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viernes, 29 marzo, 2024
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La fortuna y el extravío

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Por: QUITO DEL REAL •

  • El son del corazón

Ciertamente, el reportaje de Juan Luis García Hernández, con título: “Elección 2016: Zacatecas, más deuda y conflictos de interés”, aparecido en el periódico virtual sin embargo, el 4 de noviembre pasado, debe alertar a los políticos fascinados por el poder, que ocupan el espacio público con acciones sin consecuencias efectivas.

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Hace más de 5 años era exagerada la propaganda que acribilló a la población para que votara por Miguel Alonso; le dijo que, ahora sí, iban a llegar buenos tiempos porque la honradez, los principios y la juventud del candidato del PRI lo garantizaba, y que Zacatecas, como antes lo aseguraron todos los candidatos a gobernador desde que tengo memoria, iba a mudar de rostro, hasta lograr un gobierno de pleno empleo y muchas satisfacciones para los más pobres.

Otra vez, no apareció el maná.

 

Las razones del enojo

El reportaje in comento no dice cosas nuevas, pero al presentar un grupo condensado de temas precisos se hace contundente y logra captar nuestra atención. Señala que la entidad presenta indicadores deficientes en ingresos, tiene la tercera tasa de empleo más baja del país, y una tasa de informalidad superior a la del promedio nacional.

Dice que, después de 5 años en el cargo, son pocos los avances del gobernador: la deuda ha aumentado 900 por ciento en una región caracterizada por la ola de migración y por la falta de oportunidades. En contradicción, el apoyo que brindan las remesas no ha servido para que la gestión de Alonso Reyes cumpla con su promesa de campaña de mejorar la economía; empero, al observar la situación financiera con detenimiento, la corrupción enseña sus manos sucias, donde el hermano del gobernador, señalado por algunos medios periodísticos y muchos ciudadanos, impone cuotas de 20 por ciento a todas las obras de infraestructura.

 

Adiós don Federico, adiós

En cuanto a obra pública, la opacidad va de la mano con una ignorancia supina, al no enseñar el número uno del estado su cultura y ni un guiño de ilustración.

El gobernador Miguel Alonso no actuó con inteligencia, como una voz prudente, enterada  y autorizada, en las obras del Centro Histórico de Zacatecas, despojada de la fuente que lo identificaba. Han sido fallidas las obras de intervención en monumentos históricos, así como en diversas calles y plazas de la entidad; por ejemplo, se inauguraron las obras de remodelación de la Plaza de Armas y de la Alameda Trinidad García de la Cadena en la capital, cuando aún no estaban concluidas. Por si esto fuera poco, Miguel Alonso gastó 20 millones de pesos del presupuesto estatal para remodelar la Casa de Gobierno, pero la obra no tenía que ver con el desarrollo metropolitano de la ciudad de Zacatecas.

Se decidió por los excesos y no se excitaron consensos.

El actual gobernador se conduce como el clásico agraciado de la lotería, parece que la diosa fortuna le turbó las emociones; pero ahora, le ha dado muchas armas a sus rivales. Hoy son varios los testimonios periodísticos que lo muestran relajado y remoto de los intereses de los pobladores: negligente, sin sensibilidad para el trato público, parco en convicciones y en el diseño de programas, privado del oficio político de  todo buen gobernante.

Las mentiras piadosas, difundidas hace más de 5 años, favorables a un candidato que regresó al PRI, de donde nunca debió haber salido, como decían con entusiasmo los dirigentes petrificados del partidazo, desgastaron su propósito y exhiben al gobernante con un perfil ordinario, con pocos logros que hablen a su favor.

 

Propuestas para el tren del olvido

El gobernador Alonso, después de su efímero paso por la izquierda, agrega un nuevo capítulo a la historia de los gobernadores de Zacatecas que fueron reprobados por su volubilidad, donde revela que se limitó a transitar sin novedad, durante 5 años, el mismo camino terregoso y falaz, y que el asunto aquél, del sketch de tribuna, donde reprendió públicamente a la ex-gobernadora Amalia García, sólo era parte de la función. Entre gitanos no hay buena ventura.

Efectivamente, la celebración de Alonso es inocua y su imagen aséptica agonizará en el horizonte. Nada por aquí, nada por acá. Existe la percepción de que el líder estatal y su hermano jugaron a los magos de la fortuna, donde los negocios pudieron más que la política.

El delfinario del gobernador no presenta actores descollantes. ¿Quién le va a cuidar las espaldas? Y, sin embargo, ya vienen por ahí, arropados mediáticamente, los párvulos novicios que desean reproducir el método tradicional, mustio y socarrón, de los sucesivos gobernantes zacatecanos. Risueños y saludables, dan entrevistas, escriben artículos y se dejan retratar.

La pieza de investigación periodística de García Hernández, aparecida en el periódico virtual sinembargo, es un cohetón en la catedral a la hora del sermón. Suficientemente documentada, certifica que el periodo gubernamental de Miguel Alonso Reyes tiene parentesco con la puerilidad; su ejercicio sexenal no impulsó un programa político con pundonor, ideas independientes y con imaginación creadora. Lo suyo, simplemente, ha sido administrar la crisis y, habría que demostrarlo,  beneficiar a su hermano Juan. ■

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