14.7 C
Zacatecas
viernes, 19 abril, 2024
spot_img

Obama y los elefantes

Más Leídas

- Publicidad -

Por: VEREMUNDO CARRILLO-REVELES* •

Sus opositores subrayan sus defectos: pasmoso, torpe, asustadizo y demoledor en estampida. Sus simpatizantes sus cualidades: solidario, inteligente y arraigado a la “manada” (comunidad). Desde 1874 el elefante representa al Partido Republicano de Estados Unidos, la formación que hace unos días se hizo del control del Poder Legislativo, al convertirse en mayoría en la Cámara de Representantes y el Senado. Así, depende de los paquidermos el alcance real de dos grandes medidas anunciadas por Barack Obama, de especial interés para México: la reanudación de relaciones con Cuba y una acción ejecutiva que beneficia a 5 de los 11 millones de inmigrantes que residen “ilegalmente” en la Unión Americana.

- Publicidad -

Tras las votaciones intermedias de noviembre, en las que se eligió precisamente legisladores, y que materializaron una cantada derrota para los demócratas –el partido en el Poder Ejecutivo-, muchas voces se apresuraron a sentenciar que Obama estaría forzado a un retiro sigiloso, siguiendo los pasos de sus dos antecesores: el republicano George Bush y el demócrata Bill Clinton. Tal como al actual mandatario, los expresidentes padecieron resultados adversos en las elecciones intermedias de su segundo y último periodo de gobierno, por lo que disminuida su influencia se refugiaron en un discreto segundo plano. Pese al voto de castigo, Obama apostó ya, con los anuncios recientes, por un protagonismo inusitado para sus últimos años en el poder.

Aunque las medidas tuvieron la intención  de buscar reflectores, la espectacularidad está sumamente acotada en la práctica. La reanudación de las relaciones diplomáticas con Cuba, impulsada por el Papa Francisco con respaldo canadiense, no significa el fin inmediato del bloqueo económico que padece la isla desde hace más de cinco décadas. Si bien el paso es relevante, y representa un tanque de oxígeno para una Cuba que atestigua el colapso de su otrora principal aliado -el gobierno venezolano de Nicolás Maduro-, el trecho que resta es largo. Por una parte, quedan por resolver las indemnizaciones que reclaman empresas norteamericanas al régimen cubano; por la otra, el exilio anticastrista hará de todo por retardar la normalización total de la relación entre los dos países. Más allá de estos obstáculos, hay uno mayor e ineludible: solamente el Congreso está autorizado a levantar el embargo.

Algo similar ocurre con la medida tomada en materia migratoria. La mal llamada “reforma”, en realidad es una acción ejecutiva que no da solución definitiva al problema de los indocumentados: puede ser revocada tanto por el Poder Judicial, como por el próximo ocupante de la Casa Blanca de un plumazo. Lo que Obama anunció fueron modificaciones al marco legal para que una minoría de inmigrantes en situación irregular –menos de la mitad- pueda salir de las sombras y evitar la deportación inmediata. Los beneficiados deben cumplir una serie de estrictos requisitos y no obtendrán la ciudadanía de manera automática; de hecho, se pretende que muchos opten por volver voluntariamente a sus países de origen, una vez que tengan la certeza de no quedar impedidos para reingresar a Estados Unidos. Una verdadera reforma de fondo, que pudiera brindar garantías duraderas a la mayor parte de los 11 millones de indocumentados –de los que hasta 7 millones podrían ser mexicanos- depende de su aprobación en ambas cámaras.

Al dejar en sus manos los alcances de las medidas, el mandatario afroamericano pasó a sus opositores dos papas extremadamente calientes, de cara a un escenario político inmediato: las elecciones de 2016, en las que se disputan la presidencia, 13 gubernaturas, la cámara de representantes y un tercio del senado. Con la acción migratoria, los demócratas buscan recuperar la confianza del  influyente voto latino -representa ya 11% del padrón-; que fue decisivo en las últimas dos elecciones nacionales, y sobre el que amenaza con ganar ascendencia el Partido Republicano, entre otras cosas, por el desencanto generado gracias al récord en deportaciones de Obama.

Con el giro en la relación con Cuba, a su vez, los demócratas buscan afirmar el respaldo de inversionistas que sueñan la apertura completa de la isla, pero sobre todo ganar a influyentes asociaciones de agricultores y ganaderos -vinculadas tradicionalmente al Partido Republicano-, vía la promesa de la apertura a mediano plazo de un paraíso en el Caribe: Cuba importa 80% de los alimentos que consume; un mercado “a la vuelta de la esquina” que representa anualmente 2 mil millones de dólares.

Si los legisladores republicanos amplían las medidas, los demócratas podrán reclamar la autoría; si las rechazan, la factura será para los primeros. La verdadera trampa, sin embargo, es la discusión de dos polémicos temas que hasta noviembre estaban fuera de agenda. Para un Partido Republicano que experimenta desde 2009 el crecimiento exponencial de su sector más radical –el Tea Party– el costo puede ser tremendo; si bien ciertas posiciones de ultraderecha tuvieron eco en un electorado lastimado por la crisis de 2008, con la notoria recuperación económica, el escenario es distinto: lo que ayer emocionalmente era atractivo, hoy racionalmente es peligroso. En el ocaso de su mandato, Obama puso a correr a unos elefantes que, ante todo, tendrán que luchar contra sí mismos. ■

 

Twitter: @VeremundoC 

 

- Publicidad -

Noticias Recomendadas

Últimas Noticias

- Publicidad -
- Publicidad -