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jueves, 25 abril, 2024
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Un centro histórico sin conducción 

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Por: FERNANDO ROSSO •

Hacia mediados del siglo XX, como parte del plan de modernización urbano que incluía nuevos parques, vialidades, áreas habitacionales y zonas comerciales, se demolía, entre otras, una enorme  finca conocida como la casa Viadero, para dar paso a la nueva Avenida González Ortega, que haría cruce con lo que ahora son las avenidas Hidalgo y Juárez; esta nueva vialidad conectaría el centro de la ciudad con las salidas norte y occidente de la misma, así como con la estación del ferrocarril. Casi de inmediato se convertiría en una de las principales y más cotizadas vialidades con vocación comercial en la ciudad. Durante años, el hacerse de un local en renta para cualquier giro de negocio era particularmente difícil en esa avenida, así como en toda la zona del centro ahora llamado histórico. En días pasados, un conocido restaurante de cadena nacional cerró definitivamente sus puertas en uno de los mejores espacios de esa “codiciada” avenida. Para empresas de esa envergadura los números son fríos, no hay pasión ni arraigo ni otra consideración que valga. Si no hay rentabilidad no tiene sentido seguir con las puertas abiertas. Eso es un claro reflejo de la situación de muchas otras empresas de todo tamaño que existen en el centro de la ciudad.

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La actividad comercial en el centro de la ciudad siempre fue pujante, acorde al de una ciudad enormemente rica gracias a la minería desde su fundación y que fue, por dos largos siglos (XVII y XVIII), una de las cinco más pobladas del continente, luego prominente centro comercial agrícola, ganadero e industrial durante el XIX, y bastión del auge económico porfiriano. Lugar donde el comercio formal e informal se daban la mano y convivían en infinidad de géneros: alimentos frescos y preparados, mayoristas y minoristas, equipamientos, maquinarias, medicinas, ropa, calzado, enseres, y una larga lista de venta de artículos y servicios necesarios para la heterogénea población  que habitaba, trabajaba y visitaba la ciudad. A pesar del declive en todo sentido, producto de los efectos de la Revolución, la actividad comercial de la ciudad mantuvo su vitalidad hasta bien  entrados los ochentas del siglo pasado, a partir de cuando fue despoblándose, al igual que otras  ciudades con las mismas características, dando paso al bien conocido fenómeno de la gentrificación. Es así que, a pesar de haberse detectado el potencial turístico de la ciudad a mediados de los  setenta, ese “encanto” que ofrecen en un principio las ciudades antiguas, a saber, la tradicional vida vecinal, sus mercados, sus comercios, pequeños cafés, librerías, puestos de periódicos, talleres de reparaciones, papelerías, misceláneas, tienditas y todo aquello que hace pintoresco el entorno, se fue perdiendo de a poco al dejar de existir esa comunidad de habitantes locales que le daban  sustento, dejando al turista tan solo el cascarón y sus comercios.

El Centro Histórico de Zacatecas ha perdido sus habitantes, fuera de unos pocos vecinos tozudos que se aferran al ya casi nulo encanto que ofrece para habitarlo. La gentrificación, que  constriñe el comercio de ciertas partes de la ciudad a tan solo unos cuantos giros relacionados al  turismo (hoteles, bares, restaurantes, etc.) y los servicios a viajeros y locales que visitan la zona (tiendas de conveniencia, bancos, zapaterías, ropa, etc.), encarece estratosféricamente las rentas y  el valor de las fincas, haciendo inviable el habitar en ellas e incosteable la operación comercial ante bajas eventuales en la afluencia de clientes derivados de factores como la inseguridad, falta de  circulante en la economía o recientemente fenómenos como la pandemia. Es inaudito que a pesar de que los distintos fenómenos han sido analizados, expuestos y discutidos en infinidad de foros, medios y mesas de trabajo por académicos, líderes de opinión, organizaciones de la sociedad civil y especialistas, la autoridad, en manos de políticos que hasta ahora han mostrado poco o nulo interés, más allá del discurso obligatorio en materia turística (que no es por cierto lo único que atañe al centro histórico), por hacer sustentable, en el mediano y largo plazo, la vida en todos sus aspectos del centro histórico de la ciudad. La carencia de un plan de manejo del centro histórico que regule de manera efectiva sus actividades y vocaciones y que tenga como uno de sus principales fines (que es como lo recomiendan los especialistas) el “…propiciar el repoblamiento del emplazamiento y su consecuente revitalización” (1) hace que cualquier planteamiento trianual por parte de las administraciones municipales en esta materia sea estéril y efímero.

Un plan de manejo del centro histórico, así como un organismo de gestión autónomo con autoridad regulatoria, es materia indispensable para dar cauce y solución a añejos problemas y  propuestas relacionados a esta área, como son el uso de suelo, las rentas justas, el flujo vehicular,  las licencias, los residuos, los servicios, la movilidad y el desarrollo urbano (zonas peatonales,  supermanzanas, áreas públicas, estacionamientos, vivienda, etc.). La ciudad no es solo una escenografía de fachadas arquitectónicas antiguas ni es estacionamiento como tampoco es una vía de tránsito para transporte público y privado, no es un resort vacacional y no es un centro comercial,  tampoco un fraccionamiento privado ni campus universitario como tampoco fue un complejo de oficinas gubernamentales. La ciudad es y debe ser un poco de todo eso y más, a fin de continuar siendo un centro histórico vivo donde se pueda habitar tranquilamente, desarrollar prósperos negocios y visitar de manera segura. Para eso se requiere orden y quién lo establezca, lo supervise y lo administre, gobierno y sociedad juntos fuera de intereses políticos y privados. Solo de esta  manera podremos ver, no a empresas cerrando sus puertas en las principales avenidas, y a familias  huyendo del caos y la inseguridad del centro de la ciudad, sino a empresarios ávidos de hacer negocio en los locales comerciales de la zona y a vecinos viviendo en las casas de sus magníficas calles y callejones y saliendo desde temprano por las mañanas y hasta tarde por las noches a pasear a sus mascotas, a jugar con sus hijos o a caminar en pareja visitando los cafés, restaurantes y  comercios de nuestro centro histórico en un ambiente bullicioso, sano y seguro.

Notas:

(1)  Los Planes de Manejo y Gestión como Elemento Indispensable para la Conservación de Paisajes Urbanos Históricos. (El Caso de Zacatecas), Pablo Vázquez Piombo, Mónica Solórzano Gil.

*Empresario.

Expresidente Canirac

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