En mi pasada participación comenté que desconozco si existe alguna política o mecanismo, oficial o no, que promueva el desarrollo del rock, visto desde un enfoque cultural, ya que, aunque suene trillado, o a lugar común, estoy convencido de que el rock reúne todas las características que se le pudieran pedir para considerarse cultura. A reserva de aventurarme y equivocarme, y sin dejar de lado los esfuerzos que se realizan desde lo particular o lo colectivo, creo que el citado mecanismo es prácticamente inexistente.
Sé que se ha considerado un día al año para el rock en nuestra entidad, en el que se le rendía (o rinde) tributo a un personaje destacado en el ámbito. Lo recuerdo porque uno de los homenajeados fue mi Señor Padre, José Antonio Chew Fernández (d. g. m.). Y lo que me preguntaba era si es suficiente un día para festejar un movimiento cultural tan determinante en las últimas décadas. Honestamente, creo que no, pienso que el rock merece más apoyos y espacios de difusión, pero que tampoco se puede estar siempre a la espera de las ayudas oficiales, de dondequiera que vengan, aunque cuando lleguen sean bienvenidas. No, creo que los principales impulsores deberían ser los propios rockeros y los promotores o gestores culturales que disfruten de esta expresión artística y todo lo que la envuelve.
Mencionaba líneas arriba que no podemos dejar pasar como desapercibidos los esfuerzos que desde lo particular o lo colectivo se hayan realizado o se estén llevando a cabo, pero creo que se deben buscar más mecanismos y alternativas que proyecten no sólo a los grupos rockeros de todos los subgéneros y estilos, sino a todo lo que existe y se desarrolla en torno y con referencia al rock, entre otras cosas, exposiciones plásticas, literatura, cine, presentaciones discográficas, conferencias y mesas de reflexión, obras de teatro, muestras coreográficas o incluso expresiones aparentemente superficiales como pasarelas de moda y un largo etcétera. Todo ello ¿no hace del rock una cultura?
Por lo anterior, me parece insuficiente remitir al universo de posibilidades que representa el rock a uno o dos días, en los que se presenta un buen número de bandas a tocar una tras otra en jornadas que resultan más bien exhaustivas, y donde posteriormente se argumenta que se le dio apoyo a todos los grupos que expusieron debidamente sus proyectos y propuestas. Debemos tener en cuenta que en la Cultura no vale lo cuantitativo, sino lo cualitativo. Valdría la pena echar un vistazo a lo que ocurre en otras latitudes; por ejemplo, de momento me viene a la mente el Festival SXSW, que se desarrolla en Austin, Texas, y que se ha ganado un prestigio internacional.
Ciertamente, estamos hablando de un estado pudiente, perteneciente a un país rico, y eso nos llevaría a pensar que no valen las comparaciones, sin embargo, no me refiero a la infraestructura con que allá se cuenta o a la tecnología que se utiliza para la realización de sus programas. Reconozco que en nuestro entorno hay muchas limitaciones, pero sobra inteligencia, creatividad e imaginación, que son suficientes para ejecutar actividades interesantes. Además, allá participa la iniciativa privada, un sector convencido de que esos acontecimientos le reditúan importantes beneficios.
Por qué, en lugar de pensar en un Día Estatal del Rock, no se plantea la posibilidad de realizar un Festival de la Cultura Rock, en el que no únicamente se efectúen tocadas, que deben ser la parte fundamental, sino que también se desarrollen otras actividades como ciclos de cine, presentaciones discográficas y bibliográficas, lecturas de poesía, obras de teatro, coreografías, clínicas musicales, conferencias, mesas de intercambio de experiencias, exposiciones plásticas, homenajes a rockeros distinguidos y, por qué no, un concurso de rock en el que participen autoridades prestigiosas en la materia. En fin, las que menciono son tan sólo algunas posibilidades de lo que se podría desarrollar si se llevara a cabo un festival de esa naturaleza que, además, con una adecuada difusión, podría convocar una importante afluencia turística. Estoy consciente de que mis ideas suenan tan sólo a buenas intenciones, pero estoy convencido de que no soy el único que ha planteado dicha posibilidad.
No digo que este Festival deba estar totalmente auspiciado por las autoridades oficiales, aunque todo patrocinio es bueno y necesario, pero nunca suficiente; me refiero a que en él puedan participar también otras instancias y la propia iniciativa privada, y donde se escuchen todas las voces y las propuestas para ponerse a consideración, cubriendo así, en la medida de lo posible, todas las expectativas. En esa fiesta, los principales protagonistas serían los grupos locales de rock, pero cabría la posibilidad de invitar agrupaciones de otros lados con una trayectoria reconocida, insisto, de todos los subgéneros y estilos. Durante esos días, nuestra ciudad se convertiría en la capital mexicana del rock, y con una buena organización y logística, que se tiene en Zacatecas, los visitantes se quedarían con las ganas de regresar y, sin duda, nos recomendarían.
Entiendo que no es fácil, aún persisten muchos prejuicios en torno al rock, pero creo, a partir de experiencias vividas en conciertos de gran magnitud realizados aquí, que nuestra entidad está a la altura. Contamos con bellos escenarios naturales, como lo son nuestras plazas y plazuelas, mismos que envidiarían en cualquier parte del mundo; tenemos lo que se necesita. Ese Festival, a la postre, adquiriría el carácter de internacional, y podríamos seguir contando, como ya lo hemos podido ver, con artistas de la talla de Yes, Ill Balletto di Bronzo, Yann Tiersen, entre otros tantos que de momento se me escapan. En fin, tenía ganas de comentar estas sugerencias, y, pues, tengo el privilegio de hacerlas públicas en este espacio. La propuesta está en el aire, el que tenga oídos para oír, escuche. Si es chicle pega y si no, despegado estaba.
