A gritos y sombrerazos, al más puro estilo mexicano se aprobó la reforma judicial. La reforma madre o la madre de todas las reformas. del paquete que dio a conocer el presidente en el aniversario de la Constitución de 1917. López Obrador ve en esta reforma la piedra angular de un nuevo régimen que sin necesidad de elegir un Congreso constituyente cambiara la Carta magna hasta desfigurarla y tener una nueva Constitución una vez que se apruebe todo el paquete. Con ella se busca acabar con la corrupción según se nos ha manejado. Cortar de tajo los amparos que obstruían los acuerdos legislativos y vetaban las iniciativas de ley del presidente. Corrupción que solapa y exime de culpa a criminales liberándolos, que ampara a evasores de impuestos e intereses de magnates. Con ser buenos los propósitos que llevaron a aprobarla, la reforma del poder judicial parece que será insuficiente mientas no se reforme totalmente el sistema judicial comenzando por los ministerios públicos y las fiscalías. También se requiere para que la justicia sea expedita de más presupuesto y capacitación a los que la procuran y ejecutan. La nueva reforma pareciera que se rigió por la consigna de: tumba la cabeza (ministros, magistrados y jueces) que el cuerpo (empleados) cae solo. Ahora lo que procede será elegir en las urnas en 2025 a los funcionarios del aparato de justicia mediante un sistema barroco para depurar la lista de candidatos y optar con sobre una larga lista de candidatos y cargos sobre los que los votantes no sabemos quiénes son ni conocemos su trayectoria. Se contempla además instalar un tribunal de disciplina para castigar a los juzgadores remisos y descarriados.
La reforma en cuestión se aprobó con un traidor que se sumó los dos que ya habían dejado al partido del Sol Azteca, y uno más sospechosamente desaparecido. Lo que pudimos ver el pasado martes fue un episodio que retrata fielmente el primitivismo y lo arcaico de nuestra todavía no madura ni civilizada democracia. Lo que se vivió en sendas sedes del Senado, la de la Av. Reforma y la de la calle Xicotencatl nos recuerda los peores momentos del PRD tribal con portazo, penetración violenta al recinto senatorial y toma de la tribuna por parte mayoritariamente de jueces y empleados del poder judicial exigiendo que los senadores los escucharan y al no conseguirlo, con su accionar violento buscaron impedir a toda costa que se aprobara. Lo ocurrido el martes y hasta la madrugada del miércoles recién pasado fueron escenas en las que se mezclaron rasgos de un sainete y de una tragicomedia en la que la parte feliz correspondió a Morena y aliados y la tragedia aderezada con rabia e impotencia la sufrió la oposición.
Quienes mostraron resistencia, senadores panistas, priistas y de MC con sus aliados los jueces y sus empleados tenían sus razones y argumentos. Entre los inconformes no faltaron seguramente aquellos que consiguieron el empleo por medio de prácticas corruptas. En el sistema judicial mexicano impera el nepotismo. Funcionarios de ministros para abajo incluidos magistrados y jueces. Van unos datos duros: “… 85.4 de los magistrados y 67 por ciento de los jueces tienen familiares en el poder judicial y hay personas que acumulan hasta 26 familiares trabajando en la misma institución…”, (véase a Juan Pablo Becerra Acosta, en La Jornada, 11/09/2024). Nepotismo vil y un corporativismo de lo más arcaico y grosero. Universidades y demás instituciones educativas en las que caciques, caudillos y directivos que se asumen como sus dueños se les quedan cortos a los jueces rodeados de sus parientes.
Según la crónica de los medios a los Yenes, padre e hijo les hicieron manita de puerco. Les leyeron la cartilla sobre acusaciones y cargos reunidos en expedientes judiciales. Vía presión y chantaje los conminaron a representar sus papeles teatrales. El hijo senador ya con el fuero, no se presentó a la plenaria y fue su padre el saltimbanqui que en el PRI sirvió a Elba Esther Gordillo y después brinco al PAN para que lo hiciera gobernador de Veracruz, siendo su suplente tomó su lugar, llegó a la sesión a intercambiar acusaciones en un pleito de molineras con el líder del blanquiazul. El hijito desde temprano avisó que estaba enfermo, pero previo a la votación ya aliviado, llegó a su escaño y pidió el uso de la tribuna para fijar su posición y declarar ante el abucheo e insultos de sus correligionarios que votaría en favor de la reforma. Mientras los senadores nos mantenían en vilo sobre si se aprobaba o frenaba la nueva ley de justicia, se supo que otro senador campechano de apellido Barreda de MC también con acusaciones judiciales, en lugar en lugar de estar en la Cámara de senadores se encontraba en Campeche acompañando a su padre citado en un Ministerio público. Con ese escenario lo que siguió fue ver como Morena echó a andar la aplanadora de votos con el presidium tomado por panistas vociferantes y encabronados.
El desenlace terminó siendo que Morena y sus aliados que requerían solo de un voto lo consiguieron recurriendo a las peores practicas priistas de la presión y el chantaje sobre unos pillos y la ausencia de un senador más, restándole dos representantes a la oposición que en la víspera tenía justo la cifra para detener la reforma. Cosas veredes.
Con la aprobación de la reforma judicial hay quienes ven el advenimiento de un nuevo régimen, aunque no faltan los que dicen que lo que está ocurriendo es el retorno al viejo régimen. La restauración del régimen priista que fue sostén del otrora partidazo durante 70 años en el poder.