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viernes, 29 marzo, 2024
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Lo privado de las personas públicas

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Por: LUCÍA MEDINA SUÁREZ DEL REAL •

Hasta el momento es “poco impresionante” (Témoris Grecko dixit) lo revelado por Guacamaya Leaks, en el hackeo a la Secretaría de la Defensa Nacional.

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Difícil de imaginar si hay estrategia detrás de esto, o si se debe al criterio editorial del periodista elegido para administrar la filtración, es decir, Carlos Loret de Mola. Lo sabremos con el tiempo, cuando El País, y Aristegui Noticias, medios que ya tienen la información en sus manos, comiencen a arrojar los resultados de sus análisis.

La atención del hackeo del grupo Guacamaya se concentró inicialmente en la salud del presidente López Obrador, informando de males menores, y dando detalles sobre los que ya le conocíamos, como la hipertensión y los problemas cardiacos.

El presidente se lo tomó con humor, puso la canción de su paisano Chico Ché, y dio por ciertas las revelaciones diciendo que propiamente no lo eran, pues ya se sabía de su condición médica.

Se pronunció, además, a favor de que esa información se sepa, y con ello tomó postura en ese tema fronterizo entre lo público y lo privado.

¿Dónde termina el derecho del ser humano a guardar en la confidencialidad un dato tan personal y privado como su estado de salud?, ¿dónde comienza el derecho de un pueblo a saber la salud de quien lo gobierna?

En el sexenio actual el tema ya se ha discutido. Es de dominio público que López Obrador sufrió un infarto antes de ser presidente, que toma medicamentos para la hipertensión y que hace unos meses fue hospitalizado por un asunto cardiaco.

En el sexenio anterior el adelgazamiento de Enrique Peña Nieto levantó suspicacias que nunca fueron aclaradas, aunque tampoco nunca le imposibilitó el ejercicio del poder. En el caso de su antecesor, Felipe Calderón Hinojosa, predominó el rumor (aún existente) de padecer alcoholismo, y esos cuestionamientos llegaron incluso a la cámara de diputados, donde Gerardo Fernández Noroña exhibió una lona a ese respecto.

Carmen Aristegui reportó este hecho en su programa de radio, y se sumó a la interrogante sobre cuál era la condición de salud de Felipe Calderón. Poco tiempo después MVS Noticias la sacó del aire casi sin explicación.

Vicente Fox tampoco se libró de ese debate. Además de los rumores de que Martha Sahagún lo había “entoloachado”, vivió una cirugía de tres horas siendo presidente de la República, por lo que Santiago Creel, entonces secretario de Gobernación, quedó por un lapso al frente de la nación.

Su tono campechano, y el uso de su vida amorosa como tema de campaña quizá provocó que con ese mandatario el muro entre lo público y lo privado se adelgazara.

Hasta antes de Fox, poco sabíamos sobre las andanzas de las familias de los presidentes en turno. Cierto que hoy sabemos gracias al actor Roberto Palazuelos, de las fiestas y destrozos que organizaban los hijos de Miguel De la Madrid en casas oficiales. Cierto es que se supo que lo escoltas de un hijo de Ernesto Zedillo golpearon a un integrante de staff del grupo U2 hasta dejarlo lastimado de por vida. Pero de esto se habla a posteriori, no mientras sus padres gobernaban.

No fue ese el caso de los hijos de Vicente Fox, a quien él mismo ponía en la palestra, aunque en realidad quienes terminaron siendo noticia fueron sus hijastros, es decir, los hijos de Martha Sahagún, a quienes se les relacionó con corrupción y fraudes, a grado tal que uno de ellos tiene una orden de aprehensión en Estados Unidos.

Los hijos de Calderón eran aún muy pequeños en el sexenio de su padre, lo que los libró de la atención pública.

Todo lo contrario ocurrió con la familia de Peña Nieto que gustaba aparecer en revistas de sociales e informar de sus viajes con costo al erario y en aviones oficiales.

En el caso de los hijos del presidente actual, se ha pasado de la vigilancia de lo público al verdadero escarnio demencial de un menor de edad sobre su cuerpo y su estado físico.

Si aún no logramos que predominen los límites éticos que harían esto inaceptable, ¿habrá posibilidad de delimitar el debate público sobre la salud de los mandatarios?, ¿habrá posibilidad de debate serio en una cultura tan gerontofóbica?

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