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viernes, 19 abril, 2024
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Un proceso equívoco

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Por: ALBERTO VÉLEZ RODRÍGUEZ •

Resulta interesante notar que, el pasado 11 de mayo de 2023, tuvo lugar una jornada electoral para determinar al secretario general del Sindicato de Personal Académico de la Universidad Autónoma de Zacatecas (SPAUAZ). Tal órgano carece de capacidad de defender los derechos de sus agremiados, en particular, porque sus líderes se resisten en modificar los estatutos y el contrato colectivo. Sin embargo, debido a los millones que resguardan las arcas de la Fundación, para mejorar la vida de los docentes, tiene el papel de “estabilizador” de las finanzas universitarias. Curioso es enfatizar que esos recursos parecen no estar bajo el control de los sindicalizados, porque, sea para prestarlos a la rectoría o negárselos, nunca se consulta a los supuestos dueños del dinero. No es tampoco desencaminado que, así como no se respetan los ordenamientos jurídicos, de manera cotidiana, el proceso electoral del pasado 11 de mayo sea un tanto equívoco. “Equivocar”, según el diccionario, significa tomar algo por otra cosa, lo bueno por lo malo, lo incierto por lo cierto, lo injusto por lo justo. Desde lejos, la magnitud del equivoco visual aumenta, así que desde esa metáfora de la lejanía espacial se puede echar un vistazo al proceso electivo del SPAUAZ. Lo primero es un voto que el notario atribuyó al error de los votantes, y sin mediar ley alguna, lo ajustó de acuerdo con su propio criterio. Según parece, en una casilla apareció un voto de menos, y el dador de fe predijo que aparecería en la siguiente. Y así fue, tan certero en su tino que, en la urna contada en sucesión, hubo un voto de más. ¿Cómo es esto posible? Dada la organización de la recepción de votos, tal situación es imposible. Veamos por qué. Un votante llega a una casilla y deja su credencial de elector, se va a la mampara para ejercer su voto en secrecía, y retorna a la mesa donde dejó su tarjeta. Pero al parecer alguien olvidó dónde dejó su documento de identificación y se fue a otro lado, y ahí, ante la atónita mirada de los funcionarios de casilla, depositó su voto. Y después, feliz, se regresó a la casilla donde dejó su credencial y la recogió. Y este evento ocurrió ante todas los presentes. ¿Y si las cosas no fueron así? Debió quedar asentado que, en una urna faltaba un voto y en otra sobraba. Algo más fue notorio: los funcionarios de casilla dejaron su valiente labor y se fueron a desayunar. Alguien consideró prudente ofrecerles una comida para que abandonaran su labor de vigilancia del proceso y se deleitarán con sabrosos manjares gratuitos. ¿Pudo, en ese lapso, haber alguna anomalía?, ¿llenado de urnas? No se sabe, pero dada la ínfima diferencia entre el primero y el segundo lugar, es muy probable que eventos de tal naturaleza hayan podido alterar decisivamente el resultado electoral. Dos votos son un resultado muy inestable, y más si se anulan los votos de los varios, muchos, funcionarios de la rectoría que decidieron sufragar. Por lo que se ve, en el SPAUAZ siempre está en riesgo la voluntad de las mayorías en favor de las triquiñuelas de los conspiradores en las sombras. Una integración del padrón poco fiable, correos electrónicos enviados a los docentes a sus direcciones institucionales en abierta violación de los datos personales y de las bases del proceso. ¿Cómo alguien consigue las bases de datos de los universitarios, así como así, para fines electorales? De nuevo, un proceso equívoco, donde lo malo se toma por lo bueno, y cualquier fin justifica los medios. Muchos consideran delirante que un voto, contado con dolor como bueno, haga mella en un proceso ya calificado de “ejemplar”. Tales certezas son parte del funcionamiento de la legitimación ideológica de unas elecciones que requerirían un análisis más detallado porque así por encima muestran grietas, la presencia de la patronal, el accionar del fraude o, de plano, la incapacidad. Sin embargo, tal análisis se complica porque los paquetes electorales no tienen carátula, las actas de escrutinio y cómputo no aparecen. ¿Cómo remediar algo ahí? En otras palabras, desde lejos, aparenta ser una elección donde las irregularidades abundaron. ¿Mala fe o simple ineficacia? En una entrevista concedida por Félix Guattari a Arno Munster, en 1973, para el “Frankfurter Rundschau”, a propósito de la aparición de “El anti-Edipo”, el cómplice de Gilles Deleuze declaró: “Detrás de Marx y Freud, detrás de la marxología y la freudología, se ubica la realidad de mierda de los movimientos marxistas y psicoanalíticos. Ahí es de dónde se debe partir y a dónde se habrá de volver” (véase “La révolution moléculaire” 10/18, 1977, París). Tales palabras no tienen la fama que merecen, y la imagen, el medio por el que Guattari trata de desmontar la sólida pátina ideológica, es tan equívoca como precisa. El “estado de mierda” al que el capitalismo reduce todo es esa situación en la que cada uno debe sacar su parte de manera privada y culpable. Aquí, “privado” es sinónimo de los grupos políticos. Ante los sindicalizados está siempre un grupo que los mediatiza. El 11 de mayo presenciamos el choque entre esos grupos, no entre el patrón y los agremiados.

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