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martes, 16 abril, 2024
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Reforma Electoral profunda

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Por: RICARDO ARTEAGA ANAYA •

La postura del presidente Andrés Manuel López Obrador hace un par de días respecto de analizar la propuesta de reducir el número de diputados en gran proporción, así como de cambiar el mecanismo mediante el cual se elige a los magistrados del tribunal electoral tanto federales como estatales, generó un fuerte debate al respecto.

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Fueron expuestas diversas posturas y visiones en torno al tema, sin embargo, lo que realmente exhibe el Presidente, es una no muy lejana propuesta para impulsar una reforma profunda en materia electoral y que realmente resulta urgente si es que se desea consolidar un cambio profundo en el país.

Los cambios impulsados por el gobierno de la Cuarta Transformación, han ido en diversos sentidos, sobre todo en cuanto a la relación del poder económico con el político, misma que hasta el gobierno de Peña Nieto había sido de sumisión por parte del poder político e incluso fungían los políticos como empleados y operadores de las grandes empresas, así mismo, lso primeros tres años de gobierno, fueron enfocados al combate a la corrupción, a implementar políticas de austeridad y a consolidar la política social del Presidente.

Una vez lograda la consolidación en esos tres ejes e iniciado el proceso por lograr la autosuficiencia en materia energética, al menos en el sector eléctrico, será necesario impulsar una reforma política y electoral profunda para que estos cambios no puedan echarse abajo facilmente una vez que Andrés Manuel concluya su encargo y que por el contrario, asegure la continuidad de un cambio político en el país.

Una reforma política-electoral debe ir más allá de la simple reducción de diputados plurinominales, por el contrario, un cambio profundo en materia electoral, sería inmiscuir más a la ciudadanía en la toma de decisiones, convertir en un ejercicio obligatorio la revocación de mandato cada tres años para gobiernos estatales y federal, así como la democratización de los partidos políticos para que las cúpulas encrustadas en éstos, no continúen con las prácticas de imposción y nula democracia al interior de los institutos políticos.

Eliminar el financiamiento a los partidos políticos en años no electorales o en su caso cambiar los mecanimos de financiamiento público e incluso forzar una política de austeridad para los mismos para reducir la maniobra de los políticos caciques que hasta el momento han hecho de todo con tal de hacerse del poder en los partidos polítcos para lograr impulsar a sus allegados y serviles a cargos de representación popular, mismos que han terminado por entregar el país en manos de grandes empresas y extranjeros con tal de enriquecerse.

De igual forma, de nada serviría impulsar una democratización de los partidos políticos y el fortalecimiento del ejercicio ciudadano si a la par no se impulsa una reforma que transforme el Tribunal electoral, así como el Ine y los organismos públicos locales electorales, instituciones que han sido coptadas también por los intereses de los mismos políticos que han entregado el país, no podrían haberlo hecho sin el servicio de consejeros del Instituto Nacional Electoral, sin magistrados electorales y sin los consejeros de institutos electorales de los estados.

Reformar los partidos políticos, el instituto electoral y el tribunal electoral, desatará otra feroz embestida en contra del gobierno de la cuarta transformación y en contra del presidente López Obrador, sin embargo, no puede entenderse un cambio en el país sin una reforma político-electoral, solo con ésta lograrán consolidarse los grandes cambios que ya se impulsan.

El debate en torno a una reforma electoral es necesario, el ejercicio de la revocación de mandato que estamos por vivir los mexicanos el próximo diez de abril, debe ser no solo para sentar un precedente, sino para dar comienzo a un nuevo modelo democrático en el país, uno en el que la soberanía recaiga realmente en el pueblo, en el que si se logra colar un político corrupto al poder, podamos destituirlo en ejercicios democráticos, en el que exista una verdadera democracia participativa y no una simulada como tantos años nos vendieron mientras entregaban el país.

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