Y se llamaba Cubana,
pero le faltaba un ojo
era chiquita y graciosa
de origen desconocido
fiel como todos los perros,
pero le faltaba un ojo.
Recuerdo que me cuidaba
y jugueteaba conmigo
pagando así aquella perra
el pan que allí se le daba
mis palabras cariñosas
y el techo le dio abrigo.
No sé ni de dónde vino,
mejor dicho, no recuerdo,
cómo llegó aquella perra
para hacernos compañía
para vigilar la casa
como debe hacerlo un perro.
Cómo ladraba y ladraba
aunque le faltaba un ojo
por doquier se aparecía
recorría toda la casa
parece que desconfiaba
porque le faltaba un ojo.
Pero un día no sé por qué
la perra dejó este mundo
y aquel ojo que tenía
también se apagó a la vida
su cuerpo se quedó inmóvil,
y su hocico quedó mudo.
Mi madre me dijo entonces
no le llores a la perra
se fue con Santa Lucía
para que le ponga su ojo
y no volviera a estar tuerta
sus ojos serán estrellas.
Por las noches recorría
el cielo, con la mirada
a ver si veía a la perra
con los ojos luminosos
que le dio Santa Lucía
a mi perra La Cubana.
Hoy sigue siendo La Cubana
sus cuencas no están vacías
por eso dejó este mundo
mi perrita consentida
fue al cielo a que le pusiera
su ojito Santa Lucía.
Autora: Ma. Belem Rodarte Guardado
