y debemos, ser objeto de imposiciones y sometimiento político por la vía de la mentira y el engaño.

No sólo ha sido Xochitl Gálvez, voz transitoria de nuestra derecha corrupta, sino también de los intelectuales orgánicos al régimen pasado quienes tuvieron el atrevimiento de equipararla con la Virgen de Guadalupe, de los jerarcas de los partidos que la registraron y de los oligarcas económicos que con mensajes de odio, mofa y desinformación, dirigen la campaña de una falsa indígena, falsa emprendedora, falsa ingeniera, falsa feminista, falsa demócrata y, después del 2 de junio, figura desechable por una derecha que pretende regresar a un modelo de sociedad que hace de la política, el influyentismo, el tráfico de relaciones entre la clase política, la corrupción y la impunidad una herramienta para concentrar riqueza, poder y supremacía social sobre el grueso de los mexicanos.

Debemos preguntarnos: ¿por qué, pudiendo hacer una campaña propositiva, la derecha y no solo su candidata, optaron por el ataque malsano, cargado de infundios y enfocados al descrédito, al miedo, la desconfianza, al desprestigio y la desesperanza? Se vé con el “estratega” político empresarial Claudio X González, en los dirigentes de los partidos de la derecha, en sus legisladores en la cámara baja, en la alta, igual en sus voceros de los monopolios de la comunicación, en sus boots y en la misma candidata (los mejores documentales son los 3 debates presidenciales).

Si se tratara de diferenciar los dos proyectos de nación, desde una visión de dignidad, podríamos señalar que el de la derecha es eminentemente clasista, interesados en la apropiación de la riqueza, pues sólo caben en su beneficio jerarcas políticos, oligarcas económicos, los intelectuales que les son orgánicos y los monopolios de la comunicación alineados ideológica y materialmente con ellos. El otro proyecto, que enarbola Claudia Sheinbaum es democrático, muy fusionado con los sectores tradicionalmente sacrificados, humanista, interesado en un mejor reparto de la riqueza y de mejoramiento de la calidad de vida.

Ya he señalado que la derecha es promotora de retornar a relaciones sociales basadas en las desigualdades dentro del país y que, en un hipotético y halagüeño logro económico, pudiera incrementar el crecimiento económico nacional (cuantitativamente contable como Producto Interno Bruto -PIB-) eso no es aplaudible porque, en su proyecto de nación, la mejoría se vería reflejado en la economía de los que más tienen. No existe interés ni vocación por repartir esa riqueza entre los poseedores y quienes la produjeron. PIB nos dice a cuánto asciende la riqueza del país, pero no da razón en manos de quien está. Así, conviven poderosos y pobres. 

Pero ese proyecto de nación también se replica en relaciones injustas entre México y las naciones poderosas. Estas últimas les importa mucho financiar, defender, apuntalar y dirigir la política nacional y hacia el exterior para replantar el patrón de crecimiento neoliberal que les asegura mantenerse como potencias económicas, en parte, por la apropiación neocolonialista de la riqueza nacional. Por eso, la Asociación de Mexicanos contra la Corrupción y la Impunidad, de Claudio X. González y Amparo Casar, es la fachada de un organismo que trabaja para los intereses extranjeros y que, a su vez, tiene una poderosa influencia en la estrategia y dirección de la campaña de nuestra derecha corrupta en la que la señora Xochilt es sólo una marioneta, una triste botarga desechable.

Ese proyecto no puede ser transparentado. No pueden decirnos que es socialmente injusto, explotador, excluyente y abusivo. Ocultan y justifican sus auténticos objetivos. Por eso, la derecha no propone mucho en esta campaña y ha optado por el descrédito, el ataque, la diatriba, el infundio, la mentira. Para ellos, la ciencia, la historia, la ética, el civismo y la información veraz son veneno puro.

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