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jueves, 28 marzo, 2024
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El brío, nominada a los Premios Lumières en París

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Por: ÉVELYNE COUTEL •

El brío, último largometraje de Yvan Attal, constituye un intento de superación de unos estereotipos y situaciones tópicas que el cine ha podido representar hasta la saciedad. Quizás éste sea su propósito: partir de una situación de lo más conocida y prototípica para tratar de darle otro tratamiento y consistencia.

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Este propósito se lleva a cabo a partir del enfrentamiento que se produce entre Pierre Mazard (Daniel Auteuil), un catedrático de la Universidad París-Assas, cuya fama se basa en el cinismo y la provocación; y Naïla (Camélia Jordana), una estudiante de derecho. Desde el primer día de curso, Mazard se ensaña públicamente en Naïla que ha llegado a clase con cinco minutos de retraso. La escena transcurre en un anfiteatro atiborrado donde es filmada por algunos estudiantes que la publicarán luego en las redes sociales. Para Mazard, Naïla es una presa fácil: vive en los suburbios de París, es musulmana y lleva chándal, con lo cual no corresponde para nada a la imagen de la futura abogada. Ya en la picota, Mazard se compromete, para salvar su puesto, a preparar a Naïla con vistas al concurso de elocuencia. Desde entonces se desarrolla entre ambos personajes una relación a la vez ecléctica y eléctrica, conflictual y entrañable, que recuerda de algún modo el mito de Pigmalión y Galatea.

A partir del dúo formado por Daniel Auteuil y Camélia Jordana, se propone un tratamiento distanciado de dos estereotipos: el intelectual parisino que vive en los mejores distritos de París y que constituye el fiel representante de una burguesía reaccionaria y, por otra, parte, la chica de las afueras que aspira a medrar socialmente. A través del lenguaje y también de los silencios, ambos actores desarrollan los matices que permiten trascender los estereotipos: el ejercicio de la retórica permite deconstruir los tópicos y convierte la lucha social en combate declamatorio que muestra hasta qué punto la palabra, el verbo, lo puede todo en una sociedad gobernada por la apariencia y el parecer.

El desafío original y arriesgado al cual se enfrenta esta película que juega constantemente con los límites de lo políticamente correcto explica la recepción tanto positiva como negativa de la que ha sido objeto. Para algunos, El brío constituye “una desacertada comedia de la reconciliación entre un intelectual facha y una estudiante magrebí”. Sea como sea, el juego de actores mantiene en vilo al espectador y éste no puede sino comprobar la dificultad que entraña la interpretación de ambos papeles, debido al grado de elocuencia y elaboración de los diálogos, o, mejor dicho, de los discursos declamados a lo largo de la cinta y que vienen directamente inspirados de la filosofía y de la retórica.

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