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miércoles, 24 abril, 2024
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Hablando de diputados y traiciones

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Por: LUCÍA MEDINA SUÁREZ DEL REAL •

La composición que se trazó en el Congreso del Estado luego de la elección de junio de 2021 duró poco. En el mismo día que los nuevos diputados tomaron posesión ya uno renunciaba a representar al partido que lo había llevado a la curul.

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Era apenas la primera fractura. En días posteriores otros diputados brincaron de una a otra fracción parlamentaria sin importar su partido, sino únicamente generar nuevos bloques para tomar control de comisiones y órganos de gobierno legislativos.

A nadie espantó, para algunos el brinco fue anterior, cuando buscaron postularse por partidos que poco antes combatían.

En ese burbujeante caldo de cultivo el diputado Ernesto González Romo reveló sin resquicios ni pudores lo que llamó “estafa legislativa”, el modus operandi con el que la pasada legislatura justificó el gasto de varios millones de pesos de destino desconocido.

Ese modus operandi sigue disponible, pero por si las dudas, se planteó también revivir las “herramientas legislativas” que permiten acceder a 200 mil pesos mensuales más (de su dieta) a cada legislador, a cambio de comprobaciones aún más menores que las de la estafa.

Aunque este método había quedado sepultado hace dos legislaturas con una reforma constitucional, los entonces candidatos de Juntos Haremos Historia en campaña prometieron repudiarlas, pero tan pronto llegaron a la curul lo olvidaron, y salvo dos diputados de Morena que votaron en contra, el resto aprobó el regreso propuesto incluso por uno de los suyos.

Y como temor a Dios no había y pudor tampoco, se llegó al colmo de usar la afirmativa ficta para regresar la bolsa que permite al diputado triplicar sus ingresos sin más control que su palabra y documentación fácilmente falsificable.

Ese despilfarro ocurre en las narices de 40 trabajadores de quién se instruyó reducir sus salarios por razones presupuestales y se da además luego del recorte de personal que padecieron algunos colaboradores cuya formación y experiencia profesional pesaron menos que los lazos sanguíneos que llevaron a sus colegas a plazas laborales.

En medio de ese cuadro, la semana pasada dos diputadas de morena renunciaron a su pertenencia a esta fracción, según dijeron por negarse a seguir línea política de una figura externa al poder legislativo.

En tribuna primero y entrevista después, estas legisladoras dijeron también que designar a un varón como magistrado del Tribunal de Justicia cuando la equidad de género demandaba que llegara una mujer, fue “un acuerdo político” (según sus propias palabras). Acuerdo además cuestionable por el cargo anterior del designado.

En contraparte, quienes acusaron de traición a las que abandonan el grupo inicialmente mayoritario, defendieron su actuar reiterando y enalteciendo su lealtad al titular del poder ejecutivo del estado.

No hubo en su argumentación el más mínimo compromiso con ideas o principios, sino únicamente expresiones de lealtad ciega a quien confesamente refieren como constructor de sus carreras políticas, la gran mayoría cortas y recientes.

En tiempos como los actuales, muestras de tan rancia cultura política lejos de hacer un favor a aquel a quién dicen apoyar y defender incondicionalmente (por ahora), lo pintan como un señor feudal con siervos por el que se lucha, y no con quien se lucha.

Sí asumen que ese el espíritu de la fuerza política que dicen representar, entonces están lejos de entenderla, y por el contrario están más cerca de hacer propia la caricatura que los adversarios de dicha fuerza hacen del liderazgo de López Obrador.

Basta conocer someramente el discurso político del actual presidente de la República para encontrar las reiteradas veces que ha dicho que la lealtad es a los principios y no a las personas. Y basta analizar su actuar político en coyunturas y contextos para entender que sus cercanías personales con frecuencia son totalmente inversas con sus cercanías políticas.

Pero si el estilo resulta difícil de imitar, las premisas deberían ser más sencillas.

Pareciera faltar voluntad, porque en tanto en lo nacional se enarbola la bandera contra la corrupción en Zacatecas no se ha podido siquiera la designación de órgano interno de control de la legislatura.

Contrario a la eliminación de intermediarios y la universalización de los programas, en lo local regresa la mal llamada “gestión” y con ella la creación de círculos clientelares que ayuden a llegar al siguiente escalón.

De ese estado de cosas se desprende el mayor compromiso, porque no se puede esperar que ese cambio de cultura política llegue por arriba; visto está que en parte de los que ahí están, no hay más lealtad que a quien apapache su carrera política. Los otros, en cambio, tendrían que demostrar que la revolución de las conciencias tiene que alcanzar a quienes supuestamente los representan.

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