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martes, 19 marzo, 2024
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■ ¿La fiesta en paz?

Continúa en Tlaxcala una apuesta por la cultura taurina // Leo Valadez en Las Ventas: cabeza, corazón, cojones y carisma

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Por: LEONARDO PÁEZ •

A invitación de don Pablo Morales Cruz, presidente de la Unión de Periodistas del Estado de Tlaxcala, y con motivo del vigesimoprimer aniversario de esa agrupación, pudimos reflexionar en voz alta sobre ética y periodismo.

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Sostuve que ante las normas establecidas se requiere de perspectiva amplia y conciencia elevada, y que más que una cuestión de principios morales la ética me resultaba algo fisiológico a partir de necesidades autoimpuestas por el sujeto, como ego, protagonismos, espíritu competitivo, lujos y bienestar para los seres queridos, y el poderoso resorte de la ambición, madre de todos los vicios, por lo que para ejercer como crítico verdaderamente independiente era menester prescindir de aquellas necesidades, excepto la firme convicción de imprimir contenidos de veracidad, no de simple verdad mediática, a cuantos cuestionamientos y análisis se hagan en la prensa escrita, única que aún exige rigor.

Añadía, no tan en broma, que a la luz de los acontecimientos en los recientes milenios y ante el desbordamiento tecnológico de los pasados decenios, la invocada frase evangélica la verdad os hará libres, que luego acuñó como lema la mismísima Compañía de Jesús, era en realidad un error de dedo o una monumental errata, ya que desde que el hombre deambula por el planeta se confirma que la verdad más que hacer libres a las personas, las hace liebres, ágiles para escurrirse o deslindarse de toda situación comprometedora, incluida la tauromaquia, tan verdadera, tan anacrónica, tan manoseada.

Que ya puestos a repartir responsabilidades, hubo épocas en que los gobiernos asumieron su compromiso con la diversidad de expresiones identitarias del país, valoraron el arraigo de la fiesta de los toros en la sociedad y velaron por los intereses del público mediante un reglamento y su observancia, tanto de las autoridades como de empresas, ganaderos y toreros. Que con el salinato la autorregulación neoliberal llegó a su apogeo y desde entonces cada quien hace lo que le viene en gana, sin responsabilidad social ni taurina, avalados por una alternancia panista que prefirió cerrar el pico y proteger el esquema empresarial duopólico, ignorando sus abusos o haciéndose cómplice de estos. Y que la obligación de un crítico profesional y sensible es ver más allá del ruedo, último eslabón de una cadena con demasiados intereses extrataurinos.

Leo Valadez (Aguascalientes, 19 de febrero de 1997) triunfó en la plaza de Las Ventas el domingo 21 de mayo con una tauromaquia sólida, acompasada, colorida, variada, valerosa y pensante a la vez, ante un bravo y claro toro de Fuente Ymbro, de nombre Trasmallo, con 549 kilos y un par de pitones, con el que supo conjuntar personalidad y tauridad, desplegando las difíciles cuatro ces del toreo: cabeza, corazón, cojones y carisma, condición esta de la que algunos abusan hasta teatralizarla sin necesidad, pues se trata de un don que no admite imposturas sino fuerza interior que refleja a una comunidad y la beneficia.

Inició con suaves lances y verónicas rematadas con una revolera luminosa, en contraste con los mantazos habituales; luego un deslumbrante repertorio capotero mexicano y una reposada y elegante faena por ambos lados de precisa estructuración a un toro que exigía mando. Culminó aquella obra con impecables manoletinas ¡de rodillas! y certera estocada, para obtener merecida oreja. A su prometedor segundo se lo estrellaron en la barrera, tal vez sin intención, pero en Leo Valadez hay un torero de excepcionales cualidades.

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