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domingo, 19 mayo, 2024
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La lealtad estorba

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Por: SIMITRIO QUEZADA •

  • El canto del Fénix

Vivimos entre generaciones donde se prefiere alquilar a contrarios que reconocer a los leales, supuestamente como ingeniosa estrategia. Quizá parte de esto se explica a partir de que la lealtad y la entrega no cuentan para quienes nunca han sido leales y ni siquiera entregados.

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Para estos nuevos jugadores del poder la verdad es sencilla: la lealtad estorba. La preferencia de quienes la practican está asegurada; qué más da tratarlos bien o de plano no tratar con ellos. Ahí están, de todos modos ya los tienes en el bolsillo. En cambio alquilar simpatía del que ha sido contrario, del que mucho te ha golpeado, les implica conquista. Repítetelo cien veces: “ahora él sí cree en mí”. Acalla esa voz interna que te insiste en que la mostrada es simpatía fingida, y se acabará cuando acaben los pagos y privilegios. Todos lo sabemos pero que los leales no lo digan en voz alta ni como consecuencia reclamen sus derechos, porque entonces su pronunciamiento los condenará al fuego que estaba preparado para ese oponente, el que hoy sientas a tu diestra.

Como anciana dejada en un rincón del asilo, la lealtad parece haber vivido ya sus mejores días: aquéllos en los que palabras como “integridad”, “decoro” y “exigencia” subían y bajaban por los discursos. Gloria ida, señor Don Simón: educación caduca para estos años en que importan más la herencia de privilegios, la instrucción de mañas, el arreglo de los selectos, el contrabando de fueros, la seducción de masas, la imagen que no es lo más importante sino lo único.

Epopeyas derruídas, Simón Pardavé, cuando el debate lo gana el más guapo o guapa aunque no sea capaz de originar una sola palabra propia. Gestas podridas como la sociedad hija de papi que hoy se perfuma en exceso para que su hediondez se olvide. La lealtad y la entereza estorban mientras no se alcance el triunfo: después tendremos tiempo de facturar “pecadillos” y pedir perdón por ellos. El que mata a una persona es visto como asesino y es ingresado en la cárcel; el que mata a muchas es visto como poderoso y es ingresado a la gran sociedad.

La lealtad estorba y es old fashion, ¿captas? Cero que ver, ideales para los godínez. Nosotros la gente bien nacida tenemos un lugar que nos reservó el esfuerzo de nuestros padres, así que nada tienen que estar haciendo por él los esforzados de hoy. Así les tocó vivir, ya que se resignen. La lealtad era algo necesario en la época en que los equipos eran algo absoluto y los divorcios constituían los pecados más reprobables. Hoy vemos que cambiar de marca, partido político o grupo no sólo es permitido, sino también necesario: consiste en adaptarte y adonde llegas puedes vender lo que aprendiste en el estadio anterior. Viva el oficio de Francis Drake y Walter Raleigh.

La lealtad es esa anciana jubilada por los tiempos posmodernistas que insisten que en la guerra y en el amor todo se vale. Para qué gastas tu dinero en maestrías y doctorados, si quien dirigirá los sesudos proyectos y delegará tareas será un pasante de licenciatura. Para qué desgastarte en asambleas, si se terminará haciendo lo que dicte el superior. La democracia debe avanzar… como ordenen los de arriba.

Los acuerdos, convenciones y elecciones espontáneas deben estar muy bien calculados, muy bien planchados. Para conservar esta estabilidad, el gatopardismo debe seguir ostentando los mejores disfraces. Blancos y puros, claro. Y los que han sido leales y ahora osen levantar la voz deben ser silenciados y reprendidos. Que obedezcan al nuevo, al que tanto nos ofendió, al que era nuestro enemigo y hoy está en nómina. La lealtad estorba: que obedezcan al ex contrario, al recién llegado… que para eso y más lo hemos reclutado. ■

 

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