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jueves, 25 abril, 2024
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El 8M y el espectáculo

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Por: LUCÍA MEDINA SUÁREZ DEL REAL •

Se acerca el Día Internacional de la Mujer y, como cada año, circulan en internet las cada vez más insólitas ocurrencias de cómo conmemorar esa fecha.

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Superada la arcaica tradición de regalar flores por ser ya un gesto mal visto, esta fecha ya se llena con concursos, conferencias y eventos de todo tipo, cuya diversidad y evolución histórica nos permiten seguirle la pista a la concepción de la conmemoración, pero también a la de la mujer misma.

Lejos del recuerdo de las trabajadoras neoyorquinas en pie de lucha por sus derechos laborales, el 8M ha sido, en los últimos tiempos, la oportunidad de reiterar muchas luchas más sociales que laborales; destacadamente la de decidir sobre el propio cuerpo, y la de combatir la violencia sexual.

Mientras esto ocurre en las calles, en el otro lado, en la perspectiva institucional, predominan los desayunos, las pláticas motivacionales y los talleres “empoderantes”.

Entre todo ello, la nota de este año se la llevó la conferencia de la conductora Laura Bozzo, que organizaba por el ayuntamiento de Fresnillo, y que fue criticada por colectivas feministas, y consecuentemente cancelada. Dicho sea de paso, no es descabellado imaginar que hubiera tenido más asistencia que muchas de las conferencias que estos grupos organizan.

Entre las reacciones al evento, y posterior cancelación, surgieron voces que argumentaban que la peruana había sido víctima de violencia y eso de alguna manera la legitimaba para impartir tal conferencia. Además, ella misma retó en redes sociales a debatir, y cuestionó de qué servían muchas de las acciones de los grupos feministas.

Una de las críticas más recurrentes se centraba en el contenido de sus programas televisivos, en el que se replica parte del discurso violento con el que lidian las mujeres; pero otras críticas cuestionaban su falta de “credenciales” académicas para hablar del tema.

Al final, el evento se canceló, pero deja la ventana abierta: ¿Qué clase de eventos tendrían que organizarse ese día? ¿Con qué enfoque? ¿Qué valida a unas y a otras para ello?

Ya entrados en ese debate, en redes se ironizó sugiriendo que se invitase a la cantante Gloria Trevi, quien pasa otra vez por el ojo del huracán ante el llamado a cancelarla, y los continuos memes y chistes que la relacionan con la trata sexual.

Ese debate no es menor, más allá de los dimes y diretes del espectáculo, el caso de la cantante regiomontana permite una discusión social psicológica e incluso teórica, puesto que mientras, por un lado, se le considera cómplice o incluso protagonista de un “clan” de trata sexual en el que cayeron decenas de jóvenes buscando la vida que ella aparentaba, en el otro se discute también su calidad de víctima del mismo grupo al que se le acusa de pertenecer en calidad de victimaria, y se le compara con la conducta que hicieron otras participantes del grupo que incluso fomentaron el ingreso de sus propias hermanas.

No hay respuesta contundente ni definitiva que quepa en estas líneas, pero el esbozo de estas contrariedades no deja de dar cuenta de los debates entre los feminismos y sus heterogeneidades.

En igual situación quedó aquel sobre Shakira y Clara Chía. Pues mientras algunos, quizá un sector mayoritario, aplaudía las canciones de la colombiana contra su ex pareja, y las alusiones directas contra la mujer con la que presuntamente le fue infiel, desde el otro lado se discutía sobre la sororidad y si no es que karmáticamente Shakira se lo merecía.

Similar polémica desató la cantante Rihanna, en medio del espectáculo del súper Bowl, cantando embarazada y decepcionando a muchos con “su poca energía”. Se dijo que la crítica era la respuesta iracunda de quien no pudo sexualizarla, y que se le criticó por algo que a los hombres se hubiera dado por bueno, aunque el baile fuera aún menor.

Más allá del resultado del partido o siquiera de lo entretenido del show, fue el debate feminista en lo que la atención pública se centró.

Claro está que ni el presente ni el futuro de las mujeres se juega en estos debates. Aún más, buena parte de ellos se centra en situaciones que salpican y envuelven a todas (o casi todas) las mujeres, pero que no los ocurren en contextos similares a todas las antes citadas, porque las tragedias amorosas, por dolorosas que sean, se viven aún peor en la pobreza y en la desigualdad de la que poco saben las celebridades del espectáculo.

En ese contexto, no hay conferencia rimbombante ni discurso estruendoso que empoderen y logren lo suficiente si no se enfatiza aún más en el discurso feminista las reivindicaciones económicas y políticas estructurales que dejan en desigualdad a las mujeres, y que poco se hablan cuando, desde los medios, se reduce a los feminismos a bandos de opinión en los chismes de espectáculos.

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