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viernes, 29 marzo, 2024
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¿Quién teme al Trump feroz?

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Por: LUIS MORENO •

Ciertamente, los demócratas estadounidenses. Las elecciones de renovación de la Cámara de Representantes (100% de los escaños) y del Senado (un tercio de la cámara alta), así como 34 de los 50 Gobernadores de Estado en la Unión, constituyen la ‘prueba del algodón’ para las intenciones de Donald Trump de presentarse como candidato presidencial en la elecciones de 2024. Todo está en el aire, pero su revival no es fruto de un deseo irrefrenable de notoriedad. Los electores trumpistas y las turbas MAGA (Make America Great Again) se dejan ver más allá del Capitolio de Washington. Lo hacen con mayor ahínco a medida que nos acercamos al 8 de noviembre próximo.

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Trump mueve los hilos del partido republicano desde su suntuosa residencia de Mar-a-Lago en Florida. La misma que ha sido registrada por el FBI con autorización judicial en busca de pruebas por la posible comisión de delitos del exmandatario. Ahora de manera más explícita, Trump ha redoblado su campaña para recabar apoyos por doquier en su ambición de regresar a la Casa Blanca. Sus habilidades como dadivoso repartidor de futuros puestos institucionales hacia sus protegidos candidatos republicanos en las próximas elecciones de medio mandato, el próximo mes de noviembre, no han perdido un ápice de efectividad. Él es un maestro de pagar favores, lo que se conoce como la clientelista política de pork barrel; y ciertamente no se olvidará de quienes eventualmente vayan a impulsar su candidatura a la presidencia en 2024.

Los excesos verbales de Trump ya incorporan el discurso de la guerra civil entre estadounidenses, tal y como ha venido planteando en los últimos tiempos su (ex) consejero áulico en la sombra, el inefable Steve Bannon. En la Convención Conservadora (CAPC) celebrada hace unos días en Dallas, el nuevo cruzado de la supremacía WASP aludió a una nueva contienda fratricida entre norteamericanos y animó a enviar ‘tropas de choque’ a Washington para «destrozar el partido demócrata como institución política nacional». En realidad, los manifestantes en el asalto al Capitolio en enero de 2021 ya mostraron sus intenciones golpistas movilizados por la gran mentira reiterada machaconamente de que Joe Biden era (y sigue siendo) un ‘impostor ilegítimo’.

La conducta y formas del multimillonario neoyorquino fueron expuestas públicamente por Cassidy Hutchinson en la audiencia del comité del Congreso que investiga los sucesos del asalto al Capitolio. La asistente del ex-Jefe de Gabinete en la Casa Blanca, Mark Meadows, retrató a un Donald Trump desquiciado y hasta violento que llegó a zarandear a un agente del servicio secreto, y que no se recataba en romper platos y objetos de su oficina para desfogarse en momentos de rabia. También afirmó que pretendía que se eliminasen los detectores de metales para que sus seguidores pudieran desplazarse sin restricciones con pistolas y cuchillos por la Casa Blanca.

No sorprende que los participantes en la Convención Conservadora de Dallas (CPAC) votaran en un sondeo presencial (straw poll) quién sería su favorito para optar a la presidencia de Estados Unidos en 2024. Trump arrasó con el 69% de los votos, seguido a considerable distancia (24% de los votos) por Ron DeSantis, un candidato presidencial en ascenso si Trump pasara a ser considerado como un lastre durante la precampaña de las primarias. Los aspirantes a ocupar la multitud de cargos institucionales en juego en las Midterm elections del 8 de noviembre interpretan con sumo cuidado los movimientos políticos de multimillonario neoyorquino, el cual no ha hecho sino aumentar sus apariciones públicas y el tono de sus invectivas.

Su discurso en la última convención de Dallas es revelador. Entre sus extravagantes diatribas, la referencia a la inmigración cobró especial relevancia en un estado fronterizo en el que se permite legalmente el open carry, o sea el derecho a llevar armas en público, y en donde recientemente se produjo la matanza de Uvalde, a consecuencia de la cual fueron asesinados 19 niños, entre 8 y 11 años, y dos profesoras de una escuela de primaria.

«Debemos detener la invasión en nuestra frontera sur. Nuestro país está siendo invadido militarmente», afirmó señalando a la inmigración como responsable de la criminalidad y el terrorismo en EEUU. Son reclamos extemporáneos que promocionan en la agenda política europea a xenófobos como Viktor Orban (que participó presencialmente en la convención conservadora) o Mateo Salvini, valedor pro Putin en Italia.

No cabe la menor duda del efecto especular de las propuestas trumpistas a este lado del Atlántico, que alcanza a las diversas instancias de la administración pública en la gobernanza multinivel continental. Ese sería el caso de España y de algunas de sus comunidades autónomas más (em)pujantes. Quizá la frágil Caperucita de la democracia y los derechos ciudadanos esquive la aparición de un Trump feroz a quien se le pueden atragantar sus exabruptos si los votantes demócratas acuden a votar, y lo hacen cabalmente. Así, Caperucita podría llegar sana y salva al hogar de la abuela y rescatarla de las fauces del malvado lobo feroz. Verlo para creerlo.

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