La Gualdra 647 / Exposiciones / Artes plásticas
Por Óscar Édgar López
Esta tibia luz es mía, creció en mi estómago, le hablé por mis orejas, besé su plexo ácido. Esta luz es un esqueleto pitagórico, partido a la mitad del infinito; por lo tanto, es Dios y la cosa en sí. Aire entre las bóvedas, ventanas que tiemblan por el frío, hielo en los tobillos de la bailarina caída en la palabra.
Aquí el paquidermo posee la conjugación de tal verbo, por ejemplo: ese castillo que carga en su lomo. Luego la germinación del color en un brote, quizá dulce, de oscuridad sustantiva, de bacantes bramando a la deidad, con la lengua de William Blake, pensativo entre el follaje.
Tiempo también es cuerpo: las seis patas engrilletadas en el límite entre la escritura y sus otras caras, sus otros vuelos de libélula, de mentidos bustos que se ahogan.
Con música y danza tres gatos hacen la ronda a un árbol de cabezas; antes fueron escarabajos. Y eso de ahí es un ojo que llora ríos de horas, hasta que entra en la forma, hasta que escrita en el lienzo florece como prado de llaves de acero.
Ángeles espías y tristes peces soplones nos cuentan algunos rumores: la verdad de la piel del lagarto, su torva, espinosa mandíbula que destroza en dos las cosas del mundo.
Adentro del ojo de la mantis respira una catedral, escondida en un sueño profundo, bóvedas adentro, como ese ausente puente entre la mano y su fantasma.
Gonzalo Lizardo escribe relatos extensos y minuciosos, novelista relojero y pintor que narra. Su obra visual goza de esfuerzos mayores en el detalle y la pulcritud, todo esto para que la anécdota se mantenga firme bajo los ríos alternos que son las historias periféricas, en casi todo ejercicio novelístico; y el personaje adquiera profundidad de persona.
El espectador enfrenta monstruos medievales, elefantes azules, pollos espías, gatos musiqueros, salamandras lúbricas, cornisas infinitas, gracias de Botticelli que bailan formando una margarita, entre otras criaturas de exquisita belleza barroca y prerrafaelita.
Las pinturas de Gonzalo Lizardo pueden ser leídas, así como sus textos afectan a la imaginación, la motivan y combustionan el imaginario de quienes las observan. Compositor clásico, Lizardo usa la geometría y despliega en la espiral áurea los cuerpos etéreos y sólidos de sus telas. Sus composiciones trastocan dicho clasicismo, pero desde el diálogo respetuoso, de tal suerte que presenciamos el discurso de un artista que ha domesticado una forma, una “maniera” capaz de vencer al tiempo: Lizardo es un clásico contemporáneo.
* La exposición Iconostasis se inauguró el jueves 5 de diciembre de 2024, a las 19:30 horas, en la Galería Irma Valerio (Tacuba 176, centro histórico, Zacatecas).