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viernes, 19 abril, 2024
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Francisco: Ecos de una visita

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Por: P. Aurelio Ponce Esparza •

Me ha sorprendido gratamente el efecto Francisco en nuestro país. Es de reconocer la impresionante labor de los medios de comunicación social en sus diversas plataformas sobre la presencia  del  Papa  en nuestro querido México. Los ecos de su visita siguen ocupando espacios importantes. Mesas de análisis, síntesis temáticas, columnas, declaraciones,  publicaciones en redes sociales, etc., no todo positivo, claro. Hay de todo. Pero el hecho es el espacio y la mención. Desde mi punto de vista eso es ya sumamente positivo.

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No sé si sea correcto hacer una evaluación de la visita, más aun, no sé si empresa tan ardua sea posible. Como reza el refrán popular: “Cada quien habla como le fue en la feria”. Sin duda que hay variedad de opiniones. Las que he podido rastrear en las principales plataformas informativas, eclesiales y no, son en general muy positivas.

Las opiniones van desde las más amarillistas y detractoras hasta  aquellas demasiado optimistas e ingenuas; de quienes echando las campanas al vuelo dicen que fue un éxito rotundo, hasta aquellas otras que resaltando los aspectos aparentemente negativos la califican de rotundo fracaso. Pero afortunadamente hay puntos más equilibrados y moderados que partiendo de análisis serios califican la visita como positiva y esperanzadora para nuestro país.

Considero que para intentar hacer una evaluación debemos partir de las expectativas, de lo que se esperaba de la visita, lo que se quería escuchar. Y es en este punto donde  surgen  opiniones tan diversas. En mi anterior columna mencioné que la vista del Papa era una oportunidad y que su mensaje se iba a centrar en el Evangelio, ni más ni menos. Dicho esto puedo decir con toda honestidad que la visita de Francisco a nuestro país fue muy positiva, creo que se cumplieron las expectativas.

Más allá de algunos detalles organizativos que dejaron mucho que desear y de los cuales el Papa no es responsable porque lo más seguro es que ni siquiera los supo,  la visita se vivió en un ambiente de tranquilidad, el pueblo de México mostró su amor a la Iglesia y al Papa, la fe fue la característica principal de los miles y miles que en las distintas ciudades sede se dieron cita para vivir un encuentro con su Pastor, sea en la celebración Eucarística, en los encuentros celebrativos o simplemente al verlo pasar por las calles.

Sus homilías y discursos fueron siempre una invitación a la esperanza, un grito de aliento para continuar la lucha, consejos de un padre que desde su experiencia de vida y de fe orienta a sus hijos. Sus palabras fueron siempre positivas, un llamado a construir y dialogar, a incluir y respetar, a perdonar y  sanar, y todo desde la óptica del Evangelio, con una visión positiva e integral del ser humano y una clara visión sobre su papel en la creación y su responsabilidad con la sociedad.

Tocó temas neurálgicos para la situación actual de nuestro país, denunció la corrupción de los políticos, la violencia de los cárteles, la mediocridad de los pastores, la tentación del desaliento que viven los jóvenes, el sistema injusto que genera pobreza y empuja  a la migración. Reivindicó el lugar de los pueblos indígenas en la construcción de una sociedad justa e incluyente, alentó a las familias a vivir su vocación, nos recordó que a la base de todos estos conflictos está la cultura del descarte, la tendencia a convertir al ser humano en objeto de compra-venta.

En cada escenario supo escuchar y dialogar, mostró con sencillez la belleza del Evangelio y recordó lo misericordioso que es Dios y lo mucho que espera de nosotros. Confirmó lo que todos sabemos: que México es una gran nación, que no podemos conformarnos con lo que hasta ahora tenemos, que es posible cambiar, que una sociedad más justa y solidaria es fruto del cambio de corazón de todos los que formamos esta gran nación. No todo es culpa de los políticos y no todas las respuestas están en lo que ellos hagan o dejen de hacer, cada uno es parte fundamental en el entramado de una sociedad tan diversa como la nuestra. Gracias Papa Francisco por tu visita, por recordarnos lo lejos que podemos llegar, por enseñarnos a creer en nosotros mismos, por mostrarnos con tu sonrisa la belleza del Evangelio. ■

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