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viernes, 29 marzo, 2024
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Porque Quiero y porque puedo (la falsa hombría)

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Por: JULIO CÉSAR NAVA DE LA RIVA •

Entre la ciencia, la política y la práctica

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“El verdadero poder consiste en saber que sí se puede, pero no se quiere.”
Jarvis, Juliet Alicia

Especialmente la sociedad mexicana, a diferencia de otros países del mundo, tiene arraigado esquemas de conducta intolerante y agresiva a personas débiles y mujeres. Aunque no es exclusivo de México sí se nos llama desde otras partes del mundo “el país del machismo”, porque sólo aquí tenemos la cualidad de querer proclamar a los cuatro vientos cuán macho se es.

La idiosincrasia mexicana, definida como el conjunto de características hereditarias o adquiridas que definen el temperamento y carácter distintivos de una persona, ha rebasado fronteras y somos todavía famosos por valentones y abusivos mexicanos.
Influenciados por nuestros ancestros, nuestras canciones y nuestras películas, al grito de “pero sigo siendo el Rey”, el macho mexicano actúa con total impunidad, siendo venerado, temido y obedecido ciegamente. Siempre desafiante con un afán de superioridad, presumiendo el “nunca rajarse”, siempre dispuesto a demostrar la capacidad para tomar y procesar alcohol, de someter a la mujer a sus órdenes, de tener conquistas sexuales y de abusar de los que consideran débiles, como lo hacía Fernando Soler cuando caracterizó a Don Cruz Treviño Martínez de la Garza en la película La oveja negra.

Pero el machismo tiene oculta una cara obscura y siniestra, donde las mujeres no son las únicas víctimas. Esta conducta heredada por la reproducción cultural que busca la dominación, la sujeción, la imposición y el avasallamiento, impide que la mujer se desarrolle y entre a la vida pública de una forma más fácil. El machismo y el abuso surgen en realidad de una forma para compensar la debilidad del que la ejerce, para ocultar la pesadumbre y la impotencia que siente y la representa con un despliegue de bravuconería. Psicológicamente hablando, el problema del machismo nace de la renuncia a lo femenino, y no de la afirmación de lo masculino como debería de ser en todo caso, por ello deja la masculinidad con identificación frágil o nula. Lo anterior genera que su principal motivación sea no admitir debilidad, flaqueza o fragilidad y por ningún motivo acepta ser visto como un enclenque o afeminado. Busca darle más valor al escrutinio y aprobación de los propios hombres, incluso algunos pueden llegar cobardemente a poner ese sentimiento por encima del propio respeto a la madre, que con compasión y ternura encarnada, les pide reflexionar ante sus actos
violentos.

Muchos en su interior saben que actúan mal pero jamás lo aceptarán ante otros y menos habrán de pedir perdón. Sin saberlo de forma inconsciente, quieren demostrar que no tienen rasgos de la madre y su búsqueda de aprobación la origina el miedo, les da vergüenza estar asustados y tratan a toda costa de no ser percibidos como homosexuales. Dicho sentimiento homofóbico los presiona a ejecutar actitudes exageradamente masculinas para asegurarse que nadie piense que ellos lo son.

En la actualidad se ha venido incrementando la crítica y el análisis del machismo en México y sus resultados que castran el desarrollo de millones de personas. Este símbolo de fuerza física y emblema de poder surgido de la escuela patriarcal y de origen ancestral, continua taladrando el nervio social mayoritario y el motivo indiscutible es porque toda la vida nos sentimos inseguros de nosotros mismos. Estudiosos del tema señalan que en una o dos generaciones más, quedará pulverizado el mito nacional del macho, vigente aún en amplios sectores de la sociedad y que ha impuesto el autoritarismo, la violencia física y daño moral.
Debemos pugnar por generar mayor sensibilidad y comunicación para cambiar la mentalidad actual del macho mexicano, tal vez no de todos los de la generación presente o de algunos de la pasada, pero sí de las nuevas generaciones.

Debemos desterrar las canciones retrogradas que hablan de los hombres como afeminados cuando ayudan a su pareja y de mujeres «cabronas» cuando no permiten ser atropelladas como se hacía en el pasado. Ni machos ni mandilones, únicamente el justo equilibrio que permita que tanto hombres como mujeres se desarrollen como el equipo perfecto que deben ser. Respeto a los que no tienen la misma fuerza física, porque el abuso sólo demuestra cobardía e intolerancia. Y que quede claro que la fama que tenemos fuera de nuestro hermoso país, de «bravos» no es positiva, es todo lo contrario, porque el mote de «macho mexicano» es un término racista o despectivo que es considerado como rasgo negativo de carácter, donde el cuerpo controla la cabeza y no la cabeza al cuerpo. El machismo es una falsa hombría que se fundamenta por las apariencias y la cobardía que se esconde detrás de los alardes. El hombre mexicano debería ser caracterizado por el valor, la generosidad, el estoicismo, por ser exitoso, capaz, confiable y que ostente control de sus emociones. Necesitamos hombres que se dejen guiar por la razón, la virtud y que sean imperturbables mentalmente.

No considero prudente exponer con firmeza estos pensamientos ante un «macho» ya que podría responder como tal, de forma agresiva y violenta, pero si podemos hacer difusión de este tipo de información y pensamientos para que sea de mayor dominio público y porque no, dejarlo impreso cerca de alguna área donde se desenvuelva un macho o mandárselo por mail para que al menos consideren sensibilizarse para que sus hijos no sigan con esta cadena maldita que se va heredando sin que lo sepamos. Gracias por su tiempo para esta lectura, nos vemos el próximo miércoles. ■

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