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viernes, 26 abril, 2024
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El festival cultural como medio de convivencia para la paz y el desarrollo

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Por: ALMA RITA DIAZ CONTRERAS •

Una inútil polarización de comentarios en redes sobre su realización o no, eliminó el necesario debate sobre la necesidad de institucionalizar el festival, cuya permanencia naufraga peligrosamente año con año, frente al dilema de su ejecución y la falta de presupuesto.

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No hubo fuerza suficiente de parte de los grupos organizados de la sociedad civil, del Congreso, del ayuntamiento, de la iniciativa privada ni de la comunidad artística para lanzar la iniciativa de que al festival se le otorgue un marco legal y un presupuesto etiquetado que permita difundirlo con anticipación, y con menos tensión de quienes lo organizan.

Después de 37 años de su creación, tras infinidad de altibajos que presenta y tras una crisis sanitaria de muerte y de miedo que, en menor escala, aún no desaparece, el festival cultural es un compendio de la pluralidad y la riqueza del patrimonio, que, al paso de los años, se ha convertido en un baluarte del anhelo colectivo y en una referencia imprescindible de la reunión familiar, así como un derecho ciudadano que el gobierno debe salvaguardar por encima de la adversidad.

El caso de Zacatecas se suma a la crisis de muchos otros festivales, no sólo de México y Latinoamérica, sino también de Europa, donde se supone que la cultura cuenta con mayor impulso gubernamental y los estándares son más altos, al menos niveles educativos más amplios y con más sentido crítico, no obstante, en el mundo hay crisis de recursos y de mecenazgo para el arte y la cultura.

De modo que la confección del festival de este año, es una reafirmación de la vocación cultural de Zacatecas que iluminó 1987, y que su propia gente hizo suyo para siempre, ya que, desde entonces, en la Semana Santa y la de Pascua, las familias se avocan a disfrutar y recorrer el espacio público, uno que está iluminado por una arquitectura magistral y un cielo índigo conmovedor.

Y lo hace con dignidad y excelencia: la programación es de calidad y diversa, muestra oficio y trabajo global, felizmente lo separa del populismo obvio que por mucho tiempo lo ha caracterizado, al presentar artistas comerciales de fácil consumo, desprovistos de espíritu y de identidad.

El Festival Cultural Zacatecas 2023 ofrece una propuesta multifacética, rigurosa y desafiante para el espectador, cumple con el requisito de invocación por la libertad a través del arte como camino viable para la construcción de la convivencia para la paz y la esperanza que se ratifique nuestro orgullo y nuestra identidad cultural como zacatecanos.

Del 1 al 15 de abril próximo, se podrán apreciar 250 actividades protagonizadas por más de dos mil artistas, cubiertas en su mayoría por creadores locales con trayectoria y por primera vez, la inclusión de grupos emergentes, lo cual podría ser significativo a futuro; una tercera parte está integrada por artistas nacionales y extranjeros provenientes de Cuba, Argentina, Canadá y China, entre otros para abrir la fiesta y romper el silencio, el tedio y la angustia.

A pesar de la inseguridad prevaleciente, la cultura es un importante instrumento para la paz y el desarrollo, por lo que esperamos se revaliden la fe y la confianza de que podemos mejorar sin ahogarnos en la incertidumbre social que tanto nos lastima por sentirnos en la indefensión y en la soledad.

Por otro lado, las medidas de seguridad y percepción de otras entidades foráneas sobre Zacatecas, dependerán de la estrategia en materia de seguridad y promoción turística de las instituciones responsables de ello, para mostrar el patrimonio cultural material e inmaterial que tiene el Estado, y que por supuesto, es superior y más fuerte que las difíciles vicisitudes que hoy lo enmarañan.

Importa mucho también, la actitud y la participación ciudadana de personas y grupos representativos que colaboran desde su trinchera por recuperar la imagen y su legado histórico, dado que, en este año, se conmemora el 30 aniversario de la inscripción del Centro Histórico de Zacatecas en la Lista del Patrimonio Mundial de la Unesco.

El meollo de todo esto, es entender que la cultura es un factor de desarrollo para mejorar el empleo y la economía, la educación y el progreso, a favor del bienestar colectivo, que quizá sea el mejor trayecto para combatir la pobreza y la violencia, que, ya para muchos, presentan problemas estructurales, difíciles de desarraigar.

Finalmente, esta nueva edición del Festival representa un noble acierto para el esparcimiento y el reencuentro familiar con nuestra rica cultura, asimismo, podría también ser una oportunidad para repensarlo en lo que resta del año, para resolver su marco legal, financiamiento, su traslado gradual fuera del Centro Histórico, su segmentación y distribución en inmuebles que superen la idea de que lo mejor está en Plaza de Armas y que sólo lo que se programa en ella,  define su éxito, una idea errónea que ha prevalecido a lo largo de su existencia, y que se derrumba si se revisa cuidadosamente la programación de exposiciones, teatro y ciclos de música en museos, plazuelas y templos.

Mucho por hacer y por vivir en estos tiempos de transición, pero hagamos lo necesario para reivindicarnos con fortaleza y convencimiento de que somos un pueblo fuerte y luchador, solemne y cálido, que necesita respirar y sentir el gozo del arte y la cultura universal.

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