Hace cinco años, la historia de México sumó una nueva fecha al importante repertorio de celebraciones nacionales, pues la derecha política, por fin, fue derrotada. El 1 de julio de 2018, el pueblo de México hizo realidad un sueño largamente acariciado: sacar del poder a los gobiernos de la oligarquía; gobiernos donde el poder se concentra en unas cuantas manos para beneficio de unos cuantos, que diseñaron la distribución de la riqueza y del poder para enriquecerse a costa de la inmensa mayoría.
Nuestro triunfo fue construido en el pasado del México contemporáneo, cimentado en Tlatelolco, en el halconazo, en la guerra sucia, en las crisis económicas que se sucedieron desde los 70 hasta los años 90, en las fortunas obscenas de El Negro Durazo; en el fraude electoral de 1988.
La victoria electoral de hace 5 años sabe a la guerra de los pueblos indígenas de Chiapas en 1994; sabe a los 134 asesinatos y los 12 desaparecidos de perredistas (que hoy el PRD quiere olvidar para hacer el trabajo sucio al PAN), que el presidente Salinas de Gortari no veía y no escuchaba.
El camino del triunfo de Andrés Manuel López Obrador está cimentado en la persecución de defensores de derechos humanos, en Ayotzinapa, Tlatlaya, Aguas Blancas, en el fraude de 2006 en la Casa Blanca.
2018 fue el resultado, también, de grandes triunfos que allanaron el camino; en 1983 se dio la heroica victoria del pueblo de Juchitán, Oaxaca, donde se dio la primera victoria de la izquierda en México y cuyas gestiones fueron precedidas frecuentemente por actos de represión sangrientos y seguidas por intentos de división de los movimientos partidistas y ciudadanos al interior del municipio. En ocasiones se llegó a declarar desaparecidos los poderes.
Es un gran honor el haber participado en ese primer ayuntamiento progresista, siendo un médico muy joven, recién egresado de la universidad.
En 1996, Andrés Manuel López Obrador, que contaba con el respaldo de Cárdenas, fue electo presidente del PRD. Desde la presidencia nacional del PRD, López Obrador concentró sus esfuerzos en el fortalecimiento de la presencia electoral del partido. Durante su mandato, el PRD avanzó a nivel federal y, en las elecciones de 1997, conquistó, por primera vez, gubernaturas estatales.
Ese mismo año tuvieron lugar las elecciones para el Congreso de la Unión, donde el PRD se colocó como la segunda fuerza política, por detrás del PRI, quien perdió el control absoluto del Congreso. En el siguiente año (1998) se ganó Zacatecas y Tlaxcala, y en 1999, Baja California Sur; ambos estados considerados bastiones del PRI.
En el 2000, Andrés Manuel López Obrador ganó el Distrito Federal.
Ganamos la presidencia con todo esto en el ADN y lo convertimos en Morena y, desde ahí, el pueblo supo que tenía un proyecto justo y transformador y, con eso a cuestas, pintamos el país de guinda.
Todo esto y mucho más es lo que celebraremos el próximo 1 de julio. No celebramos un triunfo aislado, sino un largo camino, donde hemos caminado, reído, luchado, llorado. Así, desde la Plaza de la Constitución de la Ciudad de México, todos juntos y todas juntas, conmemoramos a nuestros muertos y a nuestros sueños.
Nuestro presidente no llama a una concentración masiva en el Zócalo, llama a la historia, a los miles que nos acompañaron y que estuvieron con nosotros. Llama al pasado y provoca al futuro porque México pertenece al pueblo, pues ha luchado ampliamente contra un grupo político que controló la economía, las policías y todas las fuerzas represoras para incrementar, sin piedad alguna, sus riquezas por encima de los intereses de las mexicanas y los mexicanos.