Autor: Edgard Cardoza Bravo
Residencia: Irapuato, Guanajuato, México
A Pablo, afectuosa y respetuosamente
El Paniagua Paniaguïtos
es un señor peloncito
de esos que todos los pitos
andan tocando por hái.
El jijo se autopublica
y se las da de jodón
en el asunto sobado
de ser un buen narrador.
Pues les digo, compañeros,
del negocio de las letras,
si se derrocha dinero
en publicaciones vanas
(y varias, si es la ocasión),
así cualquier hocicón
puede sentirse Cortázar
Marías o Pokemón.
Al fin que en cosas de egos,
horchatas y desconvites
no hay como los españoles:
¡jolines, María Engracia,
Pablito de los naranjos
está emergiendo de un chiste!
(Ya se me andaba olvidando
que ésta era una calavera
de las que pelan los dientes
entre dolores de muelas).
Imagínense si nó
se merece una calaca
tal vato de Calatraca
de comentarios tan sabios:
que Borges es un pendejo
por compartir paisanaje
con el buen Leonardo Fabio,
que hímenes y Jiménez
son de la misma porfía
porque se juntan a veces
en la mala ortografía
(¡qu mundo raro, José!)
que el Ché es soldado de Isis,
o que el kilo de aguacates
ya va a salir de la crisis.
Nomás les digo, paisanos,
no se dejen engañar
por el baturro endiosado
que ni sabe lo que es Dios
ni entiende la diferencia
entre Porfirio Cadena,
la novela, la novena,
la función o la ficción.
Ahora sí, ya me despido
en suerte de llevo prisa.
Ahí les dejo este cadáver
pa’ que se mueran de risa:
para que inicien el juego
(o el fuego merodeador)
del español tatemado
que nos resultó editor.
[A punto ya del despiste,
me permito esta apostilla:
Calaca del novelista
la denominé al principio,
pero debería llamarse:
Novelista a la parrilla].
