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miércoles, 24 abril, 2024
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De las calles, para Palacio, sin amor. «Disculpen las molestias, esto es una revolución»

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Por: E. ANDREA ROBLES G. •

Desde los primeros delitos cometidos en Zacatecas y, que por un asunto meramente temporal, se le fincaron al actual gobierno estatal, la justificación de su cabecilla en ruedas de prensa, entrevistas y demás producciones audiovisuales, se vislumbraba el nacimiento de una línea discursiva que casi sonaba a pretexto, hasta que eventualmente -y de forma definitiva- se convirtió en justificación.

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La lista de los desaparecidos empezó a crecer y los cuerpos que cual péndulos, colgaban de los puentes; los sádicos mensajes en especie y en cartulinas se escaparon del control mediático del aparato gubernamental.

Zacatecas en noticieros estelares y el gobierno de la entidad sin estrategia, sin un plan definido, con una ratificación inicial y una serie de cambios al interior de los espacios burocráticos que operan de ocho a tres sin ningún contacto con la civilización más allá de la pendiente de Tierra y Libertad.

El llamado <<constitucional>> pasó de «la tres veces mentira» al silencio absoluto que a veces se vio interrumpido por una cabeza bovina que fungió como desayuno entre la nota roja matutina y la entrega de becas vespertina.

Las demandas sociales, las denuncias formales, la protesta en aire y tierra, pareciera ser evidente para todos los que pisen el suelo zacatecano, excepto para quienes despachan desde las oficinas localizadas en Plaza de Armas. Así, en medio de una de las situaciones más grises en la historia contemporánea zacatecana, la estrategia de comunicación frente a la ola de crímenes que, desde el semidesierto del norte, hasta las barrancas sureñas de los cañones, no se conoce y no se conoce porque no existe.

En una tesitura nada nueva en México, al mero estilo salinista, queda claro que no hay censura en el gobierno actual, simple y sencillamente porque la primera censura se planea entre el edificio A y las oficinas de la Avenida Hidalgo y es de la puerta para adentro. La autocensura es el móvil del aparato gubernamental que le permite estar firme para que los relojes checadores no se queden sin entrada alguna.

Porque los desaparecidos, los muertos, los profesores, los despedidos, los desplazados, ellos no forman parte de la nueva gobernarza; no hay espacio en las líneas blancas de la agenda para ellos. Allá en Ciudad Administrativa y en Palacio, aunque la atención sea limitada, mientras los vestigios de la voz colectiva organizada pinten el patrimonio y las cartulinas de demanda se adhieran al rostro de cantera, que no se le olvide a nadie que justo ahí es donde se hace la memoria colectiva. La conciencia histórica se escribe en las calles entre canciones y consignas, entre canciones, pronunciamientos y lágrimas. Ninguna batalla se ganó detrás del escritorio, ergo, hasta ahora, vamos dos pasos adelante.

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