A los principios lopezobradoristas de “no mentir, no robar, no traicionar al pueblo” deberían publicitarse otros, como el de: “no nepotismo, no reelección, no influyentismo”. Obvio, ni los primeros, ni los segundos tienen actualmente la tierra fértil suficiente para ser realidad generalizada. Se ocupa de la emergencia de una nueva clase política que desplace a la que actualmente nos gobierna sin representarnos.
El líder indiscutible de la 4T, Andrés Manuel López Obrador, ha dicho que se requiere de un relevo generacional y que, al término de su mandato presidencial, se “jubila” de la política. Pero, cada quien entiende lo que quiere. Por ejemplo: Ricardo Monreal deja constancia práctica (más allá de su narrativa) de que el relevo generacional se refiere a que se retiran los viejos (excepto él) y llegan los hermanos menores (como su hermano Saúl), los hijos (como su hija Catalina) y ya se preparan los nietos. De esa forma se consolida un cacicazgo, una dinastía, un clan o una especie de sultanato. Esa es su entendida “revolución democrática”.
Para la izquierda auténtica la alternancia no es, en sí misma, un objetivo final, sino un medio para avanzar estratégicamente en la creación de un nuevo orden social; el gobierno priísta de Miguel de la Madrid Hurtado evitó reconocer el triunfo electoral del Frente Democrático Nacional que encabezó Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano y mantuvo al PRI en el poder. 12 años después reconoció ese triunfo a la derecha, la entrada del neoliberalismo los identificó ideológica, política y de manera programática en el mismo modelo de sociedad. Más adelante, la organicidad política fue posible y natural entre PRI, PAN y PRD. Ya comparten todo, son lo mismo.
Frente a eso, surge el Movimiento de Regeneración Nacional; el partido que lleva su nombre y se abrevia como MORENA no sólo debe ser la herramienta electoral legalizada, sino el organismo que haga síntesis y vanguardia de un movimiento transformador. Pero no lo será si quienes aparecen como sus dirigentes hacen caso omiso a esa gran tarea y sólo se concentran en ser agencia de colocaciones y a reproducir prácticas anquilosadas de hacer política.
Sin tanto rollo y al grano, como dicen algunos. Es evidente que Mario Delgado y Ricardo Monreal mantienen un maridaje político parecido al del PRIANRD. En el caso de Zacatecas, se establecen como obstáculo para que llegue, al menos en la expresión electoral, la cuarta transformación. Primero, imponen a David Monreal como candidato al Gobierno del Estado sin reunir los requisitos, pisoteando los derechos de otros aspirantes; por si fuera poco, se consolida como un de los gobernadores peor calificados. O sea, no es lo que necesitamos. Segundo, imponen, por encima de las encuestas, a Saúl Monreal y a Soledad Luévano Cantú como fórmulas al Senado de la República y claramente limpian el camino de rivales políticos para que David herede el poder político estatal a su hermano Saúl. Igual que lo hizo Rodolfo Monreal con su hermano David en la presidencia municipal de Fresnillo.
Si tomamos como modelo de militante al propio López Obrador, encontramos que Mario Delgado y Ricardo Monreal son el antilopezobradorismo, porque AMLO ha evitado el nepotismo de su familia, el tráfico de influencias que sus familiares pudieran ejercer; incluso, ha condenado a su esposa Beatriz a no aparecer como primera dama presidencial. En cambio, la insaciable hambre de dinero y poder de Ricardo y sus hermanos no solo es monstruosa, también es enfermiza y, desde el momento que su praxis es creadora de hábitos y costumbres, es sociopolíticamente contagiosa.
Una segunda fase, o segundo piso, de la 4T debiera considerar la formación de nuevos cuadros políticos, alentando el desarrollo de habilidades pragmáticas para la administración pública, el servicio a la sociedad y la política. Desde luego, también debe atender la formación intelectual, la comprensión de la sociedad en que viven y a la que deben transformar.
Si bien es cierto que el partido MORENA es una cosa y el gobierno de la 4T otra, ambas esferas son resultado del Movimiento de Regeneración Nacional, base real y verdadera que empuja a los cambios en México.
Finalmente, comentaré que resulta inútil convocar a la dinastía de los Monreal que asuman principios que no profesan en su retórica y mucho menos en su práctica. Está claro: hay que recurrir a la soberanía del pueblo, es el que pone y el que quita. Entre mayor abuso y hartazgo, más clara la transformación, ya cercana para Zacatecas. Porque, hay que enfatizarlo: la dinastía Monreal es una marca que sólo representa a la 4T de forma y de dientes para afuera y, aunque fuesen auténticos morenistas, los resultados de sus administraciones son reprobables y su rechazo pone en riesgo el resultado electoral.