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jueves, 28 marzo, 2024
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■ Comentarios Libres Datos históricos sobre democracia MEXICANA

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Por: SOCORRO MARTÍNEZ ORTIZ •

En el escenario de la pandemia mundial derivada del COVID-19, el presidente AMLO, ha dado a conocer que, previa consulta con miembros de su gabinete, podría reiniciar la próxima semana sus giras y recorridos, como es su característica, por diferentes entidades. Sus viajes, anuncia, los realizará vía terrestre, dada la restricción del transporte aéreo, justamente por motivos sanitarios. También habla de la puesta en marcha y supervisión de una serie de obra pública. Independientemente del resultado de la consulta, en estos momentos, todo es muy desafortunado, sobre todo por el alto riesgo de contagio que existe de contraer infección de una enfermedad aún desconocida, sin que a la fecha haya sido posible su control.

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Nadie duda que el gobierno de AMLO sea democrático, él es democrático gracias a ello, obtuvo un glorioso triunfo histórico en las elecciones de 2018.

Sin embargo, considero que tiene empacho. Debe ser humilde y, sujetarse a las condiciones que se viven, no sólo en México, sino en todo el planeta. Esto, le permitiría darse cuenta y aceptar, que son otras las prioridades que requiere el país, en relación con las que enmarca su gobierno de la 4T., puesto que la pandemia no estaba contemplada, nadie sabía que vendría.

En fin…

AMLO también se dice liberal. No hay duda.

Las instituciones democráticas del liberalismo, establecidas en México durante el siglo XIX, suponían la existencia de ciudadanos conscientes e informados, capaces de tomar decisiones racionales, para elegir entre las diversas opciones ideológicas en el mercado de la competencia electoral. Sin embargo, por la herencia colonial, la gran mayoría de los mexicanos no respondía a ese perfil idealizado del ciudadano como sujeto político que había surgido en Europa y en los Estados Unidos de América, en condiciones históricas muy diferentes a las nuestras. La realidad nacional evidencia que, más allá del requiso de la edad y de la igualdad ante la ley, la ciudadanía formal no garantizaba en modo alguno su ejercicio efectivo,.

En una sociedad no organizada sobre la base de la lógica del ciudadano, los espacios vacíos de las instituciones políticas fueron ocupados por quienes, representativos del militarismo, el clericalismo y el caudillismo dominantes, se convirtieron en los agentes reales del proceso político. Las más de las veces, su acción se tradujo, conforme a las corriente ideológicas en pugna, en gobiernos débiles e inestables, alternando con dictaduras, en constantes asonadas y golpes de Estado, en guerras civiles, así como en una larga sucesión de cartas constitucionales que reflejaba, la falta de acuerdo en lo fundamental, todo lo cual generaba, a su vez, una gran vulnerabilidad de la nación frente a las agresiones provenientes del exterior.

Tomando en consideración la recurrencia de tales situaciones, para avanzar en la construcción de la democracia política delineada en la Constitución de 1917, lo primero que se tuvo que hacer fue lograr que nuevos protagonistas surgidos del propio proceso revolucionario, se convirtieran en los agentes reales de la acción política. Por ello fue indispensable luchar contra el militarismo, el clericalismo y el caudillismo.

Las bajas de oficiales de prestigio causadas por las escisiones entre los grupos revolucionarios; el trabajo político de cooptación de jefes militares rebeldes; así como la reforma orientada a lograr la profesionalización del ejército de la revolución, fueron elementos que concurrieron en la exclusión de las fuerzas armadas, como instituciones, del proceso político en México. Esta desincorporación institucional culminó posteriormente, con la disolución del sector militar en el seno del partido mayoritario, limitándose a partir de entonces, la participación en política de los miembros del ejército, al ámbito de los derechos individuales de cada uno de ellos.

Por lo que se refiere a los ministros de los cultos religiosos, su acatamiento del orden jurídico para obligarlos a desvincularse de la vida política de la nación, sólo pudo lograrse después de la llamada guerra cristera, mediante los acuerdos por los cuales la jerarquía eclesiástica, supeditó sus actos al mandato constitucional.

El tránsito de la etapa de los caudillos a la de las instituciones, se concretó al fundarse la organización política de la Revolución Mexicana, constituida inicialmente como una coalición de partidos regionales y, posteriormente, como la alianza de las clases sociales fundamentales de la nación.

Al tiempo que militares, clérigos y caudillos eran excluidos del proceso político, el movimiento revolucionario impulsaba cambios profundos en las estructuras nacionales, que habrían de propiciar la incorporación de nuevos actores en la vida pública del país: el Presidente de la República, el partido mayoritario y las organizaciones de masas integradas por campesinos, obreros y miembros de las clases medias.

A partir de la conformación de estos nuevos protagonistas, se había estructurado un sistema político democrático y estable, que hizo posible la paz social, como condición indispensable para que el pueblo mexicano, llegara a concretar un vasto conjunto de realizaciones en todos los órdenes de la vida nacional; consolidación del poder político a través del sufragio efectivo, como expresión de la soberanía popular a través del sufragio efectivo, un régimen pluripartidista en el cual las mayorías deciden, y las minorías tienen cauce de representación. ■

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