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martes, 23 abril, 2024
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Por: LUCÍA MEDINA SUÁREZ DEL REAL •

Zacatecas llegó tan tarde a aprobar el matrimonio igualitario, que cuando lo hizo, ni siquiera fue noticia nacional o trending topic.

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Resultaba más noticioso que Zacatecas no armonizara sus leyes estatales en ese tema, a que diera ese paso ya jurídicamente incontrovertible y éticamente inexcusable.

Lo hicimos en el lugar 25 de 32 entidades, más tarde que aquellas de gobiernos aparentemente más conservadores como Aguascalientes o Querétaro, o de lugares con más presencia de pueblos originarios que a los ojos prejuiciosos podría serles más difícil de comprender la diversidad sexual.

Para darse una idea del atraso: San Luis Potosí, Nuevo León, Hidalgo y Oaxaca permitieron el matrimonio igualitario hace dos años; Chiapas hace tres; Nayarit, Colima, Michoacán, Morelos y Jalisco hace cinco años; Chihuahua hace seis; Quintana Roo hace nueve años, y en Ciudad de México el próximo marzo se cumplirán 12 años.

En ninguno de estos lugares se sabe que se prenda fuego a familias tradicionales, o se obliga a heterosexuales a casarse con alguien de su mismo sexo.

Esta experiencia acumulada lejos de significar un argumento para distinguir entre arcoíris y apocalipsis, sirvió en el Congreso del Estado como argumento para decir que no porque la Suprema Corte de Justicia de la nación lo ordenara, tendría que aprobarse el matrimonio igualitario en Zacatecas (inserte aquí su meme de “khe?”), pero afortunadamente eso, y los esfuerzos de postergar la discusión en nombre de la “legitimización” fueron derrotados.

La reforma por fin llegó después de tres intentos. Del segundo a este último ha transcurrido poco tiempo. Tan poco, que incluso tocó a algunos legisladores votar por segunda ocasión el mismo tema.

Apenas un par de años, pero se nota la diferencia. En actividades opositoras había si acaso poco más de una decena de personas. Nadie ni nada nuevo, unos cuántos sin mucha resonancia en los medios cuya principal aportación fue hacer notar algo que casi pasaba desapercibido.

La otra diferencia se vio en los propios legisladores que participaron en el debate. Algunos hablaron sin cortapisas sobre su vida privada, y ni en ese momento ni en los siguientes hubo burlas o el uso de ello como herramienta para la crítica política.

Escuchamos también la defensa de la reforma en algunos legisladores que van terminando la segunda o comenzando la tercera edad, y no excusaron sus fobias en la crianza que recibieron, presumiblemente más conservadora.

Escuchamos también razonamientos jurídicos que no daban lugar a argumentos de valores personales.

Sorprendieron los discursos de los diputados más jóvenes, algunos de los cuales casi no habían participado en los debates legislativos hasta ahora, probablemente por no tener una convicción definida como la que mostraron en este tema.

Uno de los mejores discursos fue el de la presidenta de la mesa directiva, quien argumentó que algún día veremos la prohibición de los matrimonios de personas del mismo sexo con la misma extrañeza y la misma vergüenza con la que ahora vemos la prohibición de que las mujeres votaran o la segregación racial.

Interesante también la única abstención de la sesión, pues el diputado González no se unió al voto en contra del resto de su fracción (PRI) y no repitió el voto que su padre dio en tal sentido en la legislatura pasada.

Esto no deja de contravenir las determinaciones del PRI en esa materia, según dio a conocer la exdiputada Isadora Santivañez, quien se disculpó públicamente por el actuar de sus compañeros.

Pese a la gran victoria que esta reforma representa, por lo mucho que tardó, y sobre todo por las implicaciones que tendrá para quienes verán sus efectos, estamos muy lejos de haber logrado lo suficiente.

Aún abundan las ominosas terapias de conversión, la violencia homófoba y las declaraciones discriminatorias hasta de autoridades o servidores públicos. Falta mucho, pero falta menos.

Lamentablemente, en la misma sesión donde se aprobó el matrimonio igualitario, a través de una “chicanada”, se revivieron las “herramientas legislativas” y se terminó de privatizar el servicio de recolección de basura en Guadalupe.

No es difícil pensar que fue intencional colocar en el mismo día una conquista social de esa envergadura para eclipsar otras dos iniciativas que contradicen los principios del grupo mayoritario que asegura obedecer eso de no mentir, no robar y no traicionar al pueblo.

Si fue así, nada qué discutirle al tema y al triunfo social. Pero tampoco eso significará indiferencia. En esos temas falta mucho y hoy falta más, pero en el camino andamos.

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